El retorno de Malthus

La sociedad aún no ha asumido que hinchar el PIB basándose en una única medida, el dinero, acarrea contrapartidas

La superpoblación está llevando al límite los recursos del planeta.Dmytro Varavin (Getty Images/iStockphoto)

En tiempos de pesimismo colectivo, es casi reconfortante leer a los patriarcas intelectuales del asunto. Arthur Schopenhauer, por ejemplo, rey de los filósofos cenizos. Tomemos una de sus frases casi al azar: “Cada desgracia separada, tal como se presenta, parece, sin duda, ser algo excepcional, pero la desgracia en general es la regla”. Esa frase encajaría perfectamente en las facturas del gas y en muchos otros lugares.

Aún más interesante resulta Thomas Malthus, un economista y d...

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En tiempos de pesimismo colectivo, es casi reconfortante leer a los patriarcas intelectuales del asunto. Arthur Schopenhauer, por ejemplo, rey de los filósofos cenizos. Tomemos una de sus frases casi al azar: “Cada desgracia separada, tal como se presenta, parece, sin duda, ser algo excepcional, pero la desgracia en general es la regla”. Esa frase encajaría perfectamente en las facturas del gas y en muchos otros lugares.

Aún más interesante resulta Thomas Malthus, un economista y demógrafo británico que muchos consideran desacreditado. Vivió entre el siglo XVIII y el siglo XIX, y su idea más célebre, simplificada, consistía en lo siguiente: la población humana crece más rápidamente que su capacidad para producir alimentos. Dicho en sus propias palabras: “El poder de la población es indefinidamente más grande que el poder de la tierra para garantizar la subsistencia del hombre”.

Como la tecnología ha permitido producir alimentos suficientes para 8.000 millones de personas (otra cosa es que no se distribuyan correctamente y que gran parte de esos alimentos se desaprovechen en la parte rica del planeta), suele concluirse que Malthus, un reaccionario cegado por su fanatismo religioso y enemigo del progreso, se equivocó por completo.

El caso es que Emmanuel Macron, presidente de Francia, pronunció hace poco más de una semana un discurso que Malthus habría suscrito con una sonrisa victoriosa. Macron proclamó “el fin de la abundancia”. No se refería en concreto a los alimentos, aunque los dos bienes escasos que mencionó de forma explícita, la energía y el agua, tienen mucho que ver con la comida. Y con casi todo.

Malthus representaba lo contrario al optimismo capitalista. Pero, pese al supuesto descrédito, nunca llegó a perder vigencia. El Club de Roma, una entidad privada, encargó al Massachusetts Institute of Technology un informe sobre las perspectivas a largo plazo de la humanidad. El informe se publicó en 1972 (hace exactamente 50 años, antes de la primera crisis del petróleo) y se tituló Los límites del crecimiento. Incluía una proyección del cambio climático a causa de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera que se ha cumplido casi exactamente, salvo en algún caso en que se quedaba corta.

Los límites del crecimiento, y las teorías económicas del decrecimiento o el acrecimiento, serán asuntos de debate público en los próximos años. Ya lo son, pero de forma modesta. La sociedad aún no ha asumido que hinchar el producto interior bruto y mejorar la renta per capita basándose en una única unidad de medida, el dinero, y en un único objetivo, la capacidad de consumo, acarrea contrapartidas. Climáticas, sociales, políticas y también económicas.

Poco a poco vamos haciéndonos a la idea. Volviendo a Malthus, lo que más preocupaba al pesimista británico era el aumento descontrolado de la población durante la revolución industrial. Lo que quizá nos preocupe a nosotros en un futuro relativamente cercano, y ahora quizá desbordo en pesimismo al propio Malthus, sea cómo mantener a miles de millones de ancianos con una renta planetaria más limitada.

Creo que la eutanasia activa, en su sentido más cafre, se abrirá camino. Disculpen el desánimo, será el bajonazo del final de vacaciones.

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