Cartas a ninguna parte

No le hará ningún daño a nadie que les diga qué fantástico es estar aquí y que ustedes estén ahí

La forajida estadounidense Bonnie Parker, apunta con una escopeta a su compañero Clyde Barrow en 1932.Bettmann (Getty Images)

Ya no escribimos cartas nunca salvo a entidades casi galácticas, sin esperanza de respuesta, como una compañía aérea, de la luz o a los mismos Reyes Magos o Papá Noel. Tampoco las recibimos, y si llegan son de uno de esos entes superiores, y generalmente fastidiosa. Una multa, un requerimiento, un pelmazo de una empresa que quiere saber si estás satisfecho. Qué raro es esto de querer saber todo el rato si estamos contentos y que parezca que lo hagan por joder, cabreándonos al mismo tiempo que nos lo preguntan. Pero ya nunca te escribe un semejante, interesándose sinceramente por tu suerte y có...

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Ya no escribimos cartas nunca salvo a entidades casi galácticas, sin esperanza de respuesta, como una compañía aérea, de la luz o a los mismos Reyes Magos o Papá Noel. Tampoco las recibimos, y si llegan son de uno de esos entes superiores, y generalmente fastidiosa. Una multa, un requerimiento, un pelmazo de una empresa que quiere saber si estás satisfecho. Qué raro es esto de querer saber todo el rato si estamos contentos y que parezca que lo hagan por joder, cabreándonos al mismo tiempo que nos lo preguntan. Pero ya nunca te escribe un semejante, interesándose sinceramente por tu suerte y cómo estás. Aunque esta semana he recibido de repente un mensaje del Radar Covid, preocupándose por mí, y me ha hecho mucha ilusión. ¿Se acuerdan? Sí, hombre, sí, esa aplicación revolucionaria que iba a detectar los contagios, un portento que aún estamos expectantes por descubrir.

Una carta es algo único. Transmite una disposición de seriedad y reflexión, de atención a lo que se está haciendo, de tiempo dedicado, que le da un peso humano muy concreto. En fin, una cosa muy antigua. Había hasta un verbo, cartearse. Está bien mantener la costumbre de al menos escribir una carta al año, en Navidad, para pedir que nos regalen algo. Te paras a pensar “qué deseo” y vaya, qué pregunta. Si en el fondo ves que no deseas casi nada, paz en el mundo, esas cosas. Hay una carta que siempre me ha hecho gracia, de la época en que se escribían cartas. Es del 10 de abril de 1934, y la escribió el famoso bandido Clyde Barrow al presidente de la Ford. Se la copio: “Muy señor mío: mientras tenga aire en mis pulmones le seguiré agradeciendo el coche tan genial que usted ha fabricado. Cuando he tenido que escapar con uno, he conducido exclusivamente coches Ford V8. Por su alta velocidad sostenida y su capacidad de librarme siempre de los problemas, Ford ha conseguido lo que ningún otro coche e incluso, aunque mi profesión no sea estrictamente legal, no le hará ningún daño a nadie que le diga qué gran coche tiene usted en el V8. Sinceramente suyo”.

Era un criminal, pero el texto tiene algo enternecedor y mucho de moderno. Barrow, junto a su novia, Bonnie Parker, Bonnie and Clyde, fueron de los primeros delincuentes modernos. Se convirtieron en personajes mediáticos. También aprovecharon la tecnología punta de la época, tanto en armamento como en transporte. Y fueron pioneros en los selfis. Son famosas sus fotos posando con las metralletas, aunque eran privadas. Dejaron el carrete al salir huyendo y la policía las divulgó. Ahora sería al revés, tendría que ir la policía para que alguien no divulgara unas fotos. Pero lo más moderno es que no se sabe si la carta era realmente suya o fue una maniobra publicitaria de la Ford, consciente de la popularidad de estos malotes. Tenían algo de Robin Hood y lo que hacían no podía salir bien y tampoco esperaban llegar a nada. No como hoy, que muchos héroes del pueblo presumen de trasladar su domicilio a paraísos fiscales, y la máxima ambición es poder hacer cosas de ricos y fotografiarse en ello. Compartir es eso, no lo de Robin Hood. Bonnie y Clyde murieron acribillados al mes siguiente de la carta, a bordo de su Ford. Cuando escribió la carta, si fue él, vivían a la fuga. Sabían que cualquier día la palmaban. Por eso el tono es tan raro, por su vitalidad. Quién sabe lo que nos espera a nosotros el año que viene, después del que llevamos. No le hará ningún daño a nadie que les diga qué fantástico es estar aquí y que ustedes estén ahí. Feliz Navidad y feliz año nuevo.

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