Horas punta, horas llanas, horas valle

¿Un valle está por debajo de una llanura, o más bien la llanura se sitúa en un nivel inferior al valle?

Mujer pone una lavadora en su domicilio en Madrid, el 8 de marzo de 2021.Víctor Sainz

La Administración muestra problemas a la hora de dar nombre a cosas o ideas. Ya se vio, por ejemplo, con las etapas pandémicas de hace un año, cuando la “fase cero” resultó ser la primera fase; la segunda fase o fase número dos era oficialmente la “fase uno”, y la tercera fase se llamó “fase dos”, de modo que a la “fase 3” le tocaba ser en realidad la cuarta. Por no hablar de la “cita previa”: menos mal que nos la dan antes de ir, y no después.

Fernando Beltrán, poeta y especialista en nomb...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La Administración muestra problemas a la hora de dar nombre a cosas o ideas. Ya se vio, por ejemplo, con las etapas pandémicas de hace un año, cuando la “fase cero” resultó ser la primera fase; la segunda fase o fase número dos era oficialmente la “fase uno”, y la tercera fase se llamó “fase dos”, de modo que a la “fase 3” le tocaba ser en realidad la cuarta. Por no hablar de la “cita previa”: menos mal que nos la dan antes de ir, y no después.

Fernando Beltrán, poeta y especialista en nombrar (algunos lo llaman naming), ha creado denominaciones como la del centro La Casa Encendida y las marcas Opencor o Amena, entre otras. El Parque Biológico de Madrid, de inversión privada y creado con ese nombre en 2001, pasó de ruinoso a masivo en 2002, a partir de que Beltrán lo llamase Faunia.

No contratarán a Beltrán en la Administración, porque sería un lío burocrático. Haría falta convocar un concurso en el que al final se elegiría la oferta más barata. Pero un buen nombrador, profesional o aficionado, habría pensado un rato antes de lanzar las nuevas franjas para las tarifas de la luz: “horas punta”, “horas valle” y “horas llanas”.

La locución “hora punta” habita entre nosotros desde hace decenios, para designar los momentos del día en que se producen aglomeraciones de personas o concentraciones de consumo. “La hora valle” se venía oponiendo a la anterior, para reflejar la metáfora de la llanura entre dos picos, como suelen mostrar las curvas de consumo. Ambas expresiones figuran en el Diccionario con esos sentidos y con referencia a los transportes y al suministro de agua y electricidad. Y para saber lo que expresan no se precisa consultar la obra académica, si se tienen en la cabeza los significados de punta y de valle.

Ideas que inspiran, desafían y cambian, no te pierdas nada
SIGUE LEYENDO

Pero ahora las tarifas eléctricas han sumado una tercera locución: “hora llana”, que a diferencia de las anteriores no aparece en el Diccionario como formación estable. Así que tenemos hora punta, hora llana y hora valle. Pero ¿un valle está por debajo de una llanura, o más bien la llanura se sitúa en un nivel inferior al valle?

El tramo más caro para el consumo eléctrico corresponde a los dos segmentos de “horas punta” (de 10.00 a 14.00 y de 18.00 a 22.00). Después viene la tarifa media para la “hora llana” (de 8.00 a 10.00, de 14.00 a 18.00 y de 22.00 a 24.00). Y la tarifa más baja (de las 0.00 a las 8.00) se llama “hora valle”. Todo un despropósito.

El valle se define como “un llano entre montañas”. Por tanto, deberíamos imaginarlo entre las horas punta. Sin embargo, aquí la hora comprendida entre horas punta (o picos metafóricos) no es la hora valle, sino la hora llana. Aún más: el valle de la factura no está comprendido entre montañas, sino entre llanos.

Quizás habría sido más adecuado para la mejor comprensión intuitiva elegir los términos “hora llana”, “hora meseta” y “hora punta”. Eso sí, con la licencia de que en realidad se trata de unas puntas muy mesetarias: de cuatro horas cada una.

El lenguaje del poder tiende a aplastar al ciudadano que aspire a descifrar lo que no conviene que entienda. Así venía ocurriendo con el oscuro recibo de la luz y sus datos ininteligibles, que nos hacen creer mal empleado el tiempo que dedicamos en el colegio a las matemáticas. Ahora nos oscurecen también las palabras, en una maniobra consecuente con la anterior y que nos deja en la duda de si aprendimos correctamente la lengua. Lo que ya no se comprende es por qué además pretenden que nos sintamos idiotas con la geografía.

Suscríbete aquí al boletín semanal de Ideas.

Sobre la firma

Más información

Archivado En