Betelgeuse

Con este ser microscópico que nos está amargando la vida, uno no sabe dónde situarse en la escala de la insignificancia

Imágenes de la estrella Betelgeuse.ESO/ M MONTARGÈS ET AL

Conviene recordar que vivimos rodeados de misterio, y que lo sorprendente es la normalidad, siendo todo tan raro. En el regreso de las vacaciones notas ya cierto nerviosismo porque no se sabe qué va a pasar (que en realidad ya lo sabíamos). El futuro es borroso. El colegio de los niños, tu trabajo, si en Navidad tendremos la cena de Nochebuena por Zoom con la familia, que quién sabe cómo acaba eso. Ya si eres monárquico, del PP o del Barça, la verdad es que no sabe...

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Conviene recordar que vivimos rodeados de misterio, y que lo sorprendente es la normalidad, siendo todo tan raro. En el regreso de las vacaciones notas ya cierto nerviosismo porque no se sabe qué va a pasar (que en realidad ya lo sabíamos). El futuro es borroso. El colegio de los niños, tu trabajo, si en Navidad tendremos la cena de Nochebuena por Zoom con la familia, que quién sabe cómo acaba eso. Ya si eres monárquico, del PP o del Barça, la verdad es que no sabes a qué atenerte. Se aleja un astro como Messi y pasa Cayetana Álvarez de Toledo como una estrella fugaz, o quizá era solo un fuego fatuo. Sumido en este vértigo cósmico leí un artículo sobre la estrella Betelgeuse, en la constelación de Orión. Resulta que durante unos meses brillaba menos, estaba borrosa, como el futuro. Es un fenómeno extraño, parece que se debe a nubes de polvo colosales que ha generado en su decadencia de supernova roja. Y entonces leí: “La estrella está relativamente cerca, a unos 700 años luz, por lo que su oscurecimiento temporal en realidad habría ocurrido alrededor del año 1300, teniendo en cuenta lo que tarda su luz en llegar a la Tierra”. Quién sabe qué está pasando ahora ahí fuera y no vemos.

Entre la supernova roja y este ser microscópico que nos está amargando la vida, aunque él lo hace sin mala idea y le somos indiferentes, uno no sabe dónde situarse en la escala de la insignificancia. Te planteas no renovar la cuota del gimnasio. Desde el universo más diminuto se nos sube a la parra un organismo invisible que nos torea y hunde un modo de vida. Un bichito realmente misterioso, todos hemos oído historias de alguien que ha dado positivo y su pareja no y cosas así. Para terminar de arreglarlo, le añadimos algo característico de nuestra especie, lo irracional: te juntas con amigos y familiares y al cabo de un rato se van perdiendo las precauciones, parece inimaginable que te lo peguen ellos, que te quieren y que así, a ojo, no tienen nada. De forma animal temes a los desconocidos, pero a los conocidos no. La verdad es que lo más misterioso es la gente.

En verano leemos novelas policiacas y de suspense, somos más porosos a las preguntas y las incertidumbres. Es una tontería, pero cada verano lo compruebo: ¿cuántos grifos en el mundo están cambiados, que el rojo es el agua fría y el azul la caliente? Esas casitas maravillosas colgadas sobre el mar en un acantilado, en medio de la nada, ¿de quiénes son?, ¿de verdad tienen dueño, que desayuna mirando por la ventana? O cuando descubres que la compañía de seguros te cubre todo, lo más insospechado, menos justo eso que te acaba de pasar. Este año ha habido una explosión de mujeres con cabellos blancos, que en la cuarentena dejaron de hacerse el tinte. Vivíamos en una atmósfera de falsa juventud, pero lo cierto es que a muchas les queda realmente bien. En Nápoles los vendedores de botellitas de aire de la ciudad han añadido a la etiqueta: “Con vacuna de coronavirus”. Entre los cuernecitos rojos de la suerte, hay unos que cuestan más porque ya están testados y han funcionado. En esta tierra volcánica, hay playas donde hundes la mano en la arena, bajo el agua, y quema. En realidad caminamos sobre masas de fuego que palpitan bajo nuestros pies. Vi una pintada en la iglesia del Gesù Nuovo: “La vita è troppo strana” (La vida es demasiado extraña). El fenómeno más asombroso, en todo caso, es lo rápido que pasan las vacaciones. Una mañana abres los ojos y todo ha terminado. El último día repasas las fotos del verano y ya parece que fue hace mil años.


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