Niall Ferguson: “En cinco años olvidaremos cómo era la vida en 2019”
El historiador y brillante polemista cree que en esta crisis no hay respuestas progresistas o conservadoras, sino “inteligentes o estúpidas”
Niall Ferguson (Glasgow, 56 años) es extremadamente crítico con los Gobiernos occidentales por su respuesta tardía, y en muchos casos “estúpida”, frente a la pandemia. El historiador de la economía lleva inmerso desde enero en el estudio de la crisis. Su personalidad provocadora y contestataria, pero sobre todo la brillantez de su análisis, hacen inevitable que una y otra vez caiga en el “yo ya lo advertí”. En su caso, hay que reconocérselo. A principios de año ya escribió sobre lo que se venía ...
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Niall Ferguson (Glasgow, 56 años) es extremadamente crítico con los Gobiernos occidentales por su respuesta tardía, y en muchos casos “estúpida”, frente a la pandemia. El historiador de la economía lleva inmerso desde enero en el estudio de la crisis. Su personalidad provocadora y contestataria, pero sobre todo la brillantez de su análisis, hacen inevitable que una y otra vez caiga en el “yo ya lo advertí”. En su caso, hay que reconocérselo. A principios de año ya escribió sobre lo que se venía encima y mostró su pasmo cuando los asistentes al Foro Económico Mundial de Davos debatían sobre el cambio climático y se mostraban ensimismados con Greta Thunberg, sin percibir la amenaza originada en China. La globalización construida en las décadas anteriores, sostiene Ferguson, había creado la red transmisora idónea para que se produjera la tormenta perfecta. Desde su refugio en Montana (EE UU), conversa a través de videoconferencia con EL PAÍS.
Pregunta. Algún historiador ha llegado a sugerir que las generaciones venideras nos contemplarán como unos cobardes que provocaron un hundimiento económico.
Respuesta. Al principio de todo esto sabíamos muy poco del virus y de la enfermedad que provocaba. El enfoque correcto en ese momento era asumir lo peor. La cuestión clave era actuar pronto, intentar una detección temprana. Poner en marcha un sistema de contacto y rastreo. Es lo que hizo Taiwán, y era el modelo porque era una respuesta inteligente. Los historiadores futuros pueden acabar diciendo que la mayoría de los países occidentales fueron demasiado lentos en la fase inicial, para acabar utilizando instrumentos muy drásticos como el confinamiento cuando la enfermedad ya se estaba transmitiendo rápidamente entre la población. No se puede hablar de valentía o cobardía. Todo se reduce a determinar qué estrategia es inteligente y cuál es estúpida. Lo importante desde un principio era controlar a los supertransmisores y las situaciones o eventos de supertransmisión. No supimos entenderlo. Y ahora seguimos actuando como si no lo entendiéramos. Ya sabemos que la mayor parte de la transmisión proviene de un número relativamente bajo de personas. Y el tipo de lugares donde se produce más fácilmente, como bares y restaurantes. Simplemente, hay que cerrarlos hasta que el virus esté controlado. Los opinadores que hablan de esta situación como si se tratara de una guerra y reclaman valentía a la población cometen un acto de ignorancia nivel Bolsonaro.
“La segunda Guerra Fría ha llegado para quedarse. La única duda reside en si, en algún momento, escalará hasta ser una guerra de verdad”
P. Pero a la hora de atribuir responsabilidades, usted cuestiona que se señale a los líderes políticos.
R. No voy a defender a Donald Trump, a Boris Johnson o a Pedro Sánchez porque cada uno de ellos, a su manera, no lo ha hecho bien. Pero creer que la preparación o la respuesta ante una pandemia es algo que el presidente o el primer ministro de un país debería controlar personalmente es mostrar una ignorancia total sobre el modo en que funcionan los Gobiernos modernos. Los lectores que mantienen cierta capacidad racional entienden que, en la práctica, una sociedad compleja, moderna y desarrollada tiene un aparato burocrático con una responsabilidad muy concreta en lo que se refiere a la preparación y respuesta frente a una pandemia. En enero, los servicios de inteligencia ya describían de un modo bastante ajustado lo que estaba ocurriendo en Wuhan, y muchos responsables gubernamentales que debían tener una respuesta no estuvieron a la altura de las circunstancias. Me irrita profundamente la representación errónea del modo en que funcionan los procesos de trabajo en una Administración moderna. En una pandemia no se acude al presidente para contarle que hay unos casos extraños de neumonía en China y preguntarle qué hay que hacer. Así no es como funciona.
P. ¿Hay una respuesta progresista a la pandemia frente a otra conservadora?
R. Es verdad que en Estados Unidos, si eres demócrata, te preocupa mucho la covid-19, usas mascarilla y quieres prolongar el confinamiento. Si eres republicano, mandas todo al carajo y vuelves al trabajo. Y esa división, en términos menos intensos, también se da en Europa. Pero no creo que haya un modo progresista y otro conservador de hacer frente a esta crisis. Más bien lo que hay son Gobiernos competentes e incompetentes.
P. No le parece mal que los Gobiernos hayan volcado enormes caudales de dinero como respuesta.
R. Si cierras completamente tu economía e impides que la gente acuda a trabajar, debes hacer algo para compensarlo o acabarás con protestas y disturbios en las calles. El error consiste en pensar que se trata de estímulos. Son simplemente medidas de alivio. Desde un punto de vista monetario, los bancos centrales han regresado a su papel histórico de gestores de la deuda. Absorben una parte importante de la deuda de los Gobiernos y aseguran que su coste se mantenga bajo. Una vez tomada la estúpida decisión de imponer el confinamiento, no había otra alternativa.
P. ¿Y qué consecuencias tendrá?
R. Para cuando todo esto acabe, que acabará, habremos liberado toneladas de dinero que la gente está ahorrando porque no es fácil de gastar. Y ese dinero se gastará en consumo. La gran cuestión será comprobar cuánto sube la inflación y qué problemas supondrá. La lección que aprendimos después de la Segunda Guerra Mundial fue que, si no logras un crecimiento rápido, debes escoger entre una austeridad dolorosa y dañina o una gran inflación. O en el peor de los casos, el impago de la deuda.
P. ¿Ha acelerado la pandemia el enfrentamiento inevitable entre Occidente y China?
R. La ha exacerbado. Estados Unidos y China llevan ya un tiempo encarrilados en lo que yo llamo la segunda Guerra Fría. La pandemia ha revelado esa realidad a los europeos. La cuestión más importante ahora es cómo será de grande el Movimiento de los no Alineados. Habrá muchos países que pretenderán permanecer en el medio y no comprometerse. Mucha suerte con eso, les diría. No se puede mantener esa equidistancia sin pagar un precio muy alto. La segunda Guerra Fría ha llegado para quedarse un buen tiempo. La única duda reside en si, en algún momento, escalará hasta ser una guerra de verdad.
P. Frente a los que auguraban un antes y un después de la pandemia, parece que la humanidad tiene mala memoria y volverá a las andadas.
R. La mayoría de la gente tiene serias dificultades a la hora de conceptualizar los cambios históricos, pero acabaremos modificando nuestro comportamiento social. Quizá no del todo, quizá no suficiente, pero dentro de cinco años pensaremos que siempre se han usado las mascarillas o que lo normal es pasar más tiempo en casa. Olvidaremos cómo era todo en 2019 y nos diremos que la pandemia no fue para tanto, pero nos habrá cambiado.