“Soy una médico”

Se perciben vacilaciones en el femenino de ‘médico’ pese a que las academias cortaron de raíz las dudas en 2010: “la arquitecta”, “la abogada”, “la ingeniera”

Una doctora atiende una anciana durante una visita domiciliaria en Les Roquetes del Garraf, Barcelona.David Ramos/Getty Images

La llegada de las mujeres a nuevos cargos y oficios ha aportado palabras en femenino que hace unos años no se usaban. Y no faltan polémicas y contradicciones, como sucede con “la jueza” y “la poetisa”. En el primer ejemplo, por el impulso diferenciador tendente a que el masculino y el femenino no compartan una misma forma (“juez”); y en el segundo, por el impuso unificador tendente a que el masculino y el femenino sí compartan una misma forma (“poeta”).

Favorece ese debate el hecho de que ni “juez” ni “poeta” acaben en o, morfema que denota masculino (aunque no siempre: la sopran...

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La llegada de las mujeres a nuevos cargos y oficios ha aportado palabras en femenino que hace unos años no se usaban. Y no faltan polémicas y contradicciones, como sucede con “la jueza” y “la poetisa”. En el primer ejemplo, por el impulso diferenciador tendente a que el masculino y el femenino no compartan una misma forma (“juez”); y en el segundo, por el impuso unificador tendente a que el masculino y el femenino sí compartan una misma forma (“poeta”).

Favorece ese debate el hecho de que ni “juez” ni “poeta” acaben en o, morfema que denota masculino (aunque no siempre: la soprano, la sobrecargo, la modelo…). Pero en otros casos no hay duda: abogado y abogada, arquitecto y arquitecta... Por eso sorprende en estos días el persistente uso en los medios de comunicación de “la médico” o de “una médico”, incluso de la afirmación “soy médico” en boca de una mujer. Porque aquí no cabe discusión: la o debe convertirse en a.

He anotado algunos ejemplos: EL PAÍS: “Una médico de familia que trabaja en Madrid…”, “deberíamos hacer un monumento (…) a la amiga médico”, “soy médico en un hospital público” (carta a la directora firmada por una mujer). “Lara, su médico…, es una mujer…”. TVE: “Soy médico neurólogo, llevo 30 años de profesión” (hablaba una doctora), “Victoria, médico” (rótulo), “Verónica Casado, médico de familia”. RNE: “Una médico fallece…”. SER: “Una médico estupenda” (habla un enfermo), “una de las médicos internistas…”. Abc:Carta abierta de una médico”, “una profesional médico más”, “muere una médico de 59 años”. El Mundo: “Muere por coronavirus una médico de familia”, “la pareja formada por una médico y un enfermero…”. Eldiario.es: “Una médico estuvo toda la noche pendiente…”. La Nueva España:Una médico ovetense…”.

En ediciones anteriores, el Diccionario ofrecía como combinaciones posibles “la abogado”, “la médico” o “la ingeniero” (además de “la abogada”, “la médica”, etcétera); pero las academias cortaron eso de raíz en 2010: Hay que decir “la médica”, “la arquitecta”, “la ingeniera”, igual que “la carnicera”. Incluso “la música”.

Durante esta crisis, la tarea de los editores periodísticos se ha convertido en misión complicada, porque se trabaja desde los domicilios y no en una Redacción. Ello permite suponer que en circunstancias más favorables se habrían corregido algunas de esas formaciones. Pero al mismo tiempo, el hecho de que se escribieran o dijeran así muestra que la consolidación del morfema femenino en lo concerniente a esa profesión se halla todavía en proceso. Aunque no exista ninguna razón filológica para discutirla.

Pero, ay, quizá sí se den motivos sociológicos o psicológicos. Algunos hablantes, pero también algunas médicas (y algunas abogadas, notarias o arquitectas), consideran más prestigioso que los nombres de estas profesiones terminen en o, idea que combaten con razón las guías feministas destinadas a evitar el lenguaje que creen discriminatorio.

Si hay personas que imaginan menos importante ser médica que médico, influidas quizás por el machismo histórico, el problema ya no es de lenguaje sino de una falsa percepción colectiva. Ojalá el trabajo de las médicas en esta pandemia la desmonte para siempre.

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