Jethro Tull y un señor de Gavà: la conexión inesperada entre una estrella del rock y un pequeño club de fans
La histórica banda británica de rock progresivo publica ‘The Zealot Gene’, primer álbum bajo su nombre en casi 20 años, a la vez que su líder, Ian Anderson, cuida su legado estrechando lazos con los seguidores españoles
Una de sus canciones más populares se titula Living in the Past (Viviendo en el pasado) y ya pensaban en pretérito incluso para dar nombre al álbum debut, This Was (Esto era, de 1968). Pero Jethro Tull se resisten a desaparecer tras 54 años en activo. Al menos en lo que respecta a Ian Anderson, líder y único integrante original que permanece en la banda, de entre un total de 36 músicos, según cálculos del propio cantante en ...
Una de sus canciones más populares se titula Living in the Past (Viviendo en el pasado) y ya pensaban en pretérito incluso para dar nombre al álbum debut, This Was (Esto era, de 1968). Pero Jethro Tull se resisten a desaparecer tras 54 años en activo. Al menos en lo que respecta a Ian Anderson, líder y único integrante original que permanece en la banda, de entre un total de 36 músicos, según cálculos del propio cantante en la entrevista que Jethro Tull ha compartido en YouTube para presentar su último trabajo, The Zealot Gene (Inside Out Music), que se publica el 28 de enero. Solo su nombre, de hecho, repite en los créditos incluso si nos vamos a la última publicación del grupo, el navideño The Jethro Tull Christmas Album (2003): los miembros actuales de la banda son, básicamente, los mismos en los que Ian Anderson se ha apoyado para realizar sus últimos discos y giras en solitario.
“Siempre he tenido la certeza de que Jethro Tull es Ian Anderson. En sus años gloriosos de los setenta, la aportación de los músicos que le acompañaban fue muy importante, pero a partir de 1980 la divisa Jethro Tull se diluye en el proyecto Ian Anderson. Poco importa quién firma los discos”, dice a ICON Vicente Álvarez, autor de la biografía Jethro Tull y el faro de Aqualung (Quarentena Ediciones, 2012). Hubo un conato de disolución en 2011, que, sobre todo, supuso el fin de la larga sociedad entre el artista escocés y el guitarrista Martin Barre (presente en la banda desde el segundo álbum). Desde entonces, Anderson ha publicado bajo su marca personal dos secuelas de uno de los discos insignia de la banda, Thick as a brick (1972) -Thick as a Brick 2 (2012) y Homo Erraticus (2014)-, y girado bajo nombres ambiguos como Ian Anderson Presents Jethro Tull o, directamente, Ian Anderson’s Jethro Tull. Pero en The Zealot Gene ha vuelto al nombre de siempre.
La justificación que da el cantante y flautista es que se trata de “un álbum de banda, en el lado progresivo del rock” (el denso subgénero de influencias sinfónicas que alumbró bandas como Pink Floyd, Yes, King Crimson o Genesis), además de un modo de reconocer el trabajo de la formación que le ha acompañado en esta última etapa, la más estable y larga de su carrera. No obstante, uno de los que ha grabado el aún inédito disco, el guitarrista Florian Opahle, ya ha pasado a engrosar también la lista de excomponentes. The Zealot Gene, que ICON ha podido escuchar en primicia, no ofrece grandes sorpresas para quienes han seguido la evolución de Anderson y son, por tanto, conscientes de las limitaciones que lleva tiempo arrastrando por sus problemas de garganta, algo que inevitablemente hace mella en las melodías. Con letras salpicadas de crípticas imágenes religiosas, la contundencia de la guitarra de Opahle aporta carácter al conjunto e incluso accesos de rock duro. Por otra parte, canciones como la que da título al disco, una oda al centrismo y la moderación política (idea representada no muy sutilmente en la portada, un polarizado blanco y negro con el rostro gris de Anderson, por supuesto, en el medio), pueden resultar anodinas si uno piensa en el temple provocativo de Aqualung (1971), álbum que fue censurado en España por la dictadura franquista, o Minstrel in the Gallery (1975).
Pero el disco tiene sobrada calidad y difícilmente se puede considerar una mancha en la, de por sí, irregular trayectoria de uno de los nombres propios de la historia del rock. “Jethro Tull es una banda inclasificable. Anderson no ha parado de evolucionar, de experimentar y de tocar todos los palos, desde el hard rock al folk, pasando por el jazz, el blues o la música clásica”, opina el escritor Vicente Álvarez. Tras su polémica incursión en la música electrónica en los años ochenta, que alienó a buena parte de sus admiradores, el líder del grupo parece haber actuado siempre a sabiendas de que nada podía rebajar el peso y la importancia de sus grandes discos, entre ellos un Thick as a Brick al que Álvarez considera el equivalente al Quijote dentro del rock progresivo: “Ian Anderson lo escribió para burlarse de los discos conceptuales, como Cervantes con las novelas de caballerías. Un disco con una sola canción [de casi 44 minutos] cuya letra ha escrito un niño [ficticio] de ocho años, una carpeta única [que imita el formato de un periódico]... Si hay un álbum diferencial y pionero, es este”.
El hombre que compaginó su música con un lucrativo negocio de 43 granjas de salmón, cuya postura tocando la flauta sobre una sola pierna tiene rango de símbolo en la cultura popular (aunque empezase como un accidente en un concierto para sujetar el pie de un micrófono), actuará con Jethro Tull en España hasta cuatro veces a lo largo de 2022: en marzo, en Madrid y Cartagena, y en junio, en Sevilla y Barcelona. Puede que ante un público que, en parte, ni siquiera había nacido cuando se desarrolló su época de mayor fama, encarnando en sí mismo el chascarrillo que Paul Desmond, saxofonista cuyo imperecedero Take Five inspiró Living in the Past, formuló un día: “Yo ya había pasado de moda antes de que nadie me conociera”.
Ian Anderson, Gavà. Gavà, Ian Anderson
La historia de Albert Villanueva, escritor y profesor de Educación Secundaria en la ciudad barcelonesa de Gavà, de menos de 50.000 habitantes, podría recordar a la de Juan Carrión, el también docente cuyo encuentro con John Lennon fue narrado en la película Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013), si no fuera porque los integrantes de los Beatles jamás acudieron a dar conciertos a Almería estrictamente para Carrión y sus amigos. Villanueva es el presidente de Tullianos, una asociación de seguidores de Jethro Tull fundada en 1998, desde la que ha conseguido establecer una relación personal con Anderson y convertir Gavà en un punto geográfico clave para la banda: en 2019, el pequeño municipio fue una de las pocas ciudades europeas elegidas por el cantante para celebrar un encuentro especial por el 50º aniversario de la banda, con ronda de preguntas y concierto acústico. Los otros enclaves fueron Londres, Roma y Berlín.
“Me lo dice alguien cuando tenía 18 años y pienso que está loco”, declara Villanueva a ICON. Estas últimas Navidades, Anderson volvió a la ciudad no para actuar -puesto que, a consecuencia del Brexit, ahora necesita un visado especial en los conciertos-, sino para presentar una rifa que incluyó, entre camisetas y vinilos firmados, una de sus flautas originales. El legendario músico escocés, que acudió a tocar gratis para Tullianos por primera vez en 2011, parece sentir una especie de síndrome de Estocolmo con Gavà, tal y como cuenta el presidente de la asociación que Anderson le dijo tras el reciente encuentro navideño, después de preguntarle si lo había pasado bien: “Pasarlo bien no es la expresión correcta. Es que no disfruto estas cosas, no me gustan porque soy muy tímido y lo paso mal. Intento demostrar que soy una persona agradable, pero yo no soy una persona agradable”.
“Creo que se está haciendo viejo y se está ablandando”, considera el profesor sobre su renovado carácter afable y solícito, frente a las décadas de conocida antipatía y rudeza que el personaje lleva sobre sus espaldas. Por las convenciones de la asociación de seguidores en Gavà han pasado en torno a una treintena de los 36 miembros históricos de Jethro Tull, según estima su presidente. Anderson se resistió de primeras, aunque, según Villanueva, “la tortilla cambió de lado” cuando Tullianos decidió invitar en una edición a su hijo, el también músico James Duncan: “Pensamos: ‘Que el niño vea lo que hacemos y que algún domingo comiendo, tal vez, su padre le pregunte qué tal con aquellos frikis españoles y le hable bien de nosotros’. El chaval vino, vio que éramos gente normal, que nadie le atosigaba y se divirtió. Me parece que esa fue la clave”, opina.
Así, los años de correos electrónicos sin respuesta quedaron atrás. “Es alucinante, ahora le envío un mensaje al Anderson a las seis de la mañana, cuando me levanto para trabajar, y a las ocho ya me ha respondido”, asegura Villanueva. La función de nexo que hace Tullianos entre miembros de Jethro Tull de todas las épocas ha creado, según relata el docente catalán, situaciones cotidianas antes inimaginables para él, como Anderson contactándole para pedirle el teléfono de su batería original, Clive Bunker. Sobre el Auditori Marc Grau de Gavà, un espacio abierto donde el público (miembro o no de la asociación) accede sin pagar, también se han escenificado los afectos y desavenencias entre exmiembros de la banda. “Hay gente que nos ha hablado muy bien de Anderson, como Dee Palmer o Maartin Allcock. Martin Barre [que ha acudido a tres convenciones] es de los que se fue de Jethro Tull con resquemor, así que sacabas su nombre y arrugaba la nariz”, dice Villanueva, que recuerda al exguitarrista exclamando “¡Ah, flauta, no soporto ese sonido!”, en referencia al instrumento del líder, mientras actuaba una banda tributo.
Tullianos nació a raíz de que Villanueva creara la primera página web en castellano del grupo, después de haber pasado su época de estudiante sintiéndose “el raro” por gustarle Jethro Tull. A partir de ahí, la asociación fue organizando excursiones a conciertos de la banda y, mediante su relación con el club de fans italiano (Itullians), consiguieron los primeros contactos de exmiembros para invitarlos a sus convenciones. Actualmente, el presidente cree que no hay ninguna otra asociación de seguidores en el mundo que tenga una relación tan estrecha con Anderson y el resto de músicos: “La suerte es que todos tenemos una edad. Ellos han visto que la gente está tranquila, sentada y pueden tomarse una cerveza a gusto porque es una cosa muy familiar. Cualquiera que viene suele acabar repitiendo porque se lo pasa bien”. Con 17 convenciones a sus espaldas, el profesor y escritor sigue al acecho de los pocos miembros de la banda que quedan por acudir: “Para este verano tengo contactado a Peter Vettese. No sé si la gente lo correrá a gorrazos porque es el miembro más odiado, ¡fue el teclista en la época electrónica!”.
El docente se toma con filosofía la última etapa artística de Anderson: “Yo ahora con 59 años no soy la misma persona que cuando escuché Aqualung, ni Anderson es la misma persona que cuando lo escribió. Todos evolucionamos. Aparte, él tiene 74 años y sigue dándonos cosas, se podría haber retirado, pero nos ha regalado un montón de discos y conciertos extra”. Recientemente, en una clase que impartía para 4º de ESO, Villanueva encargó a sus alumnos preparar una exposición oral y, como ejemplo, les enseñó un Power Point al que había titulado Jethro Tull y yo. “En la última diapositiva, les explicaba que mi exposición no era para que conociesen a Jethro Tull, sino para que descubriesen que, al final, si pones interés y esfuerzo, los sueños muchas veces se acaban cumpliendo”.
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