El español que fue chico Disney, rodó con Del Toro y hoy pelea en ‘Peaky Blinders’ y ‘Gambito de dama’

Andreas Muñoz no solo empezó trabajando con Almodóvar, sino que son familia lejana. Hoy este actor acumula, todavía sin hacer mucho ruido, uno de los currículos más nutridos e impresionantes de nuestra industria

El actor Andreas Muñoz fotografiado en el restaurante El Imparcial, de Madrid, para ICON.Saul Ruiz

Hay actores que sueñan con los flashes de las cámaras, con la gloria y los premios. Unos pocos incluso hacen realidad ese sueño. Pero la gran mayoría está en otra cosa, como Andreas Muñoz (Madrid, 31 años), que tiene sueños más tangibles. “Para mí el éxito es poder llegar a vivir de esto”, dice mientras desayunamos en una terraza de Lavapiés. “A todos nos gustaría ganar un Goya, obviamente, pero para mí lo importante es el trabajo diario”. Y eso lleva demostrando dos décadas, constatación de un presentimiento que tuvo desd...

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Hay actores que sueñan con los flashes de las cámaras, con la gloria y los premios. Unos pocos incluso hacen realidad ese sueño. Pero la gran mayoría está en otra cosa, como Andreas Muñoz (Madrid, 31 años), que tiene sueños más tangibles. “Para mí el éxito es poder llegar a vivir de esto”, dice mientras desayunamos en una terraza de Lavapiés. “A todos nos gustaría ganar un Goya, obviamente, pero para mí lo importante es el trabajo diario”. Y eso lleva demostrando dos décadas, constatación de un presentimiento que tuvo desde que tenía tres años. Ya entonces ensayaba frente al espejo las escenas de Solo en casa como si fuera Macaulay Culkin y le preguntaba a su madre por qué él no estaba “dentro de la televisión” como otros niños.

A los nueve años consiguió que sus padres lo apuntaran en una agencia de representación de actores y un año después ya estaba rodando su primera película, El espinazo del diablo. No todo el mundo puede presumir de haber empezado su carrera en una producción de Pedro Almodóvar dirigida por Guillermo del Toro. Ahí comenzó interpretando a uno de los huérfanos, pero no solo desempeñó ese papel. “Cuando ya había terminado mi parte del rodaje, llamaron a mis padres y les preguntaron si sabía nadar y bucear”, recuerda. Resulta que el niño que interpretaba al fantasma de la película había cogido una otitis después de pasar toda una semana practicando con bombonas de oxígeno inmerso en una piscina de agua helada. Él accedió a sustituirlo.

Le pusieron un traje de neopreno y le maquillaron entero con látex durante más de ocho horas hasta dejarlo como un fantasma de porcelana blanca y rota. Entonces le metieron en la piscina, con plomos en los bolsillos para que no flotara, y rodeado de bomberos, buzos con cámaras y Eduardo Noriega. Muñoz enseguida notó el corte del agua fría. “El traje de neopreno me quedaba un poco grande porque el otro chico era más corpulento. Pero no me quejé de nada”. La cosa se complicó más: sin preparación previa, no conocía la técnica para respirar por la bombona. “Dije que no podía, que me ahogaba. Y Guillermo me dijo: ‘No pasa nada, cambio el final de la película, no te preocupes”.

Pero este niño de 10 años que estaba en el primer rodaje de su vida insistió: grabaría la escena a pulmón. “Mi madre casi me corta los huevos, así como te lo digo. Cuando me metían en el agua tenía que encontrarme primero la cámara, y entonces decían ‘acción’. Subía Eduardo a la superficie y yo iba detrás y le cogía”, recuerda (aviso: spoiler de una película estrenada hace 20 años). “Mi madre lo cronometraba, era alrededor de un minuto, y si pasaba algo yo tenía que poner los pulgares para arriba para que me subieran. Hubo una vez que la toma duró alrededor de minuto y medio y empecé a enseñar los pulgares y nadie me veía. Pero al final no pasó nada”.

El actor Andreas Muñoz es uno de esos que ha logrado el milagro: vivir de la profesión y aparecer en algunos de los títulos más reconocidos de la televisión actual.Saul Ruiz

Rodaron unas seis o siete tomas hasta que Guillermo del Toro las dio por buenas, y entonces le cogió en brazos y le dijo que le pidiera lo que quisiera: solicitó que su nombre apareciera dos veces en los créditos, como actor y especialista. “Le tendría que haber pedido protagonizar la siguiente película”, reflexiona.

Muñoz admite que ha sido “un poco kamikaze”. Pero esa entrega desbocada y casi insensata al trabajo ha sido el motor de una carrera que ha encadenado decenas de papeles en series de televisión como La pecera de Eva, Mar de plástico, Hospital Valle Norte o Desaparecidos y películas como Vida y color, Chavalas o Arena en los bolsillos. Para entrar en esta última, que protagonizó junto a Clara Lago, fingió no ser actor. “Había pruebas en mi instituto en Coslada, y me enteré de que no querían actores porque era cine quinqui. Yo me puse lo más quinqui que pude y me presenté. Pasé como cuatro o cinco pruebas hasta que les dije que hablaran con mi representante. Me respondieron: ‘Cabrón, ¿pero tú eres actor? ¡La madre que te parió!”.

Ha crecido entre las cámaras, trabajando con José Coronado, Maribel Verdú, Juan Luis Galiardo o Miguel Rellán. Sus padres siempre se preocuparon de que siguiera estudiando. “Mi madre estipuló que me perdiera lo mínimo posible de colegio y en los rodajes tenía profesor particular para seguir estudiando entre tomas”. También estudiaba idiomas, inglés y francés, hacía deportes, fútbol y natación, y lo compaginaba todo con clases de batería y guitarra. ¿Le quedaba tiempo para descansar? “Me gusta dormir lo justo y necesario. Soy un culo inquieto”, responde riendo. De hecho, si no actuaba, sus resultados académicos empeoraban.

“Cuando rodaba sacaba notables o sobresalientes; si no, mis notas bajaban un huevo porque no estaba feliz. Cuando estás feliz quieres darlo todo”, explica, siempre hablando con una energía incontenible, con grandes gestos y brillo en los ojos. “Amo sobremanera la interpretación, para mí siempre fue un juego y una profesión. Un deportista de élite entrena 8 ó 10 horas al día para llegar a las olimpiadas y ganar el oro, la plata, el bronce o lo que sea; hay que tomarse esto con la misma seriedad. Es una profesión y hay que dignificarla”.

El actor Andreas Muñoz (Madrid, 1990). Restaurante El Imparcial. 30 de septiembre, 2021. Foto: Saúl Ruiz. Saul Ruiz

Llegó incluso a ser un chico Disney: protagonizó la serie de Disney Channel Cosas de la vida, presentó el concurso de talentos My Camp Rock e incluso viajó a los 18 años a Orlando para vivir un tiempo en Disneyland y presentar los Disney Channel Games, una especie de olimpiadas en las que se encontraban presentadores de la cadena de todo el mundo. Acabó compartiendo escenario con Demi Lovato, Selena Gomez y los Jonas Brothers. “Entonces no podía salir a la calle, venían a mí hordas de niños y niñas”. Pero decidió cortar con la fama y centrarse en su formación como actor en teatro en la RESAD. Acabó de intercambio en el Conservatorio Real de Escocia a los 21 años. “Era el primer español admitido en el centro en 40 años. Allí estudiaron David Tennant, Robert Carlyle, James McAvoy, Richard Maddenactorazos”.

Su buen inglés le llevó a representar Hamlet en Reino Unido y le abrió las puertas de grandes producciones como Peaky Blinders y Gambito de dama. En ambas series interpretó personajes episódicos en pocas escenas, pero eso no hace que un papel sea más fácil. “Es mucho más difícil entrar de repente en un rodaje y dar un doscientos por ciento que estar semanas trabajando y conocer al equipo. Tienes que llegar, dar el callo e irte sin molestar”. Y que fueran papeles pequeños no quiere decir que Andreas Muñoz no lo diera todo en ellos.

Su forma de preparar los personajes nunca fue muy ortodoxa. Para su papel como adolescente descastado de extrarradio en Arena en los bolsillos se puso a hacer grafitis por su barrio. “¿Actor de método? No te voy a decir que no”, bromea. Para su papel como cocinero italiano en Peaky Blinders, fue a una cafetería en Inglaterra y le dijo a un camarero italiano que le leyera las líneas en su idioma. “Recuerdo pelar mucha patata y aprender a fumar muy bien, fumé mucho porque vi que en la serie era un leit motiv. También aprendí a controlar muy bien una navaja. Si llevas eso muy bien preparado, al llegar al rodaje haces malabares con ello”.

El actor Andreas Muñoz (Madrid, 1990). Restaurante El Imparcial. 30 de septiembre, 2021. Foto: Saúl Ruiz. Saul Ruiz

Se intentó concienciar para que no le impusiera su encuentro con Cillian Murphy, el icónico protagonista de esta serie sobre mafiosos británicos de los años veinte. “Iba muy preparado, había estudiado milimétricamente al personaje y me entrené mentalmente para pensar que los dos éramos iguales y teníamos la misma fuerza”. En sus escenas tenía una breve conversación con el personaje de Murphy y acababa intentando matarlo y fracasando fatalmente. “Es un lujo ser asesinado por Cillian Murphy. Es un tío que impone mucho y un bicharraco de actor”.

En Gambito de dama interpretó al gerente de un hotel mexicano en el que se hospeda la ajedrecista que encarna Anya Taylor-Joy. Igual que con el camarero italiano, Muñoz aprovechó su estancia en un hotel en Valladolid (México) para preparar ese casting. “El manager era un chavalín de 23 o 24 años que se llamaba Jesús Peniche. Le pedí repasar el texto juntos para ver cómo lo hacía él y oír su acento. Después de hacerlo le dije: ‘Como haga este personaje se va a llamar Jesús Peniche”. Así fue. Describe a Taylor-Joy como una actriz muy técnica y disciplinada, metódica y perfeccionista, a la que no quiso molestar durante la grabación porque la vio muy concentrada. “Pero al terminar de rodar se rompe todo eso y es una persona maravillosa”, añade.

Aunque empezó su carrera con Almodóvar, no era muy consciente a los 10 años de quién era ese hombre de gran cabellera con el que llegó a hacerse una foto. Ahora le encantaría trabajar con él, entre otras cosas para poder contarle su curiosa conexión con el manchego. “Él no lo sabe, pero somos familia. Su madre es prima de mi abuela, son del mismo pueblo, Calzada de Calatrava”. Jura que no utilizó este detalle para que le enchufara.

Siempre con la mirada puesta en el camino más que en la meta, Andreas Muñoz admite que su mayor sueño es ser considerado algún día un cómico con mucho recorrido en el teatro. Y de momento no va mal: durante el último año ha protagonizado la comedia musical Castelvines y monteses, un Lope de Vega dirigido por Sergio Peris-Mencheta y producido por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. “Después de la pandemia y todo lo que hemos pasado, es increíble que la gente se ponga prácticamente a bailar en las butacas y luego te dé las gracias por haber hecho que durante dos horas y pico olviden toda la mierda que han pasado”, confiesa. “Ese es el éxito de verdad”.

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