“Cogí la guitarra y se la lancé”: la lucha de egos que dinamitó la banda que abrió el camino para el ‘grunge’
Kim Deal, la legendaria bajista y cantante de los Pixies, cumple 60 años sin arreglar su enemistad con Black Francis. El líder de la banda nunca vio con buenos ojos que su carismática compañera le ensombreciera. Pese a que hubo un amago de reconciliación en 2004, llevan sin hablarse desde hace casi una década.
“Déspota”, “controlador” o “envidioso” son algunos de los calificativos que la mitología del rock ha atribuido durante las últimas décadas a Black Francis, el líder de los estadounidenses Pixies. Sobre todo, desde que se destapó la animadversión que sentía hacia Kim Deal, la bajista y otrora compositora del cuarteto. Él mismo ...
“Déspota”, “controlador” o “envidioso” son algunos de los calificativos que la mitología del rock ha atribuido durante las últimas décadas a Black Francis, el líder de los estadounidenses Pixies. Sobre todo, desde que se destapó la animadversión que sentía hacia Kim Deal, la bajista y otrora compositora del cuarteto. Él mismo puntualizó en 2004 en la revista Spin que “mucha de la supuesta tensión y negatividad dentro de la banda a la que la gente ha aludido a lo largo de los años es exagerada”. Como en todo buen relato, y más cuando está salpicado de celos, egos heridos y tensiones internas, puede que se magnificara en los medios. Sin embargo, por mucho que sus protagonistas intentaran dulcificar la realidad, los hechos hablan por sí solos.
Hubo un tiempo en el que los Pixies estaban predestinados a conquistar el mundo. Y en cierta manera, lo hicieron. Sin pretenderlo, desde que se formaron en Boston en 1986, fueron los heraldos del rock alternativo que estaba por venir en los noventa. A decir verdad, al igual que ocurrió con The Velvet Undergound a finales de los sesenta, su sola existencia alentó a una nueva cantera de artistas a seguir sus pasos. Tal como Kurt Cobain afirmó en numerosas ocasiones, el trinomio formado por el EP Come On Pilgrim (1987) y los álbumes Surfer Rosa (1988) y Doolittle (1989) le llevó a constatar que el rock, por muy fiero que fuera en su apariencia, podía ser igual de pegadizo que un himno pop.
De cara a la galería, al menos en sus inicios, los Pixies parecían una familia bien avenida. Black Francis, pese a ser el compositor y cantante principal, siempre dejaba en aquellos primeros discos que Deal contribuyera artísticamente en el estudio. Sin ir más lejos, Gigantic la compusieron a cuatro manos y se convirtió en un gran éxito en boca de la bajista. Pero la felicidad pronto mutó en una tensión insostenible. Concretamente, la escisión empezó a manifestarse en 1988.
“No recuerdo si fue alrededor de Surfer Rosa o quizá después. No estábamos preparados psicológicamente, pero un día Kim llegó al ensayo y se armó de valor para decir: ‘Yo también tengo un montón de canciones’. Nunca habíamos oído hablar de esos otros temas. Fue algo inesperado, pero le seguimos la corriente”, rememoró Francis en Magnet en 2014. “La cosa es que estábamos ensayando con unos amplificadores de mierda en un local de ensayo muy ruidoso. Íbamos colocados de marihuana y tratábamos de encontrarle sentido al ruido, por lo que todas esas nuevas piezas y estructuras de acordes, por supuesto, no encajaban. El resto de los miembros hablamos de ello y dijimos: ‘Sí, el nuevo material que trajo hoy parecía un poco diferente. No parece funcionar realmente’. ¿Quién sabe si era realmente bueno o no? Era una maldita cacofonía cuando lo probamos. De modo que fuimos a hablar con ella en plan ‘Kim…’. Al ser muy tímida, solo respondió: ‘Oh, está bien, no te preocupes por eso’”, agregó.
En las páginas de Spin, Kim Deal lo recordó de manera diferente. “Cuando los periodistas preguntaban ‘¿Por qué Kim no canta más?’, él se levantaba de la mesa. Se portaba muy mal. Obviamente, eso se convirtió en un botón que la prensa pulsó una y otra vez. Gigantic le encantaba a la gente, y hasta la cantaban en nuestros conciertos. Tendrías que preguntarle a él si eso le molestaba. Ni lo sé ni me importa. No es asunto mío”. Justamente, en la misma publicación, Francis aportó la clave del asunto: “Tengo ego. Hay que tener ego para hacer esto. En aquella época estábamos tocando y me decía a mí mismo: ‘Yo estoy haciendo todo el trabajo. Ella se está fumando un cigarrillo y el público la adora. ¿Por qué me estoy dejando la piel escribiendo todas estas malditas canciones?”.
La situación no hizo más que empeorar en 1989 durante la gira de presentación de Doolittle. En Alemania, aparte de que Deal estuvo a punto de ser despedida por negarse a tocar en Fráncfort, Francis explotó contra ella dándole una patada a su guitarra en un espectáculo celebrado en Stuttgart el 15 de junio. Él alega que lo hizo porque “llegó una hora tarde y era un concierto con las entradas agotadas”. De inmediato, como contó en Spin, se arrepintió de la escena: “Fue una de esas cosas estúpidas que se hacen. Ahora, si alguien llegara una hora tarde a un bolo, diría: ‘¡Rock and roll, tío!’. No sería un gran problema. Cuando eres joven, estás hiperactivo. No necesitaba frustrarme. Simplemente cogí la guitarra con el pie y se la lancé por el escenario. Esa fue la única vez que nos peleamos en el escenario. Al público le encantó, por supuesto. Fue vergonzoso, una de esas cosas que cuando las haces, piensas: ‘Uy, no debería haberlo hecho’. No soy una persona agresiva, al menos físicamente, y me sentí muy mal después”.
A finales de ese mismo año, tras terminar la gira, se tomaron un descanso. No obstante, Deal aprovechó la disyuntiva para materializar un plan que hacía tiempo que venía meditando. Ante la imposibilidad de desempeñar un papel más importante en la dirección musical de la banda, ya que Francis se negaba a hacerle un hueco, la bajista se alió con Tanya Donelly, la guitarrista de Throwing Muses, para formar The Breeders. Aquello fue interpretado como una descortesía. Principalmente, porque cuando los Pixies volvieron en 1990 al estudio para grabar Bossanova, ella estaba haciendo lo propio con Pod, la puesta de largo de su proyecto paralelo. La venganza no se hizo esperar: de ahí en adelante Francis sería el único compositor del grupo. Por eso mismo, tanto en Bossanova como en aquel Trompe le Monde que llegó a las tiendas en 1991, la participación de Deal se vio mermada notablemente.
Pese a ello, del 29 de febrero al 23 de abril de 1992, los Pixies ejercieron de teloneros de U2 en el Zoo TV Tour. Poco después de concluir la gira, Francis tomó unilateralmente la decisión de poner punto final a los Pixies. Simplemente se limitó a enviar un fax a sus compañeros. La noticia no se hizo pública hasta principios de 1993. Así lo rememoró él en Magnet: “No recuerdo exactamente lo que dije en el fax, pero ya sabes, estábamos todo el tiempo de gira. Yo estaba tratando de mantener la relación que tenía en marcha con mi pareja, Jean Walsh, y los horarios de la gira estaban interfiriendo constantemente con eso. Además, había esa animosidad entre Kim y yo. Fue como una guerra fría. Quiero decir, no agresiva, pero definitivamente pasivo-agresiva. Ya no era divertido”.
“Echando la vista atrás, lo que necesitábamos era alguien en nuestro mundo que fuera lo suficientemente inteligente como para decir: ‘Mira, estos chicos están un poco cansados. Han estado trabajando mucho. Y seguramente necesitan tener unas pequeñas vacaciones. Necesitan tomarse seis meses de descanso y dejar de hacer lo que sea que estén haciendo para poder recuperar el aliento y luego retomarlo donde lo dejaron’. Si alguien nos hubiera dicho eso, creo que lo habríamos hecho y hubiésemos continuado. Se hubiera resuelto todo”, apostilló al respecto.
Contra todo pronóstico, los Pixies volvieron a reunirse en la primavera de 2004 y encabezaron los principales festivales del globo. Independientemente de que lo hicieran única y exclusivamente por dinero, el público acogió con entusiasmo su vuelta. Durante su ausencia no solo una generación más joven les había redescubierto (en parte, gracias a la inclusión de Where Is My Mind? en la película El club de la lucha), sino que también habían pasado a convertirse en una banda de culto, un referente incontestable para la manada indie. También eran otros tiempos para Francis y Deal: mientras que él había ido a terapia para sobrellevar la ruptura con su pareja, ella llevaba dos años sobria.
En cualquier caso, una pregunta seguía latente: ¿realmente habían limado sus asperezas? Durante unos años pareció que sí, pero en el otoño de 2012 (aunque no se comunicó hasta junio de 2013) Deal abandonó los Pixies para siempre cuando se encontraban en un estudio de grabación en Gales. El motivo fue que, más allá de sobre el escenario, no deseaba involucrarse con sus viejos socios en un nuevo trabajo discográfico. “En realidad, no quería hacer un álbum y había sido bastante clara al respecto. Cuando dijeron: ‘Vamos a hacerlo’, estaba ocupada con mi material en solitario y la gira del 20º aniversario de Last Splash [el segundo LP de The Breeders], así que estoy bien. Y ellos lo están haciendo muy bien”, detalló en una entrevista en The Guardian.
Por su parte, así narró Black Francis en Magnet lo ocurrido: “Llegamos a Gales y nos pusimos a trabajar, pero fue un poco lento. De todos modos, tuvo agallas. Sabía que tomábamos nuestro espresso a cierta hora del día, probablemente antes de que ella tomara el suyo. Entró, cogió un cappuccino y nos dijo: ‘Voy a volar a casa mañana’. No queríamos discutir. No queríamos ninguna confrontación. Nunca llegamos al fondo del asunto. Finalmente, me llamó desde el aeropuerto justo cuando estaba subiendo al avión. Creo que en ese momento me había calmado lo suficiente como para decirle: ‘Mira, haz lo que tengas que hacer. Llámanos cuando llegues y si te interesa volver...’. Pero no quiso hacerlo. Básicamente se fue. Para mí, ella estaba infeliz con la situación, o infeliz con su vida o lo que sea. Simplemente no es feliz. Quiero decir, cuando alguien no es feliz no quiere estar donde quiera que esté, sea lo que sea”. Desde ese día no han vuelto a hablar.
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