Cómo vestir para encontrarte con Johnny Depp
Me gusta disfrazarme de Johnny Depp. Es una perversión inocente y en esto no creo que sea muy diferente del propio Depp, al que le gusta disfrazarse de lo que sea
Mi fijación con Johnny Depp, que está en horas bajas tras la sentencia firme de maltrato por las agresiones a su exesposa Amber Heard (a ella le va mejor desde que está con Aquaman, siempre ha sido mejor el agua que la absenta), viene de cuando al salir de ver California Dreamin una amiga me dijo que nos parecíamos: “Igualitos, oye”. “Johnny y tú igualitos, oye”. E...
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Mi fijación con Johnny Depp, que está en horas bajas tras la sentencia firme de maltrato por las agresiones a su exesposa Amber Heard (a ella le va mejor desde que está con Aquaman, siempre ha sido mejor el agua que la absenta), viene de cuando al salir de ver California Dreamin una amiga me dijo que nos parecíamos: “Igualitos, oye”. “Johnny y tú igualitos, oye”. Es verdad que en esa película me recuerda a mí de joven cuando yo era idealista y la gente me preguntaba si tenía sangre piel roja. Desde luego me parezco más a Johnny Depp que a Jerry Lewis, que también salía. En cambio, no me acuerdo del actor en Pesadilla en Elm Street, su debú, filme del que acabé entrevistando a todo el mundo -al director Wes Craven y al protagonista Robert Englund, alias Freddie Krueger- menos a él. Tampoco recuerdo que saliera en Platoon (el soldado Gator Lerner, herido en una emboscada).
Es una perversión inocente y en esto no creo que sea muy diferente del propio Depp, al que le gusta disfrazarse de lo que sea. Mis mejores caracterizaciones, no lo digo yo sino mi público, han sido de Depp como Jack Sparrow, como nativo americano con bandana, de Depp a palo seco (la gente se hacía selfis conmigo, lo juro) y de Berto Romero como Depp en el genial sketch del comediante haciéndose pasar por el actor mientras lo entrevistaba Buenafuente y él se pasaba un aceitoso churro por las greñas (“mi secreto es guarrear un poco”). Pues bien, después de 25 años de hacer el tonto el otro día me encontré con él. Fue en el marco del BCN Film Festival, en una rueda de prensa primero y luego en una entrevista en la que éramos sólo cinco medios, sin cámaras y muy tête à tête con el actor. Pensé detenidamente cómo acudir. El cuerpo me pedía recuperar el disfraz de Sparrow, pero igual no me dejaban entrar.
Opté (en el fondo somos unos cobardes) por vestir casual pero discreto y dejar que la naturalidad de mi aspecto enfatizara el parecido, a ver si lo captaba. Me eché incluso unas gotas de Sauvage de Dior de un sobrecito de muestra que guardaba de ICON y que creo que había caducado porque olía a búfalo. Cuando apareció Depp no pude evitar que se me acelerara el pulso. De cerca es como te lo imaginas: parece que se haya puesto todo lo que ha encontrado en el armario a oscuras y luego haya dormido vestido. También parece que no haya tenido tiempo de ducharse (lo que sería raro porque nos hizo esperar más de una hora), y que haya atacado el minibar como Eduardo Manostijeras los setos. Llevaba una gorra como un saco de patatas y anillos, pulseras, pendientes y collares que bastarían para surtir a todos los filibusteros de Port Royal.
Dio muestras de cultura citando a Baudelaire y al albatros de La rima del viejo marinero, y se puso estupendo hablando de cosas trascendentes, todo sin dejar de dar la impresión de que se había tomado algo. Cuando estuvimos en petit comité se mostró afable y me dio la impresión de que me miraba como si le sonara. Eso me animó a hacerme un selfi con él. Me abrazó sin reservas y yo aproveché la intimidad para musitarle a la oreja entre los pendientes: “We have an air, isn’t?”. Arrugó graciosamente la nariz, como hace Sparrow (quizá detectando los restos de Sauvage), y se limitó a mirarme con una sonrisa achispada. Lo he tomado como un sí. La próxima vez que encarne a Johnny Depp va a ser cosa de verse.
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