De la ropa militar de Zelenski a la sudadera de Macron: cómo la política lanza mensajes con la vestimenta
La imagen del presidente francés con sudadera y barba de un día parece una respuesta a la camiseta militar de Volodímir Zelenski, transmitiendo un mensaje de seriedad y cercanía. También ha generado numerosas lecturas irónicas
Las fotos estaban pensadas para su inmediata conversión en meme y así ocurrió. El pasado domingo, Soazig de la Moissonière, la fotógrafa oficial del Elíseo encargada de seguir todos los pasos de Emmanuel Macron, colgó en su cuenta de Instagram varias imágenes del presidente francés trabajando en festivo. Como tantos teletrabajadores –...
Las fotos estaban pensadas para su inmediata conversión en meme y así ocurrió. El pasado domingo, Soazig de la Moissonière, la fotógrafa oficial del Elíseo encargada de seguir todos los pasos de Emmanuel Macron, colgó en su cuenta de Instagram varias imágenes del presidente francés trabajando en festivo. Como tantos teletrabajadores –Macron estaba ese día operando desde el Salón Dorado del palacio del Elíseo–, el líder optó por un atuendo medio déshabillé. Barba de un día, vaqueros y una sudadera negra con capucha, pero no cualquiera. Inspirándose quizá en las imágenes de los presidentes estadounidenses con la cazadora de vuelo del Ejército, la prenda de piel a la que tienen derecho como comandantes en jefe y con la que ninguno desde Eishenhower a Biden se ha resistido a posar, Macron se colocó la sudadera oficial de los paracaidistas franceses.
En las fotos se le ve arremangado, concentrado y activo, poniendo los brazos en jarras, llevando sus propios papeles. No hay que ser doctorado en semiótica para apreciar el contraste entre los frescos y las molduras de pan de oro del Elíseo y la humilde sudadera de algodón, uniforme del dominguero universal, y entender que uno de los muchos mensajes que se quieren transmitir ahí es que el presidente tiene demasiado lío haciendo tensas llamadas a Vladímir Putin como para irse a afeitar y ponerse una camisa blanca planchada.
De hecho, las imágenes eran tan transparentemente declarativas que no todo el mundo las recibió bien. “Es temporada de elecciones en Francia y Macron ha decidido hacer cosplay de Volodimir Zelenski”, escribió también en Instagram el veterano bloguero Bryanboy. “Esto parece muy poco auténtico, con todo el oro y el lujo. No estás en un búnker en zona de guerra”, le interpelaba. Esa ha sido, de hecho, la lectura más repetida. La hizo también el analista Anton Shekhovstov, director del Centro para la Integridad Democrática, que monitoriza el alcance de los regímenes totalitarios. Shekhovstok se sumó al uso de ese verbo japonés que viene del mundo de la ciencia ficción, “hacer cosplay”, y que se refiere a disfrazarse como alguien a quien se admira. “Ahora lo he visto todo”, escribió en su cuenta de Twitter, muy seguida estos días por sus análisis de los movimientos de Putin. “Macron está haciendo cosplay de Zelenski. No hay nada malo en eso, pero confirma un hecho muy sencillo: el presidente de Ucrania es ahora el líder moral de Occidente”.
Ha habido lecturas más humorísticas del atuendo dominguero de Macron. El periodista estadounidense Tom Gara dijo en Twitter: “Macron va vestido como si fuera a soltar la noticia desafortunada de que, debido a los cambios en el mercado de los anunciantes, vamos a tener que decir adiós a unos cuantos colegas de nuestra división de noticias hoy”. Al tuitero español Entrepreneur Concurseitti, el presidente francés le hacía evocar a un residente del Colegio Mayor Chaminade de Madrid, dispuesto a acuñar, en pleno 2003, la palabra juernes. La bibliotecaria Marta Cava vio en esa foto a un profesor de Gimnasia entrando en el aula a hacer una sustitución. El fotógrafo y promotor musical Dani Cantó, a un padre cuarentón del barrio de Gràcia de Barcelona volviendo del vermut del sábado y contándoles a sus hijos que cuando él patinaba en el Macba, aquello no estaba lleno de niñatos.
“Siempre que Macron se sale de lo habitual, acaba en las noticias”, señala el escritor y columnista de ICON Frédéric Beigdeber, que fue publicitario antes que autor y editor y conoce muy bien los mecanismos de la imagen. “En una ocasión se puso un jersey de cuello alto y también lo comentaron”.
Suele ser el caso con los atuendos de los líderes políticos. El año pasado, el alcalde de Madrid y entonces portavoz del PP, José Luis Martínez Almeida, criticó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por atender una videollamada de Defensa en alpargatas. Y eso que llevaba incluso americana. Obama contó entre los escándalos más ridículos de su presidencia el que se generó porque un día se puso un traje beis en lugar de gris, azul o negro. Al propio Zelenski se le ha afeado la vestimenta militar, la cual mantuvo tras dirigirse al Congreso de EE UU el miércoles. “Sé que son tiempos duros pero, ¿el presidente ucranio no tiene ni un traje? Yo también respeto mucho a los miembros del actual Congreso, pero no me dirigiría a ellos en camiseta. No quiero faltarle al respeto a la institución o a Estados Unidos”, tuiteó el tertualiano, escritor y expolítico republicano Peter Schiff. “Generalmente, Macron parece un niño pequeño. Siempre huele bien y va muy limpio”, prosigue Beigbeder. “Tiene el aspecto del tipo que querrías que saliera con tu hija. Por eso sorprende este atuendo”.
Al escritor le parecen un poco exageradas las críticas negativas. “Lo que espero es que no estuviera probándose sudaderas durante varias horas para la foto. Prefiero que pase el tiempo hablando con Putin e intentando parar la guerra”, opina. “Vivimos en un sistema democrático de comunicación. Toda la política es publicidad y Macron tiene siempre una fotógrafa a su lado, que además es muy amiga de su esposa, Brigitte Macron. Ella revisa todo lo que se publica. Y si juzgamos una campaña por sus ventas o una foto por su número de likes, al presidente le está funcionando. Sus números son excelentes. Nunca había tenido cifras de popularidad tan altas. Seguro que va a ser reelegido sin tener que sudar mucho. Parece un poco cínico decir eso, pero es completamente real. Si no hubiera una guerra, Macron no estaría diez puntos por encima en las encuestas. Todos sus oponentes son ambiguos con Putin y están quedando completamente perdidos”.
Se ha dicho que la principal estrategia de campaña de Macron, que tiene la primera ronda de las presidenciales a la vuelta de la esquina (el 10 de abril), es no hacer campaña, transmitir que está demasiado ocupado dirigiendo la República como para ir haciendo mítines y estrechando manos por las calles. “Macron se burla de las habituales estrategias de campaña. Para él la política tiene que ver con el encantamiento, la seducción”, apunta Christian Salmon, escritor y miembro del Centro de Investigación sobre las Artes y el Lenguaje (CNRS), autor de libros como Storytelling. La máquina de fabricar historias y formatear las mentes (Atalaya). “Tardó tanto en declararse candidato que dio la impresión de ceder a la candidatura como uno cede al deseo del otro. Después de una larga espera, se dejó convencer siguiendo las viejas leyes del deseo, pero no se trata de hacer campaña como cualquier otro aspirante”.
De hecho, cuando anunció su candidatura, ya dijo: “No podré hacer campaña como me hubiera gustado, por el contexto”. Salmon también cree que, por dramático que resulte, la invasión de Ucrania beneficia a los intereses del presidente francés. “Como buen lector de Las amistades peligrosas, Macron-Valmont [apellido del protagonista de la novela de Choderlos de Laclos] sabe como usar la guerra para lograr sus fines. Ese es el mensaje subliminal de su entrada en campaña”.
El analista destaca que el sentido de la teatralidad es básico en el proyecto político de un presidente que se inventó su propio partido porque ninguno le quedaba bien. “Él es un taller de teatro en sí mismo. Interpreta todos los papeles como lo hacía en el Bachillerato con su profesora que se convirtió en su esposa. El atuendo del paracaidista sin afeitar bajo los oros de la República es solo la puesta en escena de definitiva de un presidente que ha multiplicado los roles desde su elección. La representación de la política se ha convertido en un pretexto para la representación iconopolítica”. Así, según Salmon, se trataría de un líder “líquido” en el sentido de Bauman, que va adoptando distintos roles. Si durante la pandemia se vistió, según él, de “curandero” y “rey sanador”, ahora se habría transformado en “señor de la guerra”.
Por mucho que Macron tenga dotes actorales, el verdadero intérprete es, como todo el mundo sabe a estas alturas, Volodímir Zelenski, que se dio a conocer interpretando a un político accidental en la serie El servidor del pueblo. “Ahora emerge de las ruinas de Kiev para encarnar la resistencia del pueblo ucranio y es parte de un cambio en la era iconopolítica”, apunta Salmon. “La guerra que azota a Ucrania es esencial en las redes sociales. Da lugar a miles de millones de imágenes, memes, vídeos mezclados con un universo paralelo de superhéroes transformando a los protagonistas del conflicto en personajes de Star Wars o de Marvel. Está la Ucrania real invadida por el Ejército de Vladímir Putin y la Uchronia, un mundo paralelo de imágenes y comentarios en Tik Tok, Twitter e Instagram. No es la primera guerra de las redes sociales, que ya fue instrumental en la Primavera Árabe, pero sí es la primera guerra de Tik Tok”.
Ahí, cree, la camiseta de Zelenski, que llevó incluso cuando se dirigió al Congreso estadounidense y al Parlamento británico, serían, para Salmon, algo más cercano a un uniforme de superhéroe que a un atuendo militar al uso. “Zelenski se pone la ropa del Capitán Ucrania y su gabinete reproduce el elenco de Los Vengadores. Esto hace posible simplificar una historia complicada de siglos de historia de las relaciones entre Ucrania y Rusia en una confrontación legible. Así se entiende en redes como Villanos rusos contra Vengadores ucranios”.
Mientras, el instigador de todo, Vladímir Putin, el hombre a quien sucesivamente a lo largo de los años hemos visto automemeificarse y aparecer sin camiseta, con un chándal de 3.000 dólares de Loro Piana (la marca de cashmere de los millonarios discretos, como los de Succession), con gorro de pelo siberiano o vestido de judoka, jugador de hockey y piloto de Fórmula 1, solo se ha dejado ver desde que él mismo inició la cruenta invasión vestido de forma sobria, con el uniforme internacional de la masculinidad poderosa: traje y corbata. “Putin pertenece a la teatralidad clásica del poder vertical, solitario y distante. De ahí su mesa larga”, señala Salmon, hablando de la mesa interminable del Kremlin, hecha, por cierto, por un carpintero valenciano y que ha dado tanto juego en redes. Frente a eso, apunta el analista, Zelenski contrapone la “horizontalidad, el compartir en redes y la proximidad del smartphone. Él domina el doble juego de la burla y la dramatización”.
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