Ir al contenido

El whisky Shackleton, siempre con hielo

El explorador Shackleton fallaba mucho: sería tentador achacarlo al whisky, pero no era muy aficionado

Coincidiendo con las apasionantes revelaciones sobre los defectos de construcción del Endurance, el barco de Ernest Shackleton, que hubiera hecho mejor llevándolo a Ibiza que a la Antártida, Tato se ha bebido aviesamente mi preciada botella de whisky consagrada al célebre explorador polar. La guardaba como oro en paño para honrar en algún momento señalado —con una cogorza antártica— la memoria de uno de los héroes de la conquista del continente blanco y uno de mis personajes favoritos. Apenas han quedado unas gotas, insuficientes para algo más que hacerle un enjuague bucal a un pingüino.

La botella de Shackleton, un estupendo escocés de malta que lleva el nombre del aventurero angloirlandés, me la regaló Jordi Serrallonga y es una maravilla más allá de su preciado (y desaparecido) néctar ambarino. De cristal azulado con tono de iceberg, luce su nombre en letras doradas en la etiqueta sobre un mapa de la costa norte de la Antártida, el Mar de Weddell (donde quedó irremediablemente aprisionado por el hielo de la banquisa el Endurance), y el océano que separa el continente del resto del mundo. En esas aguas frías del marbete aparecen dibujadas la isla Elefante y la Georgia del Sur, con indicación mediante una línea de puntos del esforzado trayecto que hicieron en un bote sir Ernest y otros cinco compañeros para buscar ayuda y rescatar al resto de la partida de la fracasada Expedición Imperial Transantártica (1914-1917) que vagaba por aquel infierno blanco tras hundirse el Endurance. Yo es que veo la etiqueta y no me hace falta beber para abismarme en una borrachera de valor y sufrimiento polar extremos aderezada de hielo, granizo y congelaciones.

El Shackleton es (o mejor debería decir en mi caso, era) un whisky basado en el Rare Old Highland Malt Whisky de Mackinlay & Co. de 8 años, del que Sir Ernest se llevó, con muy buen criterio, 25 cajas (unas 300 botellas) a la expedición del Nimrod de 1907, anterior a la del Endurance. En esa empresa previa, el explorador trató de llegar al Polo Sur el primero, pero fracasó. Como se ve, Shackleton fallaba mucho, lo que sería tentador achacarlo al whisky, aunque nuestro hombre, paradójicamente, no era muy aficionado a beberlo, al revés que mi amigo Tato, que me ha liquidado la botella aprovechando la distracción de mi fiesta de cumpleaños; espero que pille el escorbuto. En fin, el caso es que parte del whisky, tres cajas con 11 botellas, quedó almacenada en la cabaña del campamento base del explorador en el cabo Royds, donde fueron encontradas y recuperadas de debajo del hielo en 2010 en la que cabe considerar una de las operaciones con más sentido de toda la historia de la exploración polar. Tres de las botellas —previamente descongeladas— fueron llevadas a Escocia donde se las analizó y a partir de su contenido la destilería Whyte & Mackay (propietaria de la marca Mackinlay’s) replicó el whisky original

Me gustaría poder decir que mi botella era una de esas tres, verdaderos griales polares, pero no: las originales fueron retornadas a la vieja cabaña de Shackleton, que gestiona el Antarctic Heritage Trust (haciendo, imagino, un gran esfuerzo por no bebérselas allá abajo). MI Shackleton es (era) el que creó el maestro mezclador Richard Paterson inspirándose en el hallazgo y combinando “los mejores whiskies de malta Highland para configurar un blended malt enigmático con una pizca de cuerpo y un ahumador”. La nota de cata señala que “tiene un final con recuerdos a vino caliente con toques a chocolate praliné, con un susurro último de humo de hoguera”, todo lo cual agradecerían los hombres de Shackleton, y no digamos lo bien que le habría venido al congelado capitán Scott.

Leo también en la publicidad del preciado whisky resucitado, “spirit of exploration”, que es un buen regalo para los amigos (que me lo digan a mí) y que se recomienda tomarlo junto a la chimenea. Sir Ernest Shackleton no podría estar más de acuerdo.

No me resisto a acabar con una imbatible frase publicitaria, que dejo aquí generosamente: Whisky Shackleton, siempre con hielo.

Sobre la firma

Archivado En