The Jesus and Mary Chain, los hermanos que se odiaron antes que Oasis: “Él consumía coca y yo porros, nuestros cerebros iban distinto”
Se publica ‘Incomprendidos’, la autobiografía de la banda de rock escocesa, de influencia tan alargada como su historial de broncas y conciertos caóticos. Actualmente están de gira con nuevo disco y celebrando su 40º aniversario
Con la cualidad de llegar demasiado pronto o demasiado tarde a todo, los escoceses The Jesus and Mary Chain recogieron los restos del post-punk en los ochenta, influyeron en un puñado de bandas y el nuevo estallido del rock alternativo se los llevó por delante una década después. Grupos que los admiraban, como los Pixies o Sonic Youth, lograron marcar una época con una fórmula ruidista y melódica cercana a la de ellos, mientras su propia discográfica, Warner, les despreciaba.
Hay algo irónico en que el libro de su historia oral, Incomprendidos (Contra), se haya publicado entre medias de la noticia del regreso de Oasis y la pelea en el escenario que ha provocado la (nueva) separación de Jane’s Addiction: los hermanos Jim (Glasgow, Escocia, Reino Unido, 62 años) y William Reid (ídem, 65), respectivamente cantante y guitarrista de The Jesus and Mary Chain, ya estuvieron ahí. Pero le importó a mucha menos gente.
“Cuando Oasis pegaron el pelotazo, era como si Liam y Noel fueran el remake hollywoodiense de nuestra pequeña peli indie sobre una rivalidad entre hermanos que, como mucho, tuvo buenas críticas en Sundance”, bromea William Reid en uno de los capítulos de la autobiografía de la banda, que comparte título en inglés con una de sus canciones, Never Understood. Una de las más gratas sorpresas del libro es que, más allá de lo que la historia convulsa, estética sombría o atmósfera taciturna del grupo puedan llevar a pensar, los Reid tienen un enorme sentido del humor. Únicos miembros permanentes de la banda, reconocen, por ejemplo, que no recuerdan la identidad de todos los bateristas que han pasado por la formación, de lo rápido que les quemaba su infernal ambiente: tienen 17 antiguos integrantes, entre ellos Bobby Gillespie, el líder de Primal Scream.
Construido a modo de diálogo entre cantante y guitarrista, con la ayuda del periodista Ben Thompson, Incomprendidos repasa de una manera tan generosa como desenfadada todo el drama en torno a su relación y cómo el amor por el proyecto musical que compartían se sobrepuso al odio intenso que llegaron a profesarse; ese grado de odio que solo se alcanza entre hermanos demasiado unidos.
El 12 de septiembre de 1998, The Jesus and Mary Chain pusieron fin abruptamente a sus, entonces, 15 años de carrera después de pelear en estado de embriaguez camino de un concierto en Los Ángeles. La banda mantuvo programado el espectáculo, que solo duró un cuarto de hora y consistió en el cantante, bajo los efectos de ingentes cantidades de alcohol y cocaína, gritando “¡cabrón!” e “¡hijo de puta!” a su hermano mayor. “Cuando Jim descubrió la cocaína se volvió un completo gilipollas. Nada te ofende tanto como lo que te dice un familiar, y yo tenía que ir de gira con ese hijo de puta”, dice el guitarrista de su hermano, que en 2006 aseveró en una entrevista con The Independent: “Después de cada gira, ambos queríamos matar al otro. Al final de la última, lo intentamos”.
El primer estallido, se revela en el libro, fue por unas nueces: William Reid mantuvo una encendida discusión con su cuñada al final de un concierto por comerse el cuenco de los frutos secos, lo que llevó a que los hermanos pasaran tres meses sin dirigirse la palabra. El conflicto, sin embargo, se venía fraguando desde mucho atrás. Una de las pruebas de que la dupla ha resuelto sus rencillas y vuelve a entenderse es que comparte el mismo diagnóstico. “Como nos metíamos drogas distintas, ni siquiera podíamos conectar cuando íbamos ciegos”, observa Jim. El mayor de los Reid abunda en esa idea: “Él se metía coca y yo fumaba porros, y la química de nuestros cerebros tiraba en direcciones distintas. La coca te dice: ‘Adelante, tú eres el mejor, puedes con él, sigue atacando…’, mientras que la hierba te hace darle vueltas a todo hasta que acabas paranoico, y al final no peleas porque tienes la cabeza demasiado llena de pensamientos”.
Preguntado por ICON, el periodista Manuel Pinazo, director de Muzikalia, recuerda: “Se llevaban fatal y estaban todo el día puestos. Yo les vi en 1992 en la Universal Sur, una sala de Madrid que ya no existe, e iban completamente pasados. El concierto duró 40 minutos y la gente acabó tirando cosas al escenario y arrancando las cortinas”. Precursores de la corriente más tarde denominada shoegaze (literalmente, mirarse los zapatos, por los numerosos efectos con pedales de guitarra que requerían las canciones), The Jesus and Mary Chain irrumpieron en 1985 con el capital Psychocandy y firmaron otros cinco discos entre los ochenta y noventa, todos aplaudidos por la crítica especializada, aunque apenas promocionados por Warner, cuyos jefes (caricaturizados por los Reid en el libro como “chacales vestidos de Armani”) no entendían por qué enterraban sus composiciones en aquella tormenta sónica.
“Hicieron algo que no estaba haciendo nadie”, señala el crítico. “Ellos eran muy fans de la parte más experimental de The Velvet Underground, de Suicide y, a la vez, de los grupos de chicas de los sesenta o el sonido de Phil Spector. La gente se preguntaba qué narices era eso”. Pinazo lamenta que The Jesus and Mary Chain “no terminaran de eclosionar ni de tener el desarrollo de otros grupos”, pese a que fueran “muy importantes para mucha gente”. En el presente de la banda, que se reunió en 2007 y se ha mantenido activa sin hostilidades aparentes, se encuentra el quid de la cuestión. The Jesus and Mary Chain publicó un nuevo disco la pasada primavera, Glasgow Eyes, y pasó por Madrid en mayo para presentarlo en el festival Tomavistas, donde dejaron buenísimas sensaciones. “A sus más de 60 años dan unos conciertos en los que cantan y suenan mejor que nunca. Si hubieran sido más profesionales entonces, posiblemente hubieran llegado a algo más grande”, cree el periodista.
Misión: salvar la música
“Había un hilo que recorría la mejor música popular: el blues, Elvis Presley, Dylan, los Beatles y los Stones, Bowie y el glam, el punk y el post-punk, y era como si ese hilo se hubiera roto. Lo que había en las listas nos parecía detestable, y nuestra misión era restaurar la música para que volviera a ser lo que había sido”, describe Jim Reid en otro pasaje de Incomprendidos. La pasión con que se narra cómo dos muchachos de clase proletaria sacaron adelante su grupo de ensueño, cómo se hacían fotos en su cuarto con una lámpara simulando un concierto para fingir experiencia y obtener bolos o cómo vivían cada emisión del programa Top Of The Pops como un acontecimiento es otro de los apartados más emotivos del libro. También sus choques con la realidad, como el hallazgo de que eran demasiado introvertidos para el rock (los Ramones creían que les odiaban después de que, por idolatría, enmudecieran al saludarles). O sus enfermedades mentales: además de la larga depresión que relata William, los hermanos, que también tuvieron en su dieta heroína, LSD o anfetaminas, dicen que el repetido consumo de éxtasis destrozó sus neurotransmisores y no son capaces de experimentar emociones intensas.
La escritora y presentadora de radio británica Zoë Howe dedicó a la banda una biografía años atrás, editada en 2022 en España con el título Besos de alambre de espino: La historia de The Jesus and Mary Chain (Ondas del Espacio). Aquel libro no contó, inicialmente, con la participación del guitarrista. “Jim me aseguró que había hecho todo lo posible, pero que, y cito textualmente, no le daba la gana”, cuenta Howe a ICON riéndose, antes de puntualizar que William apoyó su libro igualmente, lo firmó y más tarde sí se prestó a ser entrevistado para una reedición. “Siempre habrá fricciones entre ellos, pero es evidente que se quieren y tienen ese profundo vínculo de los hermanos que son muy cercanos, casi como gemelos”.
Howe compara el sonido del grupo con “una niebla que hipnotiza y desorienta al oyente”. “Creo que esto está relacionado con su enigma. Hoy en día casi no tenemos misterio en lo que se refiere a las estrellas, y The Jesus and Mary Chain conservan esa cualidad que los hace perennemente atractivos. Tenían esa actitud punk de rechazar la pomposidad todavía presente en el pop y el rock. Nunca les ha importado encajar en lo que está de moda, aunque ser un outsider es, a menudo, algo solitario. Es frustrante y aislante no ser comprendido”, reflexiona.
Revalorizados, primero, gracias a la utilización que hizo Sofia Coppola de su canción Just Like Honey en el emblemático final de la película Lost In Translation (2003) y, después, por la elección de su corte Happy When It Rains para un anuncio de Chevrolet en 2006, se hizo la paz entre los Reid, que volvieron en 2007 con un concierto en el festival de Coachella. Fue esencial la mediación de su hermana pequeña, con la que ambos previamente colaboraron en un proyecto, Sister Vanilla, para el que grabaron sus partes por separado. En su libro, la llaman “la Kofi Annan del grupo”.
Con el rico anecdotario que pide todo buen libro de memorias, es difícil que Incomprendidos deje indiferente a un seguidor de The Jesus and Mary Chain e incluso a más de un lector casual. Tiene el arquetípico ascenso, caída y recuperación de adicciones del mundo del rock –con una retórica tal vez poco ortodoxa: el cantante afirma que dejó de ir a Alcohólicos Anónimos porque los relatos de los asistentes le resultaban muy graciosos–, encuentros escandalosos con estrellas como Iggy Pop o David Bowie, varios actos de contrición, reflexiones artísticas, opiniones políticas y algún que otro ataque a sus contemporáneos o, por supuesto, entre ellos mismos, todo desde una óptica sensible, sencilla y humana. Conmueve leer a William Reid expresar su todavía deseo y ambición de grabar nuevos discos que lleven a The Jesus and Mary Chain a lo más alto, independientemente de sus 65 años. Por el interés editorial en su vida o las giras internacionales en grandes recintos, se puede decir que el grupo, al menos, vive en 2024 un momento mucho mejor del imaginable hace décadas. “Yo sé que Jim es un gilipollas, él sabe que yo soy un gilipollas”, declara el guitarrista en otra página. Bases para una convivencia sana.