Rubén Ochandiano, actor: “Esta profesión es profundamente homófoba. Elegir no renunciar a tu identidad trae consecuencias”

El actor acaba de salir de ‘Masterchef Celebrity, donde ha estado tres programas, pero tiene muchos más proyectos: la nueva película de Nacho Vigalondo y ‘Kostia’, un monólogo que ha escrito y dirigido

El actor Rubén Ochandiano posa para ICON el Madrid.Samuel Sánchez

Rubén Ochandiano (Madrid, 44 años) es de esos actores que, sin hacer ruido, han estado siempre ahí: ya sea en fenómenos televisivos de masas (Al salir de clase); en fenómenos televisivos de culto (Vientos de agua); en películas de Almodóvar, Soderbergh o Iñárritu, o dirigiendo montajes en el teatro. Recientemente, ha puesto un pie en ese terreno antes vedado para los considerados intérpretes de prestigio: el concurso televisivo teñido de reality. Primero en Traitors y después en Masterchef Celebrity, que abandonó en el tercer programa. Ochandiano tiene a punto de estreno la nueva película de Nacho Vigalondo, Daniela Forever, y un monólogo en el Teatro Pavón, Kostia, como el protagonista de La Gaviota, de Chéjov, financiado gracias a su breve paso por el concurso culinario. “La premisa del monólogo es que Kostia no murió al final de La Gaviota y ahora es un hombre de mediana edad que se enfrenta a la vida, al amor, al arte y a la vocación. Usamos todo eso para generar lo que ahora los modernos llaman autoficción... ¿existe otra cosa?”.

Nos citamos la misma semana en la que se ha emitido su abandono de Masterchef en una cafetería del centro de Madrid, muy cerca de su casa. “Entré a vivir aquí tras pasar un tiempo en París, un tiempo en Los Ángeles... me gustaba esa cosa un poco nómada de andar con dos maletas de un lado para otro. Pero cuando vi este apartamento me enamoré profundamente y llevo cuatro años aquí, con la idea de comprármelo”.

Hace unos días otra actriz, Irene Escolar, recibió críticas en redes sociales por decir que casi no podía pagarse el alquiler. Lo vi y pensé que una mala tarde la tiene cualquiera. Creo que su declaración estaba cargada de buenas intenciones e intentaba visibilizar un problema que es una realidad, pero no fue lo más acertado ponerse ella como ejemplo. Yo me considero un afortunado ese sentido. Somos un meme constante, vivimos en esta especie de intención de dar titulares constantemente para existir.

Desde este lado parece lo contrario, que desde hace años los actores viven temerosos de dar un titular. Yo en general estoy bastante liberadito cuando hablo. Y sí que creo que, quizá no de una forma consciente, pero todo el mundo quiere poner el tuit o decir la frase.

En nada es su cumpleaños. ¿Cómo lleva hacerse mayor? Bueno, la otra opción es bastante peor, pero sí que reconozco que estoy ahí... soy un gay soltero de 44 años, en años de humano eso es como 125. Aunque me siento en uno de mis mejores momentos físicamente, estoy un poco ahí atravesando la crisis de darle la vuelta al jamón.

Es también de los pocos actores españoles que en 2024 está fuera del armario. ¿Por qué siguen tantos dentro? Porque esta profesión es profundamente homófoba. Elegir no renunciar a tu identidad, en este caso sexoafectiva, trae muchas consecuencias y dificulta muchísimo el camino.

¿Le hubiera ido mejor de no haberlo dicho? No tengo la menor duda.

Un representante de actores me dijo que él recomendaba a sus actores no salir del armario porque eso podría hacer sus trabajos menos creíbles. Pues a mí, en la era de la sobreexposición, me gusta saber quien es el otro. ¿Me puede condicionar? Sí. En cuanto nos pronunciamos sobre nuestra sexualidad, a quien votamos o qué película nos gusta, construimos una imagen y una identidad. Y yo me siento más afín con la gente que me deja ver quien es. Cuando hay mucha opacidad pienso... ¡huy! Pero creo que también es una cuestión generacional. Nosotros, que somos un poco mayores, hemos crecido escuchando que somos mugre y debemos vivir con vergüenza y culpa el resto de nuestros días. Eso se queda ahí, yo sigo sintiendo vergüenza y culpa cada día de mi vida. Y creo que esta generación, lo veo en los actores queer españoles, eligen presentarse con cierta libertad. A algunos casi que les parece cool estar dentro del espectro LGTBI. De decir: venga, molo.

El actor Rubén Ochandiano posa para ICON el Madrid.Samuel Sánchez

En su día trajeron cola sus declaraciones sobre Alejandro González Iñárritu (reveló en La Script que el director no reaccionó de la mejor manera al enterarse de que era gay). A ver, pero no ha sido el único. Conté lo de Alejandro porque fue algo que tenía hablado y arreglado con él. Ha habido rodajes que han sido un infierno, por ejemplo con Manuel Lombardero, rodando Tuya siempre (2007). Cuando se enteró, iniciado el rodaje, de que yo era homosexual, fue un horror. Tenía al pobre Gregorio Ros, que en paz descanse, constantemente en el combo para preguntarle: ¿eso que hace es gay? Una cosa espeluznante. Insistía en que me follase a la actriz colombiana, porque iba a ayudar a la película... una cosa terrorífica. Esto no es una excepción.

Asistimos últimamente en la industria del entretenimiento a algo que parece el fin de los silencios: de repente se cae un velo y se dice: “Todos lo sabían”. ¿Hay en España mucho silencio todavía? Yo en esto estoy más con las francesas [se refiere al manifiesto firmado por cien actrices y artistas francesas que se oponía al clima de “puritanismo sexual” que habría desatado el caso Weinstein]. Yo ahora ya soy mayor, pero cuando tenía 18 o 20 claro que me han metido mano por debajo de la mesa, lo contabas y no iba a ningún sitio. ¿Es algo que está bien? No. ¿Lo ha hecho alguien que a día de hoy, por ejemplo, tiene un enorme poder en Netflix y a mí me tiene vetado? Sí. ¿Pero qué hago? ¿Quedan muchos silencios? Sí. Pero a mí lo que me da más pereza es que nos hayamos ido un poco de frenada y hayamos pasado a un exceso de caza de brujas, de no poder hacer nada, de no poder decir nada...

Usted es la prueba de que se puede decir de todo. ¿Porque lo estoy haciendo, quieres decir? Yo estoy diciendo el 10 por ciento de lo que diría. Pero es que además ahí se da una cosa que es que los maricas somos nuestros peores enemigos. Al contrario de la sororidad entre chicas, que no sé si es verdad o será una especie de impostura pero al menos da la sensación de que existe, entre los gais mi sensación es la de pegar el codazo a otro para que no llegue. Es como el exitoso converso, como el latino que ha triunfado y vota a Vox para que no vengan más. Pues en nuestro caso es: si me han pegado en el colegio y ahora formo parte de los guays, a ti que te sigan pegando. No es solo rivalidad, es una cosa profundamente mezquina y cruel.

Le oí contar que, como le daban muchas hostias en el colegio, en el instituto decidió interpretar un papel. No sé si fue su primer papel y si ha conseguido salir de él. Yo en el instituto era una niña y luego me convertí en Kenickie (el macarra de Grease).

¿Quiere decir que anuló su pluma? Total. Veo los vídeos de mi comunión y soy una niña. Supongo que de forma inconsciente, en cuanto llegué al instituto y cambiamos de barrio corté de raíz y me convertí en un tipo con un vibe muy violento. Y un poco comencé a relacionarme con el mundo desde ahí. Y me rompí por eso, porque yo soy una geisha. Cuando cumplí 28 me sacaron del escenario en camilla porque había algo que no podía sostener. Yo soy un tipo muy delicado y tener que ir todo el rato siendo el bad boy no lo sostenía. Hasta que fui a terapia y me dijeron: “¡Pero si tú eres una flor!”.

El actor Rubén Ochandiano posa para ICON el Madrid.Samuel Sánchez

¿Qué opina de esto de que ahora todas las jóvenes estrellas de las series y películas de streaming parezcan modelos? ¿Hay una especie de instagramización de su profesion? La instagramización de la profesión existe y sus consecuencias son nefastas. Otra cosa es que los productos seudoeróticos de plataformas como Netflix hayan generado esta querencia a encontrar gente muy joven y muy guapa para dar vida a los personajes. El otro día alguien decía que se había estrenado una película cuya premisa es que los feos son los buenos y los guapos son los malos y el jefe de los feos... ¡era un negro guapísimo, espectacular! Aún así sigue habiendo lugar para la rareza. A mí Aron Piper me parece muy sexy y no es un guapo al uso. No es Manu Ríos. Lo más peligroso es la impunidad que ha generado. Antes cada uno habitábamos nuestra parcela. Yo sabía qué productos me iban a dar y cuales no. Y el guapo de turno sabía a lo que podía acceder y a lo que no. Pero ahora, con esta instagramización de los actores, la parcela que hay para alguien como yo es cada vez más pequeña y ha generado un todo vale que es el de darle al guapo también el personaje del raro yonqui. ¡Si va a hacer Jacob Elordi Cumbres borrascosas! Tengo la sensación de que si no entras en una de esas casillas de las que hablábamos ya resultas incómodo y no saben muy bien que hacer contigo. Siento que pasa con Óscar Jaenada, con Jordi Mollà, conmigo... y hay más ejemplos. Si eres un verso libre, eres más complicado.

Antes de entrar en Masterchef Celebrity ya había participado en Traitors. Da la sensación de que estos programas han ganado cierta respetabilidad: hace unos años un actor de prestigio nunca se hubiese metido en estas cosas. En Traitors me hacía mucha ilusión entrar, lo hubiese hecho gratis. Y me lo pensé mucho, porque soy consciente de que formo parte de una profesión extremadamente esnob y clasista. Yo el primero, soy un clasista de aquí te espero. Pero me di cuenta de que si decía que no era exclusivamente por el qué dirán.

¿Le habían ofrecido otro programa de este tipo antes? Alguna vez me habían tanteado para otro en el que no me veo.

¿Cuál? Tu cara me suena. Pero es que Traitors yo lo juego mucho con mis amigos, hablé con mi familia, amigos, mi terapeuta y decidí hacerlo por placer.

¿Tuvo ese mismo largo proceso de decisión con Masterchef Celebrity? Yo era espectador de Masterchef porque ejercía en mí cierto efecto ansiolítico. Me lo ponía y me permitía no pensar. Y quiso el azar que, en la cena que organizó Vanity Fair el año pasado en San Sebastián, Macarena Rey [CEO de la productora de Masterchef, Shine Iberia] y yo estuviésemos sentados frente a frente. Yo no sabía quien era ella y apostaría a que ella no sabía quien era yo, pero teníamos un grupo de conocidos en común en la misma mesa que nos presentaron y alguien le dijo: “¡Pues Rubén ve mucho Masterchef!”. Esa noche fue agradable, nos emborrachamos, bailamos, conversamos y meses después me llamó bastante empeñada en que quería que fuese al programa. Yo estaba rodando una película en México y había hecho pruebas para dos proyectos que estaba convencido de que no iban a salir, pero tuve una serie de conversaciones con ella y me hizo una oferta económica pornográfica.

¿Como para comprarse una casa? No, pero sí para producir mi próximo proyecto. Estuve a punto de decir que no, pero una vez más sentía que lo hacía por esa especie de certeza de tener que preservar esta especie de vitola de alguien que hace productos prestigiosos. Pero luego pensaba: vamos a ver, la realidad es que tampoco me está llamando Sorogoyen para hacer de protagonista con Bardem y no todos los días tengo cuatro proyectos para elegir que me fascinen. Y esto, de alguna manera, me pareció económicamente suculento, me pareció una travesura simpática, probablemente movido por cierta desilusión al sentir, en ocasiones, que recibía propuestas de trabajo por debajo de mis posibilidades. Yo me considero un tío muy currante, un tipo con talento, y no siempre tengo acceso a los proyectos que me gustaría. Así que me dije: pues le pueden dar por el culo a la vitola.

El actor Rubén Ochandiano posa para ICON el Madrid.Samuel Sánchez

¿Algún compañero de profesión le aconsejó que no se metiera ahí? Sí, desde el aviso empírico de quien ya había estado antes y desde el clasismo de la profesión. ¡Si a estas alturas el que más y el que menos ha oído la leyenda de Masterchef! Por eso yo afronto lo que ha pasado sin ninguna intención de victimizarme. Desde el momento en que accedo a entrar estoy siendo cómplice de un asunto que ya sabemos de qué va. Lo que pasa es que no del todo. Yo pensé que sabía de lo que iba, pero cuando llegué allí resultó que no. Era peor.

En sus redes lamentó que una frase se hubiese quedado fuera del episodio en el que usted abandona: “Me voy porque he llegado a un punto en el que me resulta muy difícil respetarme a mí mismo y respetar la dinámica del programa”. Soy consciente de que el programa ha intentado hacer un montaje que no generase polémica, pero me pareció muy feo que justo editaran tanto a su favor ese final. Yo dije hasta en dos ocasiones esa frase sobre respetarme a mí mismo. Que eso lo editasen me parece muy sesgado.

¿Qué le impedía respetarse a sí mismo? Me pedían cosas que trascendían lo culinario, pero el que más y el que menos sabe como funciona el formato, así que no quiero victimizarme. El asunto es que no se correspondía con lo que se me había explicado previamente, así que me sentí un tanto tangado a nivel personal. Y además yo soy muy bien mandado, me pongo muy colaborador, y cuando llego a mi casa me doy cuenta de que estoy siendo cómplice de una serie de situaciones que me conflictúan y cuando las vea me van a conflictuar mucho más. Así que me voy.

En esta edición de Masterchef ya había habido una polémica previa en redes cuando Inés Hernand llamó “icono” a su amiga Cristina Cifuentes. Los fans más jóvenes criticaron esa amistad de una mujer de izquierdas con una mujer de derechas. Usted se ha llevado muy bien también con Pitingo, que muy públicamente ha apoyado a la derecha. Yo me he llevado muy bien con Pitingo, que es menos de derechas de lo que la gente cree, lo que pasa es que es muy vehemente explicándose, pero hablando a calzón quitado tiene opiniones que matizan mucho el titular. Es que me parece un tanto ridículo. Yo tengo muy pocos amigos, pero me llevo muy bien con gente de un espectro ideológico amplísimo. Qué aburrido este rojismo o este facherío de solo me junto con los míos, ¡qué gente tan triste y ridícula!

En sus redes sociales también le dejaron comentarios poco amables por poner una foto con Pitingo. Es que me la suda. Lo mejor que he sacado de este asunto es lo que me he reído con él. Si tuviera que opinar acerca de la manera de expresarse de Inés Hernand sería otra cosa. En general creo que Inés es un claro ejemplo de alguien que habita lo que decíamos antes: le pueden sus ganas de querer dar titulares constantemente. Y eso a veces es escupir hacia arriba.

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