Joseph Conrad y la Copa del América

Los marineros del escritor polaco podrían comprar cargamentos enteros de provisiones por lo que cuestan los trajes de los regatistas actuales

Peter O'Toole interpreta a uno de los marineros de Conrad en la adaptación al cine de 'Lord Jim' (Richard Brooks, 1965).

Ha querido el destino que coincidan dos grandes acontecimientos relacionados con el mar: el centenario de la muerte de Joseph Conrad y la celebración de la Copa del América en Barcelona. No parece que los organizadores de la chupi mega regata hayan previsto actos en recuerdo del gran escritor que nos ha llevado tanto al mar incluso a los que navegamos solo si no hay más remedio. No sé, podrían hacer una maratón de lectura de Lord Jim, o una competición virtual entre el Patna y el Nan-Shan. Una buena iniciativa, y ahí queda la idea, sería traerse a Barcelona el Joseph Conrad, un velero clásico de 36 metros con una conradiana historia detrás.

Construido con el nombre de Georg Stage, el barco servía de buque escuela danés y lo abordó en 1905 de noche un carguero cuando el velero había apagado negligentemente las luces para ver fuegos artificiales, causando la muerte de 22 grumetes de 14 a 17 años. Fue redimido por el célebre navegante Alan Villiers, que lo rebautizó con el nombre del escritor y lo llevó a dar la vuelta al mundo. Más allá (o acá) de las actividades para unir efeméride y competición, la coincidencia invita a reflexionar sobre la moda naval y ya más concretamente a pensar qué nos ponemos. En la vestimenta, que no en el espíritu de fondo, pues Conrad era un gran amante de los veleros y consideraba que el mundo había ido a peor con los vapores, el escritor y la Copa piden prendas y estilos distintos.

Los marinos de Conrad visten muy clásicos y sobrios, con lanas y driles, según las latitudes. Los capitanes con sus chaquetones o impermeables, como MacWhirr, en caso de tifón. Jim, Lord Jim, iba siempre de inmaculado blanco, ya estuviera en Penang o en Batavia, “desde los zapatos al sombrero”, y he ahí un modelo, romántico sin duda. Es curioso que Peter O’Toole, que tan bien lo encarnó en pantalla, luciera igualmente bien de blanco en Lawrence de Arabia. Probablemente el mejor desfile de moda conradiana sea el que tiene lugar en una Una sonrisa de la fortuna: la reunión de lobos de mar en el cementerio de la isla La Perla para el entierro del hijo del capitán H, “hombres sin sombrero y con traje sombrío”. ¿Podríamos decir que la moda Conrad tiene una línea de sombra?

Los navegantes de la Copa del América, que no en balde patrocina Louis Vuitton, son en cuanto a la ropa mucho más sofisticados y vistosos, con conjuntos offshore Helly Hansen o Musto. El traje seco (!) HPX Gore Tex pro Ocean sale por 2.600 euros; con eso los marinos de Conrad compraban un cargamento de copra, yute o gutapercha. Uno quedaría tan raro vestido así en una historia de Conrad como de Lord Jim en un monocasco con foils AC75 tipo el Luna Rossa Prada Pirelli, nombre de barco además que hubiera desconcertado a Conrad. Sea como sea, los dos mundos tienen en común más de lo que parece. Ya dijo Conrad en El espejo del mar que este nunca ha sido amigo del hombre. En el mar “descubrimos qué mediocres son nuestros intentos y lo pronto que somos derrotados”. O sea, la vida.

Me resisto a acabar este texto sobre moda náutica sin citar el impactante descubrimiento este verano en una tienda en Formentera de un bañador singular: un sucinto eslip negro con la palabra “ICON” escrita a todo lo ancho en las posaderas. Una magnífica prenda autorreferencial que desconcertará por igual, sin duda, en la regata y en el centenario. Ah, el mar, hermoso y fuerte, salado y amargo...

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