Tom Bianchi, el maestro del homoerotismo: “Los gais de mi generación creíamos que íbamos a morir tristes y solos”
Sus fotografías de desnudos masculinos y su lucha contra la homofobia lo han convertido en un icono queer. A punto de cumplir 50 años de carrera, algunas de sus obras están siendo expuestas en el Museo Victoria and Albert de Londres.
“Antes de empezar, ¿tú también te llamas Bianchi?”, pregunta el fotógrafo Tom Bianchi (Chicago, 78 años) al otro lado del teléfono. El artista, icono gay por sus fotografías de desnudos masculinos y su lucha contra la homofobia, está sorprendido por la coincidencia. Cuando su interlocutor le explica que es un apellido muy común en Italia, se queda más extrañado. “No lo sabía. Un amigo italiano me contó que los bianchi fueron los que lucharon contra el Papa (Bonifacio VIII) y a favor del rey de Francia (Felipe el Hermoso). Dante (Alighieri) era un bianchi”, continúa desde su casa en Palm Springs, una ciudad californiana bautizada como el “patio de las estrellas” por su alta densidad de ricos y famosos.
Bianchi lleva toda su vida y carrera haciendo honor a su rebelde apellido. Su obra, sensual y provocadora, desafía a los poderes tradicionales, los convencionalismos sociales y los mensajes de odio políticos y religiosos. “Sí, todo lo que he hecho ha sido un desafío a la homofobia”, confirma en conversación con ICON. En 1975, dejó su exitosa carrera como abogado en los estudios de cine Columbia Pictures para empezar a fotografiar con su cámara Polaroid a amigos, amantes y conocidos en las salvajes playas de Fire Island, a las afueras de Nueva York, un oasis para la comunidad homosexual desde los años 20 del siglo pasado. Esas imágenes, empapadas de sexo y hombres en (y sin) diminutos bañadores Speedo, se han convertido en un pilar de la cultura queer. Hoy, algunas de esas polaroids están siendo expuestas en el Museo Victoria and Albert de Londres, en la muestra Fragile Beauty que reúne una selección de piezas de la ingente colección de fotografía de Elton John y su marido, David Furnish.
“Soy VIH positivo, así que nunca fui tan audaz como para pensar que llegaría a tener esta edad o a conseguir todo lo que he conseguido”, reconoce Bianchi. “Los hombres gais de mi generación creíamos que íbamos a morir tristes y solos. Yo no sabía que llegaría a tener 78 años o que tendría un marido tan inteligente y atractivo como el que tengo... y 29 años menor que yo”, añade triunfal. Atlético, bronceado, vital, el artista sigue trabajando todos los días. También está escribiendo su autobiografía, en la que narrará su vida desde el gris Chicago de la década de 1940 hasta la soleada California de la actualidad, pasando por el convulso Nueva York de 1970 y las animadas playas de Fire Island de los ochenta. “Mi madre me tuvo muy joven, después de ser violada. Entonces una mujer violada era considerada ‘mercancía dañada’. Luego se casó con un hombre que nunca quiso ser mi padre legal. Ella llegó a pensar que mi homosexualidad era fruto de todo eso. Ahora estoy escribiendo sobre esto y está siendo catártico. Repasar la vida de uno es catártico”, apunta.
Llegó a Nueva York en el verano de 1969, poco después de los disturbios de Stonewall. ¿Cómo era la vida de la comunidad LGTBIQ+ entonces? Era una época esperanzadora en la que la gente empezaba a salir del armario sin preocuparse por las consecuencias. Pero también era una época en la que las personas queer seguían siendo arrestadas por su sexualidad. Stonewall no acabó con los prejuicios, Stonewall nos ayudó a presentarnos como personas reales y a dejar de aguantar esos prejuicios.
¿Fue entonces cuando salió del armario? No, yo salí en la Escuela de Derecho (estudió en Northwestern University, en Chicago, una de las mejores de Estados Unidos). En el instituto tuve un romance con el capitán del equipo de fútbol americano, pero me rompió el corazón. En esa época, la simple idea de que un chico saliera con otro chico era raro.
Muchos sufrimos bullying de niños por ser gais. ¿A usted también le pasó? Por supuesto. Recuerdo ese sentimiento de tener que ocultar una parte de mí. Desde muy pequeño supe que era gay, creía que tenía que guardarlo en secreto. Cuando me preguntaban qué quería ser de mayor, ni siquiera podía decir que quería ser artista. Entonces sonaba muy gay, así que respondía que soñaba con ser arquitecto.
Al final estudió Derecho y fue abogado corporativo. ¿Cómo se convirtió en artista? Ignorando los consejos de mis padres. Nací en 1945, en el Medio Oeste de los Estados Unidos. Entonces no nacías para ser artista. En esa época, y en ese lugar, eso no era una opción. Estudié Derecho y me convertí en abogado de Columbia Pictures. En una conferencia me regalaron una cámara SX-70 Polaroid. Yo ya estaba empezando a pintar y a hacer esculturas, y comencé a hacer fotos con la Polaroid en Fire Island. Lo hice por una razón: entonces nadie sabía que existía un lugar tan maravilloso para la gente queer. No quería que ninguna otra persona gay creciera sin saber que existía la comunidad gay de Fire. Así empecé a documentar mi vida y la de mis amigos, en 1975. Tenía 29 años.
¿Recuerda cuál fue la primera fotografía que tomó? Sí, la foto de una polla sobre una chaise longue. En esa época salía con un chico que se llamaba Tom. Fue mi primer modelo. Era un hombre atractivo y atlético que había posado para revistas de entretenimiento para adultos, así que no era un territorio desconocido para él.
¿Qué fotógrafos influyeron en su obra? Una fotografía en concreto me hizo ir en la dirección contraria a todo lo que se estaba haciendo en ese momento. La foto en cuestión era Fred with Tires, del fotógrafo de moda Herb Ritts. En esa época todo gay tenía un póster con esa foto en su casa de West Hollywood. Era una imagen perturbadora porque el modelo era heterosexual e inalcanzable. ¿Por qué los gais teníamos que venerar a un hombre heterosexual e inalcanzable? ¿Había algo malo en nosotros? Yo tenía muchos amigos gais que eran muy atractivos, así que empecé a retratarlos.
Sus polaroids de los años setenta y ochenta retratan una comunidad gay liberada, bella y sexy. ¿Era tan idílica como parece? Sí. Cuando llegué a Fire Island, descubrí el paraíso. Esos hombres eran como ángeles. Quería que todos los gais supieran que existía ese lugar, lo opuesto a los suburbios de Chicago donde yo crecí.
¿Echa de menos algo de esa época? No. Era un momento excitante para estar vivo y descubrí que la comunidad gay estaba llena de hombres interesantes, llenos de talento y de creatividad. Lo único que echo de menos de esa época es lo barato que era vivir en Nueva York. Antes podías ser artista y vivir en un loft. Hoy tienes que ser rico para vivir en un loft en Nueva York. Es muy triste.
Siempre dice que su obra es una lucha contra la homofobia. ¿En qué punto estamos en esa lucha? Todavía hay muchos lugares en el mundo donde una persona gay puede ser asesinada por ser gay. Todavía hay muchos misioneros cristianos que van por el mundo predicando su evangelio de odio contra los gais, y mucha gente que sigue creyendo ese mensaje. A un amigo mío, uno los hombres más atractivos que he fotografiado, un cura le dijo que era gay porque tenía una relación distante con su padre. Años después, cuando mi amigo empezó a manifestar los primeros síntomas del VIH, volvió a la casa de sus padres, fue al despacho de su padre, abrió un cajón, sacó un arma y se pegó un tiro. Esas cosas siguen ocurriendo en muchos lugares. Ahora nos toca luchar por la comunidad trans, por la comunidad bisexual y por todos los tipos de identidades y orientaciones sexuales. Incluso en Estados Unidos sigue habiendo lugares donde te puedes meter en un buen lío por ser gay.
Usted es un superviviente de la pandemia de VIH/sida que asoló el mundo en los ochenta y noventa. ¿Cómo recuerda esos años? Al principio, cuando estalló la pandemia, la prensa hablaba del “cáncer gay”. Pensábamos que era un bulo, que eso no nos podía ocurrir a nosotros. Creíamos que nos querían demonizar, que nos querían colgar la etiqueta de enfermos. Cuando la enfermedad avanzó y empezamos a perder a muchos amigos y conocidos, fue terrible. Yo lo describo como caminar dormidos. Todo por lo que habíamos luchado los gais se veía amenazado por el VIH. Y sigue estando amenazado. Mira a Ron DeSantis, gobernador de Florida, y su ley “No digas gay”, que nos prohíbe decir que somos homosexuales. Lo único bueno de esos años del sida es que salimos fortalecidos como comunidad. Me pasé diez años de mi vida luchando por tratamientos alternativos contra el sida para los gais. Hoy estoy vivo porque recibí uno de esos tratamientos. Si no hubiera entrado en un programa experimental en el que hice de cobaya, no estaría aquí.
¿Qué impacto ha tenido la PrEP, los fármacos antirretrovirales que previenen la transmisión del VIH, en nuestra comunidad? En mi caso es muy importante. Yo soy VIH positivo y mi marido, que es 29 años más joven que yo, es negativo y toma la PrEP. Eso nos permite vivir una vida libre de miedo. La PrEP es una fuerza muy liberadora para nuestra comunidad.
Cuando empezó a hacer fotos, hace 50 años, no existía ni Instagram ni OnlyFans. ¿No hay demasiada tecnología en nuestras vidas? Yo estoy a favor de todo los que nos conecte con otras personas. Hace 15 años conocí a un tío en una web, un portal que se llamaba DudesNude (Tíos desnudos). Empezamos a intercambiar fotos, ya sabes, como hace todo el mundo hoy. Él vivía en otra ciudad y vino a visitarme a Palm Springs. El día que nos conocimos en persona supimos que queríamos estar juntos. Llevamos 15 años juntos.
Es una historia de amor preciosa. Lo es. Un matrimonio bendecido por DudesNude.
Hoy, gracias a OnlyFans, cualquiera puede ser una estrella porno. ¿Qué le parece? A mí me parece maravilloso. El sexo es un regalo divino y hay que aprovecharlo. Pienso en todos esos chicos que viven en Iowa o en cualquier otro lugar remoto y que ahora, gracias a plataformas como OnlyFans, pueden tener acceso a una vibrante comunidad gay en cualquier parte del mundo. ¿Eso no es maravilloso?
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