“Dejad de decirnos que nos pongamos pelo”: la rebelión de los calvos orgullosos

La alopecia masculina tiene en muchos casos solución y eso ha provocado cierta presión social por corregirla. Pero muchos deciden quedarse como están y denunciar que si bien los comentarios sobre el físico ajeno ya no están bien vistos, todo el mundo parece tener una opinión sobre un calvo

En el sentido de las agujas del reloj, cuatro calvos legendarios y orgullosos: John Lithgow, Harry James, Jason Statham y Stanley Tucci.Getty Images

“Yo estoy superorgulloso de estar así, me veo bien, llevo más años calvo que con pelo, forma parte de mi personalidad”. Quien habla es Jesús Díaz, Churras para los amigos, profesor cántabro de 43 años. Díaz sabe que existe un abanico de posibilidades que le permitirían revertir su alopecia, pero ni se lo plantea. Se ve bien y se gusta. Y gusta. “Tengo que decir que con las chicas me ha funcionado bien, se me han acercad...

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“Yo estoy superorgulloso de estar así, me veo bien, llevo más años calvo que con pelo, forma parte de mi personalidad”. Quien habla es Jesús Díaz, Churras para los amigos, profesor cántabro de 43 años. Díaz sabe que existe un abanico de posibilidades que le permitirían revertir su alopecia, pero ni se lo plantea. Se ve bien y se gusta. Y gusta. “Tengo que decir que con las chicas me ha funcionado bien, se me han acercado muchas que me dicen que les atraen los hombres calvos”.

Sin embargo, su actitud hacia la calvicie no siempre fue así. “Empecé a notar que me quedaba calvo a los 19 años, y al principio no te sientes bien. No es que me traumatizase, pero lo tenía presente. Y como la gente no se corta, me decían: ‘Que se te ve el cartón, Zidane”, recuerda. Su experiencia representa la de muchos hombres, como los consultados para este reportaje, cuando notan por primera vez que el pelo comienza a ceder a la frente, o que clarean por alguna parte de la cabeza. Un estudio de la Universidad Rey Faisal (Arabia Saudí) publicado en octubre señala que la calvicie afecta gravemente a aspectos de la vida de los hombres como la confianza en uno mismo, las relaciones o sus expectativas laborales. Otro informe, elaborado en Polonia en 2022, señalaba que el 81,3% de los hombres con alopecia androgénica (la más habitual) había sentido estrés al ver la pérdida de su cabello y el 60% vergüenza, sobre todo aquellos de entre 18 y 25 años.

El abogado Pau López, nacido en Lleida hace 35 años, asegura que su calvicie era incipiente cuando tenía 25 años. “Los comentarios que recibía eran en tono jocoso, y me hacían sentirme inseguro con mi físico”. Carlos Rodríguez, director de About Beauty Comunicación, de 44 años, cuenta que, como la línea de su cabello, heredada de su familia materna, tiene la forma de lo que se conoce como entradas, le han hecho referencias a la pérdida de pelo antes de que fuese real, a partir de los 30. “Normalmente te dicen: ‘Te estás quedando calvo’, así, directamente. Últimamente además el comentario viene acompañado de soluciones”. Las hay, y muchas, y es un mercado con fuerza. La compañía Coherent Market Insight cifra en 9.000 millones de euros el valor de la industria de tratamientos para la caída de cabello a nivel mundial el año pasado, y proyecta que llegará a los 13.300 millones en 2030.

Además de los tratamientos para evitarla, están los injertos, que mediante trasplantes de pelo de otras zonas del cuerpo al cuero cabelludo permiten recuperar el pelo en la cabeza, y que también crecen año tras año. La clínica Insparya, que abrió sus puertas en 2019, ha realizado 15.000 cirugías en estos años (pandemia por medio) y han pasado por su consulta 33.000 hombres, como cuenta por correo electrónico el doctor Carlos Portinha. La clínica Menorca recibe entre 12 y 18 pacientes diarios preocupados por su calvicie, de los que, cuenta la doctora Sandra Carrascal, el 35% siguen adelante. “Los que no continúan no suelen explicar las razones que les llevan a ello, solo dicen que necesitan pensarlo, pero cuando lo cuentan, suele ser un tema económico”, apunta la experta.

“Tengo un amigo que se ha puesto pelo y otro que lo va a hacer, y me preguntan cómo puedo estar así sabiendo que lo puedo evitar, así que siento cierta presión, pero son mis amigos y les excusas todo”, abunda Jesús Díaz sobre su relación actual con su calvicie y cómo lo perciben los demás. La presión social y personal es tal que hay hasta activistas como Harry James, conocido en internet como Bald Cafe (222.000 suscriptores en YouTube). “Si buscas en Google ‘quedarse calvo’, el mensaje que te manda es cómo evitarlo. Todo lo que veía era ‘no debes quedarte calvo, toma este medicamento, péinate de esta manera para ocultarlo, ponte injertos”, detalla sobre cómo empezó a surgir su idea de crear una comunidad para hombres calvos. En su canal de YouTube volcó su experiencia, y pronto decenas de hombres compartieron con él las suyas. “Me decían que les ayudaba, que no sabían cómo expresarlo ni a quién contárselo”, recuerda por videollamada desde su casa en Londres. En una columna de opinión (y de paso, autopromoción, ya que anuncia que publicará el libro Bald, calvo en inglés) en The Guardian, el pasado 16 de abril el periodista Stuart Heritage comentó cómo, a pesar de todos los complejos y problemas que acarrea la alopecia, el tema se ha considerado siempre tan trivial que los hombres han decidido sufrirlo en silencio. “Y esto cabrea, porque si los hombres hablásemos de la pérdida de cabello más abiertamente, se revelaría la gran verdad sobre ella. Y es esta: quedarse calvo es terrible. ¿Ser calvo? No tanto”, escribe en su artículo.

Getty Images

James intenta comunicar a través de sus canales en redes sociales que la calvicie no viene acompañada de ningún tipo de dolor físico, que el problema principal es mental. “Cuando iba a la universidad me sentaba en la parte de atrás para que nadie me viese la coronilla. No participaba en clase, no interactuaba con los compañeros; ese era el verdadero problema”, ejemplifica. “Cuando te rapas, le dices al mundo: ‘Esto es así’, no tienes forma de ocultarlo. Al principio puedes sentir cierta incomodidad, pero te liberas de la ansiedad y puedes estar bien contigo mismo y con que los demás lo sepan”.

Así fue precisamente la experiencia de Pau López. “En mi caso, primero me rapé y fue después cuando abracé mi calvicie. Fue en 2020, con 31 años, en el confinamiento, y más por necesidad que por convicción. Yo iba al peluquero prácticamente cada 15 días para que me “arreglara” el pelo. Con un corte nuevo, me sentía más atractivo y menos inseguro con mi físico, aunque eso me duraba tres días. Me podía gastar 50 euros al mes en peluqueros fácilmente. Justo después de raparme por primera vez, me daba apuro salir a la calle o que mis amigos, mis compañeros de trabajo o mi familia me vieran sin pelo. No obstante, pasaron unas semanas y me di cuenta de que todas esas inseguridades y problemas que tenía antes estaban desapareciendo. De alguna forma, me sentía menos calvo rapado que con pelo”. Ahora, se gusta tanto que rechaza la idea de ponerse implantes, aunque ha recibido bastantes comentarios al respecto. “Antes me hacían sentirme inseguro, ahora suelo cortarles y decirles que no lo necesito, que me veo bien”, ataja, y señala: “Hay comentarios sobre el físico de una persona que no están aceptados socialmente, pero parece que no pasa nada por sugerirle a un hombre que se ponga pelo”.

Jesús Díaz recuerda dos momentos clave que le llevaron a decidir por rasurarse. Primero fue por un comentario de sus amigos durante un festival de música. “Estábamos en las típicas duchas seguidas que hay, y cuando les pedí el champú empezaron a reírse y comentar: ‘Será el gel”. El definitivo llegó poco después. “Con 22 años, me hicieron una foto desde arriba. Cuando la revelamos y me vi, pensé: ‘Madre de Dios, hay que raparse’, y me rapé”.

Julio González, coordinador en una instalación deportiva, lo llevó mucho mejor desde el principio. Este cordobés de 34 años recuerda que supo de su alopecia a los 16, por su barbero. “Me lo comentó mientras me cortaba el pelo, que iba camino de quedarme como mi padre”. Sin embargo, no le supuso ningún problema. “Siempre he sido bastante seguro de mí mismo, también gracias a mi entorno familiar y a mis amigos. Cuando entré en la universidad empecé a raparme y al poco tiempo a afeitarme”. Cuando se le pregunta si en algún momento usó productos para evitar la caída del cabello, como sí hicieron el resto de consultados para el reportaje, responde con un escueto no. Tampoco ha considerado los injertos capilares.

Harry James recomienda a los que hombres que no lo llevan tan bien como Julio (la mayoría) que miren a su alrededor. “Ve a un partido de fútbol, a la playa, al parque. Verás que hay hombres con la línea del cabello perfecta, otros calvos, y todo lo que se encuentra entre medias. Esa es la realidad. La gente que tienes cerca pueden ser tus mayores referentes”. Reconoce, además, que los famosos que llevan con normalidad su calvicie ayudan a normalizarla, como Jason Statham, Dwayne Johnson, Stanley Tucci y un largo etcétera. Algunos, incluso, han hecho referencia a ella sin tapujos y con humor.

El actor J. K. Simmons, en declaraciones al programa estadounidense The National Desk durante la presentación de la película El contable, en 2016, refería con ironía al número de intérpretes calvos que participaban en dicho filme. “Interpreto a un tío calvo. En realidad, hay un número curioso de hombres calvos en esta película. Normalmente no nos dejan estar a [John] Lithgow, [Jeffrey] Tambor y a mí estar en la misma película. Es una excepción a esa regla. Aparentemente estamos rompiendo barreras en Hollywood”. En 2008, Patrick Stewart recordó en una entrevista una anécdota que ocurrió durante una conferencia de prensa durante el estreno de una de las películas de Star Trek en la que participaba, a finales de los ochenta. “Un periodista le dijo a Gene Roddenberry [productor de la saga]: ‘Mira, no tiene sentido, has escogido un actor calvo para este papel. Seguramente para el siglo XXIV habrán encontrado una cura para la calvicie masculina’. Y Gene Roddenberry contestó: ‘No, para el siglo XXIV, a nadie le importará”. Quedan tres siglos para saber si la predicción del productor es cierta o no, pero parece que vamos en camino.

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