“Unos Nirvana de barrio”: cómo The Offspring logró vender 40 millones de discos sin la ayuda de nadie 

La banda californiana, cuyo tercer álbum sigue siendo el más vendido de la historia de las discográficas independientes, sigue tocando 30 años después de su mayor éxito. Este verano lo hará en España

De izquierda a derecha, Kevin 'Noodles' Wasserman (guitarrista), Ron Welty (batería), Dexter Holland (voz) y Greg Kriesel (bajista), integrantes de The Offspring, en Londres en 1995.Foto: MICK HUTSON (REDFERNS/ GETTY) | Vídeo: EPV

Eran un grupo omnipresente en las radios, pero la mayoría del público nunca había visto siquiera qué aspecto tenían los componentes de The Offspring. Las únicas referencias: la voz agudísima del cantante, el ritmo acelerado, casi hardcore, de sus composiciones y una portada de disco horrenda con la radiografía de un esqueleto. En diciembre de 1994, muchos salieron de dudas. Tras haber declinado a lo largo del año las sucesivas invitaciones de Saturday Night Live o de los programas de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Eran un grupo omnipresente en las radios, pero la mayoría del público nunca había visto siquiera qué aspecto tenían los componentes de The Offspring. Las únicas referencias: la voz agudísima del cantante, el ritmo acelerado, casi hardcore, de sus composiciones y una portada de disco horrenda con la radiografía de un esqueleto. En diciembre de 1994, muchos salieron de dudas. Tras haber declinado a lo largo del año las sucesivas invitaciones de Saturday Night Live o de los programas de David Letterman y Conan O’Brien, la banda oriunda del condado de Orange, en California, aceptó tocar en los Billboard Music Awards. Liderados por el vocalista Dexter Holland (Garden Grove, California, que hoy tiene 58 años), con unas larguísimas rastas, el grupo salió al escenario e interpretó la canción menos apta para televisión de todo su repertorio, Bad Habit. Bajo su americana, Holland lucía una camiseta que descubrió a mitad de actuación, con otro mensaje desafiante: “Las corporaciones matan al rock”.

La banda representó a la perfección el papel que le tocaba y que parte de la prensa y aficionados le habían otorgado. Fundada en 1984, año en el que lo último que hacía nadie que planeara enriquecerse era montar un grupo de punk, The Offspring se había convertido en un fenómeno que a sus miembros les costaba controlar. Smash, tercer trabajo del grupo, salió a la venta el mismo 8 de abril de 1994 en el que la policía de Seattle encontró el cadáver de Kurt Cobain. Lanzado por Epitaph Records, sigue siendo el álbum más vendido de la historia por parte de un sello independiente, con más de 11 millones de ejemplares despachados en todo el mundo. Hoy llevan vendidos 40 millones de toda su discografía.

La gesta les convirtió en rival oficioso de Green Day: dos meses antes, aquellos habían arrasado con Dookie, el disco que inauguró la edad de oro comercial del punk californiano. La diferencia es que ellos lo habían hecho a lomos de un gigante corporativo, Warner. Mientras la comunidad del Gilman, el local de la bahía de San Francisco que había visto crecer a ambos grupos, ponía la cruz a la formación de Billie Joe Armstrong por venderse, The Offspring quedaron como los auténticos, los que demostraron que se podían tomar por asalto las listas de éxitos sin renunciar a los principios.

Bryan 'Dexter' Holland, cantante de The Offspring, en Los Angeles, en 1999.Vinnie Zuffante (Getty Images)

La macabra coincidencia con el deceso de Cobain tenía mucho de simbólico, más allá incluso de que la canción insignia de The Offspring, Self Esteem, pareciera un plagio burdo de Smells Like Teen Spirit. El triunfo de Nirvana y el grunge habían abierto el camino a la resurrección del punk, el sonido del que derivaban, y tanto Green Day como The Offspring fueron apuestas ganadoras en ese contexto. El periodista musical Jesús Llorente, fundador de Acuarela Discos, escribió en 1997 The Offspring: Punkcore, una de las entregas de la colección Imágenes de Rock que en aquel tiempo publicaba la editorial La Máscara, donde definió a los californianos como “un grupo que no quiere complicarse la vida ni complicársela a sus fans (...) que recuerda a unos Nirvana sin doblez emocional, ambigüedad lírica o segundas intenciones, unos Nirvana de barrio”.

“Cualquier emisora los programaba, y el sonido era accesible para los que pensaban que el grunge se había embarrado demasiado, el emo era demasiado intenso o alternativo y querían algo rápido, sencillo, de digestión fácil, pero, por otra parte, bien hecho”, explica Llorente. En su volumen, el periodista abarca precisamente toda la historia de ascenso del grupo como iconos alternativos hasta su caída al pozo de los infieles: en ese mismo 1997 publicaron su siguiente trabajo, Ixnay On The Hombre, con la compañía multinacional Columbia Records.

Punkcore recoge, sin embargo, cómo la banda ya estaba desde mucho antes en el punto de mira de quienes consideraban que el género exigía voto de pobreza: el bajista Greg K. admitía estar hasta el gorro de “hipócritas que nos critican por salir en la MTV mientras se pasan las tardes viéndola”. “¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Ir a las emisoras y decir que dejen de pinchar nuestros discos?”, reflexionaba en otro momento el cantante Dexter Holland.

Los chicos no están bien

Propiedad de Brett Gurewitz, guitarrista de Bad Religion, el sello Epitaph Records fue al punk de los noventa lo mismo que la Motown al soul de los sesenta. Como tal, era la discográfica de referencia a la que todos los grupos del género querían ir, un ejemplo de autogestión con credibilidad, músculo promocional y también calidad. Aunque los estándares de Gurewitz dejaron inicialmente fuera a The Offspring, que publicó su disco debut epónimo en 1989 con la mucho más pequeña Nemesis Records, el gerente del sello esperó a que el grupo madurara musicalmente para lanzar de manera modesta su segundo álbum (Ignition, de 1992) y después, tras escuchar satisfecho su evolución melódica en las primeras grabaciones de Smash en estudio, prepararle al tercero un lanzamiento mucho más ambicioso. Para la campaña de la canción Come Out And Play, el single de toques orientales elegido inicialmente, invirtió 70.000 dólares, más del triple de lo que costó la grabación del disco en sí.

Greg K y Dexter Holland, de The Offspring, durante un concierto en el Neox Rocks Festival en junio de 2014 en Madrid.Mariano Regidor (Redferns)

Influidos por otras bandas de la escena californiana de los setenta y ochenta, como Dead Kennedys, T.S.O.L. o Social Distortion (estos últimos, vecinos suyos de Orange), en las letras de The Offspring convivía un fuerte fondo político y reivindicativo con las meras ganas de pasarlo bien, sin que una cosa excluyera a la otra. Holland podía cantar en Come Out And Play sobre las guerras de pandillas en los barrios empobrecidos, en What Happened To You? sobre la adicción a las drogas y en Self Esteem de lo mal que se sentía por cómo le trataba la chica que le gustaba. Material más que suficiente por entonces para conectar, por un lado o por otro, con un amplio público adolescente.

Smash probó que, desde la independencia, una discográfica punk como Epitaph podía mirar a los ojos a las grandes corporaciones y llevarse una parte del pastel. Con aquel inmenso éxito, el mayor que logró el sello, Brett Gurewitz comenzó a presentarse ante los medios como el visionario capaz de hacer frente a Goliat, con apariciones en la revista Forbes a la manera de un magnate moderno hecho a sí mismo. Su política de intentar tratar a todas las bandas por igual al margen de su éxito también molestó a The Offspring. Primero, porque un grupo que había vendido varios millones de copias esperaba otra consideración. Y segundo, porque esa política era mentira: las atenciones e inclinación explícita de Gurewitz por su ojito derecho, Rancid (de quienes llevaba hasta un tatuaje), había terminado de despertar sus celos.

Los rumores de que el dueño planeaba traspasar Epitaph a una major y hacerse de oro fueron la gota que colmó el vaso, y el grupo decidió que, puestos a que los vendieran a una multinacional, se entregarían ellos mismos negociando sus condiciones y enriqueciéndose por sí solos. “Marcharnos no fue una decisión comercial. Creíamos que debía ser sobre todo un sello que promocionara al artista, y no al propio sello. Costaba cada vez más soportarle [a Gurewitz]. Era hiriente”, le confesaba Dexter Holland al periodista Ian Winwood en Smash!... Y la explosión del punk en los 90 (2018, editado en España por Libros Cúpula).

Dexter Holland, durante un concierto en Lollapalooza Brazil en el circuito de Interlagos en marzo de 2024 en Sao Paulo (Brasil).Buda Mendes (Getty Images,)

El grupo, que a todas luces digirió mejor su éxito que Gurewitz –el jefe de Epitaph se enganchó al crack y a la cocaína en aquella etapa, mientras The Offspring, según Holland, retrasó y dosificó mucho su exposición mediática como aprendizaje de la trágica experiencia de Kurt Cobain–, dio el salto a Columbia y se adaptó gradualmente a su nuevo estatus. Los mismos músicos que poco antes se habían negado a girar con Stone Temple Pilots por miedo escénico y querencia por las salas fueron, poco a poco, consolidándose como banda de estadios. Ixnay On The Hombre, su primer disco con Columbia, vendió menos que Smash, aunque todavía lograrían de nuevo un éxito equiparable en 1998 con Americana, el otro gran clásico de la banda.

Todo tiene su ciencia

Pese a la innegable relevancia e influencia del grupo sobre su tiempo, The Offspring nunca ha sido un grupo de renombre para la crítica. A la sombra de Green Day en cuanto a valoración y popularidad (la banda de Armstrong encontró con American Idiot, en 2004, un resurgir y una ampliación de su base de seguidores que la de Holland no tuvo), el grupo ha mantenido una carrera aceptable pero poco reivindicada. Billie Joe Armstrong, el lider de Green Day, admitió al crítico Ian Winwood que The Offspring le resultaban muy infravalorados, impresión que el periodista compartía. Noodles, guitarrista de The Offspring, también observaba cómo el Salón de la Fama del Rock & Roll había admitido ya a grupos de su época, pero a ellos les ignoraba, o que jamás habían sido siquiera nominados al Grammy.

“Fue un grupo puente para gente que luego descubrió a Fugazi, o que se decantó por un punk con mayores matices. Solo por eso ya habría que tenerlos en cuenta. Y no olvidemos la cantidad de películas, series y videojuegos en los que salen canciones suyas. Por otro lado, creo que su sonido ha envejecido un poco, a veces demasiado”, opina Jesús Llorente, que en The Offspring: Punkcore escribía que, a pesar de su éxito, le costaba pensar que el grupo tuviese acérrimos o fuese el favorito de alguien, sino más bien una banda complementaria. “Siempre hicieron lo que querían hacer y siguieron su propio camino hasta hoy. Metiendo en la batidora punk y pop en dosis diferentes y en épocas diferentes, en realidad jamás han pasado de moda, porque tampoco lo estuvieron nunca del todo. ¿Es eso lo que sucede con los clásicos? Yo no diría tanto, pero se acercan”.

Con Dexter Holland como único miembro original (Noodles casi lo es: entró en 1985, transcurrido un año de la fundación del grupo), la banda tuvo tras la pandemia un nuevo cambio en sus filas después de que el batería Pete Parada no quisiera vacunarse contra el coronavirus. Holland tenía motivos para llevárselo a lo personal: aparte de cantante, es biólogo –en coincidencia con el líder de Bad Religion, Greg Graffin, otro ejemplo de erudición punk que da además clases en su misma universidad– y la tesis de su doctorado precisamente se centró en el ARN mensajero, base del funcionamiento de las vacunas de Pfizer y Moderna.

Con un nuevo disco en camino, la banda tiene este 2024 una agenda repleta de festivales, con parada española prevista para verano en el Resurrection Fest de Viveiro. De directo sólido, aunque a Dexter Holland le cuesten cada vez más los tonos altos, el grupo lleva años tocando un repertorio dominado por sus éxitos de los noventa. No engañan a nadie ni se las dan de pretenciosos ante quienes aún acuden a verlos, un público que creció con ellos y que ha olvidado cualquier debate maniqueo sobre el encaje del punk en la industria. O al que nunca le ha importado eso. Fat Mike, cantante de NOFX, que siempre se resistió a formar parte de multinacionales, zanjaba así el asunto en Smash!... Y la explosión del punk en los 90: “Ni The Offspring ni Green Day eran unos vendidos. Ninguna de esas bandas sabía que iba a triunfar a lo grande. No compusieron su música para petarlo. Lo único que ocurrió es que millones de personas descubrieron que el punk es fabuloso”.

Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.

Más información

Archivado En