Por qué el mundo de la arquitectura está pendiente de una escuela para perros de Brunete
En las nuevas instalaciones del centro de adiestramiento canino Educan, a 30 kilómetros de Madrid, los arquitectos Lys Villalba y Enrique Espinosa han proyectado un ecosistema donde perros, humanos y pájaros convivan en armonía
Durante casi dos décadas, seis contenedores de transporte marítimo viajaron cargados de mercancías por océanos de todo el mundo. En el último año, y en tierra firme, sus intersticios se han convertido en el hogar de una veintena de gorriones, y también de “una lechuza, dos perras, cinco familias de vencejos, seis de cernícalos y varios humanos”, enumeran Lys Villalba y Enrique Espinosa. ...
Durante casi dos décadas, seis contenedores de transporte marítimo viajaron cargados de mercancías por océanos de todo el mundo. En el último año, y en tierra firme, sus intersticios se han convertido en el hogar de una veintena de gorriones, y también de “una lechuza, dos perras, cinco familias de vencejos, seis de cernícalos y varios humanos”, enumeran Lys Villalba y Enrique Espinosa. Estos dos arquitectos afincados en Madrid son los responsables del diseño de una singular escuela de adiestramiento canino que, desde la periferia de Brunete, a 30 kilómetros de Madrid, ha llamado la atención de los foros globales del sector. Desde que entró en funcionamiento, hace un año, este edificio ha ganado el premio MATCOAM de Innovación 2021, ha sido seleccionado en los FAD 2021 y es uno de los 39 finalistas españoles de los EU Mies Award 2022, los más importantes de Europa.
Cuentan los arquitectos que el encargo que recibieron consistía en ampliar una escuela ya existente, Educan, para cumplir los requisitos de homologación y ejercer su actividad al más alto nivel. Y, con esta petición inicial, se encontraron con un doble estímulo. Por una parte, la exigencia de generar un espacio funcional, donde humanos y perros trabajaran a diario en técnicas de entrenamiento como agility o IPO. Por otro, casi un lienzo en blanco: apenas disponían de precedentes para el proyecto que debían construir. “La mayoría de las escuelas de este tipo son naves industriales muy básicas”, explica Espinosa. “Los responsables de Educan quisieron aprovechar para construir un espacio que se saliese de todas esas lógicas precarias, y que respondiera a una serie de expectativas y compromisos con el bienestar animal y la ecología”.
La sostenibilidad vino dada, en primer lugar, porque gran parte del edificio que Villalba y Espinosa planificaron ha sido construido a partir de seis contenedores que, en conjunto, suman 24 toneladas de acero. “Utilizar un material que ya existe nos permite gestionar los recursos de otra manera”, apunta Espinosa. En lugar de utilizarlos tal y como se encontraban, los sometieron a diversas transformaciones en el taller de un metalista de Toledo. Así, los emplearon para construir la cubierta del edificio, que alberga espacios de almacenamiento e instalaciones, y utilizaron las chapas sobrantes para encofrar el muro perimetral de la planta baja y para revestir la fachada de la antigua sede de Educan. “Hemos reutilizado tres veces un material que, de lo contrario, habría acabado en la chatarrería”, explica el arquitecto.
En las imágenes del proyecto terminado, el origen de estos materiales, las ondulaciones de la chapa y la estructura original de los contenedores siguen siendo claramente perceptibles bajo las capas de colores brillantes con que Villalba y Espinosa han dotado al proyecto de una fotogenia delicadamente contemporánea. Pero lo que importa, insisten, no es tanto la belleza visual como una armonía más relacionada con las formas de vida que, casi como si fuera un ecosistema propio, el edificio congrega a su alrededor. Es ahí donde irrumpe una sensibilidad distinta y más matizada: en los elementos que convierten este proyecto, ante todo, en un espacio amable para los perros.
Los arquitectos desgranan algunos detalles que afectan a la sala de entrenamiento, un espacio diáfano de 200 metros cuadrados. Mencionan, por ejemplo, el suelo, “de hormigón árido visto, pero con canto rodado para que no sea picudo para las patas”. Sobre esta base, cuentan, han instalado una capa de césped artificial –”el homologado para las competiciones y entrenamientos caninos”, señalan– con una capa que amortigua los impactos y protege las almohadillas y las articulaciones de las patas de los perros. También es relevante el aislamiento acústico –”los perros ladran, no hablan, y era importante tenerlo en cuenta”, apunta Villalba– y la cota visual: las ventanas que comunican las distintas estancias entre sí están a un metro de altura, para que los perros no se distraigan con lo que pueda estar sucediendo en la sala contigua.
Desde que entró en funcionamiento, la actividad diaria de Educan ha demostrado que el enfoque interespecie de Espinosa y Villalba iba por buen camino. En ello incide el arquitecto, comisario e investigador Lluís Alexandre Casanovas, conocedor del proyecto. “Ahora que la arquitectura finalmente reconoce la importancia de las experiencias no humanas en el entorno construido, Educan presenta una estrategia radical”, afirma. “En lugar de usar elementos blandos o amorfos de apariencia orgánica, Lys y Enrique han recurrido a la prefabricación y a los sistemas constructivos de los edificios industriales humanos para acomodar las necesidades de los animales”.
Ese principio es aplicable también a los alrededores de la escuela, un entorno propicio para desarrollar ideas relacionadas con la rur-urbanidad, la palabra con que definen estos espacios fronterizos entre la ciudad y el campo. “Hicimos muy buen equipo con los clientes”, cuenta Villalba. “Tenían voluntad de innovar y además estaban muy comprometidos con la recuperación de aves, que es algo especialmente relevante en esta zona, castigada por un tipo de agricultura muy agresiva con el entorno”. Por ello, desde el principio previeron nidos en el exterior del edificio. “Sabíamos que los cernícalos llegaban del Este y la lechuza del Oeste, y tuvimos en cuenta que hay aves que se comen los mosquitos que transmiten enfermedades a los perros”, explica la arquitecta. “Pero, a este diseño planificado, se ha superpuesto un uso no planificado, como los gorriones que, durante la obra, empezaron a anidar en los agujeros de las aristas de los contenedores”. En el fondo, esos usos no planificados son los que corroboran su intuición inicial de que aquello podía ser mucho más que una escuela canina eficiente y bien planificada. “Estamos diseñando un ecosistema”, afirma. “Y es un ensayo, no una respuesta totalitaria”.