“Buscamos que el objeto en sí sea sexo puro”: la lámpara de diseño hecha con tangas, calzoncillos y medias
Rubén Gómez y Omar Miranda han creado Sudor, una luminaria con un diseño casi racionalista que se carga de lubricidad gracias a su pantalla
De entre las curiosidades que salieron a la luz en Private Lives of the Monarchs, la serie de documentales inglesa presentada por la historiadora Tracy Borman en 2017, una de las que más llamó la atención fue una relacionada con la silla del rey Eduardo VII. La misma que en su día el monarca usaba para mantener relaciones sexuales con más de una persona a la vez. Aunque lo curioso del caso no era tanto el hecho en sí ni la forma del asiento, a medio camino entre una tumbona y la butaca del ginecólogo, como la reacción generalizada que el diseñó provoco entre el público. Por los comentarios en redes sociales, muy pocos habían visto un mueble dedicado en exclusiva al coito.
“La moda ha tocado mucho el tema, pero es cierto que desde la arquitectura o el mobiliario apenas se ha hablado”. Rubén Gómez y Omar Miranda, diseñador y artista, lo comentan porque en 2024 han analizado este asunto a conciencia para crear desde Madrid su primer diseño conjunto: una lámpara de sobremesa que también funciona como aplique de pared. Un accesorio doméstico que por su filosofía bien podría recordar al florero Shiva que planteó Ettore Sottsass en 1973 con forma de pene, o a la silla Clitoriana firmada por el barcelonés Jordi Torres.
La diferencia es que Sudor, el nombre que recibe la luminaria, no hace referencia explícita a los genitales. La creación de Gómez y Miranda cuenta con dos tacos de goma en la base para enganchar en ella la pantalla encargada de tamizar la luz, que en realidad es la prenda íntima con la que esta lámpara se vende, a elegir entre tangas, bóxers, calzoncillos slip, suspensorios o medias convencionales. Para escoger también hay camisetas de tirantes, camisones, la clásica camisa azul de ir a la oficina y hasta siete pañuelos de poliéster en los que se han estampado fotografías de espaldas, pechos o traseros en plano detalle con ropa sudada.
“Lo que hemos hecho es que el objeto en sí sea sexo puro. O sea, que la lámpara tenga una carga lúbrica y obscena tan potente que no haga falta explicar nada más. Es verlo y pensar: ‘será de alguien que se ha desnudado y lo ha dejado tirado encima de la mesita de noche’. La lectura es inmediata”.
Diseñador y artista se conocieron en la capital española a base de coincidir en exposiciones y galerías. Un día decidieron hacer algo juntos, un objeto que fuera la síntesis de ellos dos y que a la vez mostrara cómo arrancó su amistad. ¿Fue en una discoteca? “Pues mira, sí”, reconoce Gómez. “Creo que fue en una fiesta, no recuerdo muy bien si fue en El cuerpo del Disco de la Sala Sol, en la que de verdad empezamos a intimar más. Estábamos en el mismo grupo de amigos riendo, bailando y sudando, pero también hablando de nuestro trabajo”.
Con un preámbulo así, se entiende mucho mejor de qué va esta lámpara que se lanzó hace unos días en una tirada artesanal y limitada de tan solo diez unidades. Ya hay intención de empezar a producirla a pequeña escala y manteniendo, según los autores, esa silueta sobria tan de mesita de noche de hotel. Porque es tal cual: el objeto se estructura a través de unas varillas finísimas de acero cromado que dan pie a un tubo flexible con un led de 50.000 horas de duración. “Si te fijas, es que casi parece uno de esos flexos de conferencia”, compara Miranda. “Nos gustaba mucho que el diseño evocara las líneas racionalistas de los años ochenta y noventa, y no tanto esa cosa como muy pop o postmoderna”.
Sudor podría pasar por una lámpara normal y corriente si no fuese por su pantalla. Algo que no ocurre con el jarrón de Sottsass ni mucho menos con el trineo sexual de Eduardo VII. Ahí la virtud de este diseño, tal y como mencionó el francés Philippe Starck cuando lo entrevistaron en DesignCurial a raíz de su Privé Collection de 2007, una línea de asientos pensados para el placer carnal. “Cuando llega tu suegra un domingo por la tarde a tomar el té en casa, tener en el salón un diseño sexual puede ser muy vergonzoso. Por eso la clave pasa por el doble lenguaje. Por crear algo que de día sea muy limpio, elegante y atemporal, pero que por la noche despierte a la bestia y que, de repente, todo sea posible”.