Carlos Fernández-Pello: “Hemos llegado a un punto insostenible, todo parece a punto de reventar”

El artista expone durante el Madrid Design Festival su proyecto ‘Apparel Dysphoria’: una serie de piezas realizadas con ropa de segunda mano con las que denuncia el consumo compulsivo en una industria, la de la moda, que produce el 10% de las emisiones de carbono humanas

Detalles de la instalación 'Apparel Dysphoria', de Carlos Fernández-Pello, en el espacio Hyper House, en Madrid.Asier Rua

La industria de la moda produce el 10% de las emisiones de carbono humanas, según advertía el Foro Económico Mundial en 2020. Además, según la misma fuente, el 85% de todos los textiles acaban en la basura cada año. El consumo de agua y energía que su ciclo productivo requiere es intensivo. El teñido y acabado de las telas, la preparación de hilos y la producción de fibras son sus procesos más contaminantes, mientras que el lavado de las fibras sintéticas como el po...

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La industria de la moda produce el 10% de las emisiones de carbono humanas, según advertía el Foro Económico Mundial en 2020. Además, según la misma fuente, el 85% de todos los textiles acaban en la basura cada año. El consumo de agua y energía que su ciclo productivo requiere es intensivo. El teñido y acabado de las telas, la preparación de hilos y la producción de fibras son sus procesos más contaminantes, mientras que el lavado de las fibras sintéticas como el poliéster ensucia los océanos con ingentes cantidades de microplásticos. Sin embargo, las grandes multinacionales de moda rápida comercializan cada año decenas de colecciones a precios tan asequibles que fomentan un consumo cercano a lo compulsivo, algo también promovido por la proliferación del comercio electrónico. El artista y diseñador Carlos Fernández-Pello (Madrid, 38 años) comparte la preocupación ante este panorama, aunque cree que no es ninguna novedad, sino que lleva tiempo fraguándose: “Lo que sí es verdad es hemos llegado a un punto de total insostenibilidad, donde todo parece a punto de reventar. Aunque quizá hace 20 años ya era así y no nos parábamos a pensarlo tanto. Eso es lo que pretendo explorar con mi obra”.

Imagen de Carlos Fernández-Pello frente a su obra.Fotografía cedida por Carlos Fernández-Pello

Lo hace a través del proyecto Apparel Dysphoria, que se expone estos días en el espacio Hyper House del barrio madrileño de Carabanchel durante el Madrid Design Festival, y que se reconfigurará para su clausura coincidiendo con las fechas de la feria ARCO (del 6 al 10 de marzo). Consta de una serie de piezas escultóricas de gran escala realizadas con ropa de segunda mano perteneciente tanto al propio Fernández-Pello como a otras personas que la han cedido desinteresadamente. En una segunda etapa, el artista desmembrará esta instalación para transformarla en distintos muebles, en una suerte de metamorfosis del objeto. “La idea es hacer una exposición que empieza como instalación escultórica con el final del Madrid Design Festival y que acaba en ARCO con objetos que tienen una utilidad, más cercanos al diseño”, explica. “Esta hibridación es como una representación del modo en que veo mi propia práctica y cómo me ubico en ambos ámbitos de trabajo”.

La moda fue una cuestión de élites hasta que a mediados del siglo XX irrumpió el prêt-à-porter, asequible para un sector social más amplio. Otro salto cualitativo lo supuso la aparición de la moda rápida de producción masiva, que generó una reducción de costes que ha presentado consecuencias positivas –una teórica democratización del fenómeno–, pero también negativas –una menor valoración de la calidad y la labor artesanal, y un fuerte impacto medioambiental–. Algo que comparten el arte y la moda es la dinámica de la novedad como elemento consustancial y motor necesario. Unas modas suceden y excluyen otras como han ido sobreviniendo los movimientos artísticos de acuerdo con el relato de la historiografía clásica, un proceso influido por factores sociopolíticos y por la evolución del gusto de las clases dominantes, que a través de él se distinguen del resto de la población. En su ensayo La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, el sociólogo francés Pierre Bourdieu desarrollaba esta idea aplicada al ámbito más amplio del estilo de vida. “El gusto clasifica, y clasifica al clasificador”, afirmó célebremente Bourdieu.

Detalles de la instalación 'Apparel Dysphoria', de Carlos Fernández-Pello, en el espacio Hyper House, en Madrid.Asier Rua

Pero, según Carlos Fernández-Pello, en los últimos tiempos se ha perdido parte de la función diferenciadora que tradicionalmente correspondía a la moda. “Siento que ese papel ahora lo desempeña el arte, que ocupa el lugar de lo más inaccesible”, analiza. “En el arte, lo que antes eran movimientos artísticos o vanguardias ahora son tendencias, una idea propia de la moda que ya lo atraviesa todo. Además, el lujo y la moda se han dado cuenta de que su negocio da más dinero cuando resulta accesible que si es más exclusivo. Y eso hace que el lujo se vuelva una especie de kitsch, pero además es que podríamos acabar literalmente inundados bajo montañas de ropa”.

El origen de Apparel Dysphoria es una ficción: la de que la ropa se configura como una entidad con voluntad propia que aspira a convertirse en otro tipo de objeto (la disforia del título), un mueble que proporcione a sus usuarios un confort más perdurable. “Todo partió de que imaginé la moda como una inteligencia artificial que tiene su propia agenda, que consiste en reproducirse de forma infinita”, apunta Carlos Fernández-Pello. “Y al mismo tiempo pienso en cómo nos construimos una identidad propia cuando elegimos el modo en que nos vestimos, algo con lo que juega esa industria. Al final, la ropa y los humanos vivimos en una especie de simbiosis, donde no sabemos si nosotros la usamos a ella o si ella nos usa a nosotros”.

Mientras, se expande el negocio de la moda vintage y de segunda mano, y las propias marcas de ropa empiezan a desarrollar programas de reciclaje, reparación o donación de prendas con el fin de atenuar los impactos reputacionales de un modelo de negocio poco sostenible. Los textiles y las marcas han sido elementos que Carlos Fernández-Pello ha utilizado a menudo en su obra, como pudo apreciarse en exposiciones recientes como Elige todo (Galería Luis Adelantado, Valencia) o Reiteración (García Galería, Madrid).

Detalles de la instalación 'Apparel Dysphoria', de Carlos Fernández-Pello, en el espacio Hyper House, en Madrid.Asier Rua

Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense, Fernández-Pello también es docente: ejerce funciones de coordinador de desarrollo académico en la Escuela Universitaria de Artes TAI (centro adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos), y ha colaborado dando clases en el Centro de Estudios del Museo Reina Sofía, el IED Madrid, la Universidad Antonio de Nebrija o la propia Complutense. Asegura que este desempeño le ha hecho más consciente del problema de la sobreproducción y la sobreutilización de recursos: “Cuando das clase de diseño de producto en cuatro clases de 20 alumnos te das cuenta de que hay 80 personas gastando materiales y consumiendo. Como artista no lo veía así, de modo que no era tan consciente del uso multiplicado de materiales hasta que lo he experimentado en el aula. Por otra parte, sí encuentro que las nuevas generaciones tienen una mayor sensibilidad hacia estos temas, aunque ya en la mía había conciencia ecológica”.

Carlos Fernández-Pello estará presente en esta edición de ARCO como parte del stand de Cervezas Alhambra, ya que es uno de los tres finalistas al premio de arte emergente que otorga esta marca (los otros dos son Claudia Pagès y Fermín Jiménez Landa) con unas piezas escultóricas realizadas con queso. “Aparentemente, ambos trabajos no tienen que ver, pero con el tiempo he ido descubriendo áreas comunes”, admite el artista. “El punto de contacto más evidente es la contradicción entre la materia viva y la muerta, la orgánica y la inorgánica. Por un lado, trabajo con unas obras que en principio son estáticas y estables pero que cambian, porque el fermento de la leche está vivo. Y por otro me aproximo al objeto inanimado como la ropa, algo que aparentemente no tiene fluidos ni células, pero que replica patrones de lo vivo”.

En cuanto al porvenir que se dibuja, considera que todo nos aboca a la incertidumbre. “Creo que se va a seguir produciendo más y más, salvo que lleguemos a un terrible colapso o una catástrofe similar”, vaticina. “Pero también se va reutilizando cada vez más aquello que se produce, algo que creo inevitable. Porque nos hace sentir bien, y porque supone una motivación para el futuro. Reciclar implica pensar que esto va a seguir funcionando, en lugar de que va a colapsar. Y, si hablamos de responsabilidad, la del arte es intentar representar las cuestiones más que dar una respuesta. Se trata de buscar métodos de convivencia con los problemas”.


La exposición Apparel Dysphoria puede verse en el espacio Hyper House (c/ Ramón Sainz, 22. Madrid) hasta el 10 de marzo. Visita con cita previa escribiendo a house@hyperstudio.es


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