El auge de la construcción prefabricada en España: “En unos años una casa de ladrillo será un artículo de lujo”
La casas industrializadas o prefabricadas ya son competencia de la vivienda tradicional en España. Cada día son más sencillas de erigir, más ecológicas y más eficientes
Al echar un vistazo al proyecto bautizado UP48 El Refugio, del estudio Ubiko en Sa Pobla, Mallorca, lo primero que llama la atención es que parece una casa anclada al lugar en el que se encuentra. A través de diferentes patios que beben de la tradición mallorquina y con una espectacular celosía de cerámica, se ha creado una conexión de la vivienda con la sierra de Tramontana que parece ser la clave de su bel...
Al echar un vistazo al proyecto bautizado UP48 El Refugio, del estudio Ubiko en Sa Pobla, Mallorca, lo primero que llama la atención es que parece una casa anclada al lugar en el que se encuentra. A través de diferentes patios que beben de la tradición mallorquina y con una espectacular celosía de cerámica, se ha creado una conexión de la vivienda con la sierra de Tramontana que parece ser la clave de su belleza. Pocos dirían que esta construcción de alta gama y de más de 400 metros cuadrados ha sido hecha en su mayoría de forma industrializada y prefabricada, a kilómetros del lugar en el que se halla y con una mano de obra y unos tiempos más reducidos que los de una vivienda convencional.
Sin embargo, esta casa es solo una de las muchas que, en los últimos años, proliferan por toda España y ponen en cuestión la forma tradicional de construir una vivienda. De un modo, eso sí, aún bastante tímido. “En España la industrialización de la edificación no llega al 3%, mientras que en otros países como Holanda están cerca del 40%. Hay que incitar a que esto se haga, pero que se haga bien, porque el mercado en España está saturado”, cuenta Raúl Hinarejos, CEO del estudio de arquitectura Viraje, al que pertenece la marca Ubiko.
Fundada hace nueve años, Ubiko sorprendió incluso a sus creadores: aunque pensaban que iban a facturar viviendas pequeñas y de ajustado presupuesto, la realidad fue que las casas con su sello han acabado siendo de gama alta, especialmente dirigidas a extranjeros de alto poder adquisitivo sensibilizados con la arquitectura y hasta para celebrities como Quim Gutiérrez, al que acaban de construir una nueva vivienda. “Nosotros mismos teníamos una visión sesgada de lo que es prefabricado. Nos dimos cuenta de que se puede hacer cualquier casa y cualquier arquitectura y que hay viviendas en las que no se distingue si lo son o no”, explica.
La confusión, de hecho, llega a veces a su misma nomenclatura porque vivienda industrializada, modular y prefabricada parecen sinónimos, pero no lo son. “Es una de los mayores confusiones que suele haber con los clientes”, admite el CEO de Ubiko. En pocas palabras (el tema da para mucho y está abierto a interpretaciones), la vivienda modular es aquella que se crea con construcciones estandarizadas que pueden repetirse o combinarse entre sí, se generan en fábrica y se suelen transportar ya montadas. Sin embargo, lo industrializado se refiere al proceso con el que esta se crea, en cadena o en una fábrica, igual que se puede fabricar un coche, mientras que prefabricado indica que, al contrario que las clásicas casas, sus principales elementos no se crean in situ. Esto es, una vivienda puede ser prefabricada pero no modular ni tampoco tiene que haber sido fabricada de modo industrial, aunque suela serlo.
Dentro de este bufé libre para elegir una técnica, en el caso de Ubiko sus viviendas se componen de muros de hormigón prefabricado hechos a medida que se ensamblan en su futuro destino por sus propios técnicos. Esto, según la empresa, se puede realizar en plazos de solo 6 a 10 meses, muy inferiores a los de un edificio tradicional, dependiendo del tamaño de la casa, y reduce los costes de la obra y los residuos del proceso “entre un 45% y un 60%”.
En madera y de residuo cero
El hecho de que este tipo de construcciones puedan ser más respetuosas con el medio ambiente es lo que movió a dos arquitectos y dos industriales a fundar la empresa navarra Woodville, especializada en viviendas prefabricadas hechas de madera. Todo se ha diseñado para que el costo de operación sea mínimo, sin necesidad de agua y con un residuo prácticamente cero. “Este sector merece una modernización. La construcción consume un tercio de la energía del mundo, un tercio de los recursos materiales y genera un tercio de los residuos. Tenemos una oportunidad enorme de hacer algo importantísimo por el planeta y la sociedad en conjunto”, reclama el arquitecto Fernando Oiza, uno de los fundadores de Woodville.
Su compañía comercializa desde hace apenas seis meses y desde unos 50.000 euros un único modelo, llamado Mohma, en cuatro versiones distintas, que pueden llegar a tener hasta 74 metros cuadrados. Ellos las hacen con un revestimiento de metal y una estructura de chopo navarro “pero podría ser de cualquier tipo de madera, siempre que sea local”, advierte. Sus Mohma, especialmente usados para crear alojamientos rurales, se construyen a través de un kit, que incluye la instalación eléctrica o las tuberías, y que instala un equipo de montadores propios que viajan allí donde se vaya a colocar la casa. “Es lo contrario de la construcción tradicional, no hay tantos gremios a los que coordinar ni necesidad de que vaya el fontanero o el electricista. Con este sistema podemos poner en crisis algo totalmente desfasado”, asevera.
Esta capacidad de trabajar más rápido y de forma eficiente es lo que también resalta Pilar Cano-Lasso, arquitecta de la firma Tini. Su empresa se ha centrado en crear viviendas industrializadas modulares que modifican para adaptarse a cada proyecto. Las casas, que siempre tienen que respetar que cada módulo mida un máximo de 3 metros de ancho y 11,3 de largo para poder moverse por carretera, se entregan en unos 60 días desde el momento de la compra. Llegan ya montadas e incluso amuebladas y solo precisan de una losa de hormigón o pilotes, dependiendo del terreno, para instalarse en apenas 2 o 3 días.
“Empezamos con un cliente de perfil medio-alto que adquiría módulos únicos, pero a medida que hemos ido creciendo, estamos desarrollando proyectos de viviendas mayores usando este sistema con perfiles de clientes muy diferentes. Nos hemos encontrado de todo, desde aquel dispuesto a que le hiciésemos llegar su Tini en helicóptero por el difícil acceso a su terreno, hasta quien nos pregunta si necesita una parcela para poder tener su casa”, cuenta.
Ante el desconocimiento de muchos clientes, han acabado ofreciendo desde el transporte, al diseño, la instalación o los trámites legales del terreno. Un control casi total de todo el proceso con el que es difícil que haya sorpresas a la hora de abordar los costes, algo habitual en una casa de las de toda la vida. “A día de hoy la mano de obra es lo más caro. Controlando tiempos, material y ejecución se optimiza todo en mucha mayor medida. El que dentro de unos años haga una casa de ladrillo estará haciendo un artículo de lujo”, concluye.