Fiona Shackleton, la abogada de los divorcios de las grandes fortunas británicas a la que llaman “la magnolia de acero”

Temida y reverenciada por sus victorias, la letrada británica ha representado a Carlos III o Paul McCartney, y los medios apuntan a que ahora la ha contratado la actriz Isla Fisher para su separación de Sacha Baron Cohen. Se calcula que cobra entre 800 y 1.400 euros por hora

Paul McCartney con su abogada, Fiona Shackleton, a la salida del Tribunal Superior de Londres el 17 de marzo de 2008. La exmujer del cantante, Heather Mills, reaccionó derramando sobre la cabeza de la letrada una jarra de agua.Dan Kitwood (Getty Images)

Es una verdad mundialmente reconocida, adaptando un poco el arranque de la famosa novela Orgullo y prejuicio, que en un divorcio, especialmente el de una gran fortuna, ganan los abogados. Pero Fiona Shackleton (Londres, 67 años), la llamada “magnolia de acero” de la industria legal británica, inicialmente siempre recomienda no separarse. Es probable que quien ha sido descrita por Spear, la Biblia del sector, como la “más temida y reverenciada” en su campo se lo plantease a quien...

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Es una verdad mundialmente reconocida, adaptando un poco el arranque de la famosa novela Orgullo y prejuicio, que en un divorcio, especialmente el de una gran fortuna, ganan los abogados. Pero Fiona Shackleton (Londres, 67 años), la llamada “magnolia de acero” de la industria legal británica, inicialmente siempre recomienda no separarse. Es probable que quien ha sido descrita por Spear, la Biblia del sector, como la “más temida y reverenciada” en su campo se lo plantease a quien los medios aseguran que es su más reciente clienta, la actriz Isla Fisher, quien el 5 de abril anunció el fin de su matrimonio de 14 años con Sacha Baron Cohen. Pero cuando la decisión está tomada, Shackleton pasa despiadadamente a la acción.

Su historial de casos abruma por el perfil alto de sus representados. Desde el actual rey de Inglaterra, Carlos III, cuando en 1996 completó su divorcio de Diana de Gales, hasta Paul McCartney en su correosa batalla judicial contra su segunda mujer, Heather Mills, quien se llevó menos de una quinta parte de los 125 millones de libras que le demandaba al ex Beatle. La reacción de ambas mujeres ante el incisivo estilo de Shackleton no podría ser más opuesta: mientras la anterior princesa de Gales le mandó un enorme ramo de flores y una tarjeta de agradecimiento al concluir el proceso ―pese a ser la responsable de que Lady Di perdiese el codiciado título de Su Alteza Real―, Mills derramó sobre la cabeza de la abogada una jarra entera de agua en la última sesión de su divorcio, el 17 de marzo de 2008.

Shackleton abandonó el Tribunal Superior de Londres con el pelo todavía húmedo y fue la única vez que se la ha visto en público sin lucir una cabellera perfecta. Su extremadamente pulida apariencia, con cada uno de sus cabellos rubios en su lugar, sus coloridos trajes y sus habituales grandes pendientes han contribuido al sobrenombre que aumenta su leyenda, pero también han sido utilizados maliciosamente para desacreditarla. A ella no parece importarle, admite que “adora la ropa” (en el año 2000 mostró a la revista Vogue su armario, que contaba con 36 trajes, 24 vestidos y 85 pañuelos) y la considera su “equipamiento de batalla”.

Más cruel resulta el desdén con el que algunos en la industria ven su historial académico, ya que, frente a las matrículas de honor en Oxford o Cambridge, de las que presumen parte de los pesos pesados del universo legal británico, Fiona Shackleton se licenció en la Universidad de Exeter con la nota más baja. En parte, ella lo atribuye a su dislexia, pero como evidencia de su habilidad retórica para poner hasta aparentes flaquezas a su favor, dice que se ha convertido en un “ejemplo” para personas que, como ella, no alcanzaron la excelencia en los estudios.

Fiona Shackleton en la boda del príncipe Enrique con Meghan Markle en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, el 19 de mayo de 2018.Max Mumby/Indigo (Getty Images)

De hecho, de adolescente su vocación era la Medicina, pero sus profesores le dijeron que no tenía el cerebro. Pero el Derecho tampoco fue su primer destino tras terminar sus estudios. Se formó en cocina en la escuela Le Cordon Blue, trabajó en catering de salones de conferencias y no obtuvo su licencia para ejercer como abogada hasta 1980. Seis años después, ya era socia del bufete Farrer and Co, que contaba con la familia real británica entre su exclusiva clientela y, hoy en día, Shackleton aún representa a los príncipes Guillermo y Enrique, los hijos de Carlos III y Diana de Gales. El 21 de diciembre de 2010, la reina Isabel II la nombró en Westminster baronesa vitalicia de Belgravia, uno de los distritos más acomodados de Londres.

La experiencia inicial, sin embargo, fue amarga. En una inusual entrevista con el Financial Times a finales de 2020, confesó que había sufrido acoso laboral, especialmente por ser judía y por su dedicación como madre de sus por entonces dos hijas pequeñas: siempre abandonaba la oficina a las 17.30 para asegurarse de que llegaba a casa a tiempo de acostarlas. La adversidad, no obstante, aumentó su determinación y le dio los nervios de acero que la llevarían a la estratosfera del firmamento legal.

Su nombre comenzó a sonar públicamente en 1996, con el divorcio de otro de los hijos de Isabel II, el hoy caído en desgracia príncipe Andrés. Fue precisamente el dominio desplegado durante el proceso de su separación de Sarah Ferguson lo que a la letrada le abrió la puerta, ese mismo año, a trabajar en disolver el matrimonio de los príncipes de Gales y, a su vez, constituyó el catalizador que convenció a Paul McCartney de contratarla para su única ruptura matrimonial. Cuando la reclutó en 2007, el cantante era el cliente con más activos que Shackleton había representado. Pero fue en 2016 cuando la abogada selló el acuerdo de divorcio más elevado de la historia británica: 453 millones de libras para Tatiana Akhmedova, exmujer del magnate ruso de la energía Farkhad Akhmedov.

Los perfiles que acumula su currículum profesional son eclécticos, pero tienen un hilo común: el de ser grandes fortunas, algo que parece obligado si se tiene en cuenta que se calcula que Shackleton cobra entre 700 y 1.200 libras por hora (entre 800 y 1.400 euros al cambio actual). Aparecen de Madonna, en su divorcio del director Guy Ritchie, a uno de los dos hermanos fundadores del grupo musical Oasis, Liam Gallagher. También la princesa Haya Bint al-Hussein de Jordania, exmujer del dirigente de Dubái.

La princesa Haya Bint al-Hussein de Jordania y la abogada Fiona Shackleton abandonan el Tribunal Superior el 31 de julio de 2019 en Londres, Inglaterra.Chris J Ratcliffe (Getty Images)

Quizá como fórmula no necesariamente intencionada de compensar la vida personal de sus clientes, ella es la imagen de la estabilidad: desde 2001 trabaja en el mismo bufete, el prestigioso Payne Hick Beach, y está casada desde hace más de tres décadas con Ian Shackleton, a quien conoció en la universidad. Considera que el éxito de su matrimonio radica en que se dan “suficiente espacio juntos y separados”. “Tuve la ventaja de haber trabajado en derecho de divorcio durante bastante tiempo antes de casarme, por lo que podía ver quién aparecía. La conclusión es que la amabilidad lo es todo”, dijo a Financial Times. Ella misma financió un proyecto de investigación de su universidad para educar a niños en materia de relaciones y elegir bien pareja.

Ante las dificultades, su consejo siempre es el mismo: “¿Odias a tu cónyuge más de lo que quieres a tu hijo? Los niños son niños durante muy poco tiempo, piensa a largo plazo, sé flexible, quiere a tu hijo”. Y cuando les explica a sus acaudalados clientes a qué se enfrentan con un divorcio, la advertencia es elocuente: “Puede ser tortura rápida o lenta”.

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