Una infanta en turista
Cristina de Borbón viaja sola a visitar a su papá a Abu Dabi, cuando durante años ascendía y descendía con soltura de los aviones por la escalera destinada a las autoridades
La situación es teatral. Hay portadas de ¡Hola! que marcan la historia y la de esta semana puede ser una de ellas. La infanta Cristina, hermana del Rey, fue retratada en el aeropuerto de Zúrich como una turista más, acompañada por un equipaje normalucho. Una imagen anodina que podría inspirar un poquito de lástima hacia la señora de Urdangarin. Solo que, en tiempos de Instagram, donde todo tiene un filtro, esa pena no es mucha.
La inusual imagen de portada trasluce un nuevo filtro: el de triste víctima y también el deseo de ¡Hola! de recuperar el timón editorial que, con ...
La situación es teatral. Hay portadas de ¡Hola! que marcan la historia y la de esta semana puede ser una de ellas. La infanta Cristina, hermana del Rey, fue retratada en el aeropuerto de Zúrich como una turista más, acompañada por un equipaje normalucho. Una imagen anodina que podría inspirar un poquito de lástima hacia la señora de Urdangarin. Solo que, en tiempos de Instagram, donde todo tiene un filtro, esa pena no es mucha.
La inusual imagen de portada trasluce un nuevo filtro: el de triste víctima y también el deseo de ¡Hola! de recuperar el timón editorial que, con la reciente portada de Urdangarin enamorado, le arrebató Lecturas. Ya estábamos acostumbrados a filtros que te quitan años o que te convierten en gatito o pajarito. Que te hacen cambiar de aspecto ipso facto. Y ahora la Infanta ha creado su propio metaverso: “Pobrecita Cristina”. Viajando sola a visitar a su papá a Abu Dabi, cuando durante años ascendía y descendía con soltura de los aviones por la escalera destinada a las autoridades. Pero, como dijo su hijo Pablo: “Son cosas que pasan”. Y pasa que el filtro se atasca un poco siendo heredera de la fortuna paterna, con cuatro hijos hermosos más un jugoso contrato con el agá Jan. En fin, que en esa foto de portada parece más bien una infanta en viaje de negocios.
Más sinceras, o menos teatrales, resultan las imágenes de Omar Sánchez, que ha tenido el fugaz privilegio de formar parte de otra de nuestras dinastías, los Pantoja, al haber estado casado durante cuatro meses con la sobrinísima, Anabel Pantoja. Hoy quiero confesar que nunca pude filtrar bien esta historia, pese al esfuerzo por parte de sus protagonistas en Instagram y en televisión. En la portada de Semana, Omar se manifiesta dolido, apenado como una infanta. Aunque él sí reconoce que no estuvo a la altura, pero al mismo tiempo aprovecha para enseñar una espléndida colección de zapatillas tecnológicas, con gamuza de colores o estampado animal, que pueden confirmar que Cristina de Borbón necesita hablar con el estilista de Omar para seleccionar una mejor maleta que la que exhibe en ¡Hola!
¡Esa maleta hay que dejarla atrás! Y sobre todo que no la empleen nuestros exitosos Penélope Cruz y Javier Bardem en su merecido viaje a Hollywood. Esta doble nominación a los premios de la Academia de Cine como mejor actriz y mejor actor es un mérito personal, no una herencia y merece una celebración. Han sido capaces de unir sus vidas, cruzar juntos 30 años de extraordinaria evolución profesional y de llegar a ese punto en que, sentados en una butaca, escuchen sus nombres unidos en los Oscar. Es el triunfo del amor y del esfuerzo. Ahora ya son aristócratas, eso sí, del talento.
Ese día, pero a diferente hora, laSexta Noche me invitó a entrevistar a otra aristócrata, Carmen Thyssen delante de Mata Mua, el cuadro estrella de su colección que durante 15 años estará expuesto en las salas del Museo Thyssen, bajo su nombre. Acudió vestida de blanco, como las tahitianas del cuadro y de Chanel, que también vistió el día que se encadenó a los árboles del Paseo del Prado, evitando así su atroz tala con la sugerente voz de “no a la tala”. Sin filtros, confesó que se siente recompensada por lo que ha hecho, traer la colección de su marido a España: “Me han otorgado la medalla de Isabel la Católica”. Propone que busquemos la alegría antes que ahogarnos en penas: “Me despierto pensando que no tengo ninguna razón para estar triste”. Eso sí que es aristocrático, pensé.
Albert Rivera emparentó con otros aristócratas del talento, su pareja, Malú, es sobrina de Paco de Lucía. Resulta que se le acusa de no rendir lo suficiente en la abogacía de alto rendimiento. ¡Hola! debería rescatarlo. Pero con una buena maleta.