Los homenajes victorianos y reales que esconden los retratos del 40º cumpleaños de Kate Middleton
La sesión de fotos, que acabó con la duquesa bailando, según ha explicado Paolo Roversi, ha dado como resultado unas imágenes que recuerdan a las de la reina Victoria o las de Margarita de Inglaterra hechas por Cecil Beaton
Unas fotos de 2021 que parecen de hace 100 años, pero adaptadas a la modernidad. Así son los retratos que el italiano Paolo Roversi ha tomado de Kate Middleton, esposa de Guillermo de Inglaterra y aspirante a reina consorte (con permiso del príncipe Carlos y de su esposa Camila). Con motivo de su 40º cumpleaños, la duquesa ha posado con tres vestidos de Alexander McQueen para sendas imágenes que en 2023 pasarán a formar parte de la colección permanente...
Unas fotos de 2021 que parecen de hace 100 años, pero adaptadas a la modernidad. Así son los retratos que el italiano Paolo Roversi ha tomado de Kate Middleton, esposa de Guillermo de Inglaterra y aspirante a reina consorte (con permiso del príncipe Carlos y de su esposa Camila). Con motivo de su 40º cumpleaños, la duquesa ha posado con tres vestidos de Alexander McQueen para sendas imágenes que en 2023 pasarán a formar parte de la colección permanente de la National Portrait Gallery de Londres (de la que la duquesa es patrona desde 2012) y que también se expondrán en Berkshire, Saint Andrews y Anglesey, tres localizaciones importantes en la vida de Middleton.
Nada en esos tres retratos ha sido dejado al azar: desde la localización donde han sido tomados hasta el retratista, pasando por la ropa, los colores, las poses o el maquillaje de la duquesa. Todo lo que hay tras ellos tiene una intención y un significado. Los vestidos de Alexander McQueen (decididos para la sesión de fotos personalmente por Sarah Burton, directora creativa), la misma firma que Middleton eligió para su boda y que escoge en los actos más importantes de su vida pública, son en rojo, su color insignia, y en blanco, un tono clásico que destaca en el discreto sepia de las imágenes y que es atemporal, mientras que las alhajas (además de su sortija azul de compromiso) salen de los joyeros de su fallecida suegra, Diana de Gales, y de la abuela de su esposo, Isabel II, que le ha prestado unos pendientes para la ocasión. Las fotos fueron tomadas por Roversi en Londres en noviembre, en Kew Gardens, unos jardines a unos 10 kilómetros de la capital, escogidos por Kate por la importancia que para ella tiene la naturaleza y por su positivo impacto en la salud mental.
Kate estudió Historia del Arte en la universidad, y su conocimiento sobre la importancia del retrato y de la representación resultan evidentes en el análisis de las imágenes. Destaca especialmente el retrato oficial, un posado en el que se coloca de lado, con un vaporoso vestido blanco que deja sus hombros al descubierto, a la vista los pendientes de perlas que pertenecieron a Diana y la melena al viento. Es el único en el que Kate no sonríe ni mira a la cámara, y es un claro guiño a los retratos victorianos y clásicos de las familias reales europeas, también de la británica, a toda una tradición de reinas que anteriormente se mostraron así ante el pueblo. De hecho, recuerda a otras fotos tomadas a la reina Victoria o a la reina María de Teck, abuela de la actual Isabel II.
El posado de Kate también tiene ciertas reminiscencias a los retratos de quien fue uno de los grandes fotógrafos de la corte y de las estrellas de mediados del siglo pasado, Cecil Beaton, que entre otros inmortalizó a la reina madre, a Isabel II o a su hermana, la princesa Margarita, también vestida de vaporoso blanco en una imagen muy similar a estas. El blanco, la gasa y el gesto tranquilo suelen ser claves en este tipo de instantáneas. Las imágenes incluso se parecen a cuadros de autores del siglo XIX (la especialidad de Middleton y tema de su trabajo de fin de carrera) como Dante Gabriel Rossetti o sir David Coyle Burne-Jones puesto que, como ha contado Roversi en el diario Il Corriere de la Sera, efectivamente la propia duquesa le mostró algunas obras de esos pintores como inspiración para la sesión.
El color de las imágenes también resulta sugerente, en sepia y con un fondo muy neutro, tratando de imponer un tono suave y poco llamativo, donde prime más la propia Catalina que cualquier otro elemento; de ahí la discreción de las joyas —sin cintas, tiaras ni collares— y también la sutileza del maquillaje y la peluquería. Ambos están presentes, pero de forma sutil, con una melena que parece casi secada al aire, de estilo prerrafaelita, gran inspiración para Roversi, y sin apenas presencia de rubor, máscara de pestañas ni barra de labios sobre la duquesa.
El fotógrafo italiano sabe bien cómo fijar esa cualidad de los retratos clásicos, como ha demostrado a lo largo de su carrera, que arrancó de asistente del británico Lawrence Sackmann y de otros grandes de la fotografía como Guy Bourdin o Helmut Newton y con una exitosa campaña para Christian Dior en 1980. También fue el autor del calendario Pirelli de 2019, en el que aparecían Emma Watson o Rosalía. La duquesa decidió encargarle los retratos a Roversi y primero se lo planteó mediante una reunión virtual, para después ponerse cara presencialmente. “Ha sido un honor para mí, un momento de pura alegría”, ha afirmado el italiano en un comunicado. “Me conmovió su calidez y su amistosa bienvenida y quedé hechizado por sus brillantes ojos, que reflejan la bondad de su alma, y por su sonrisa, que muestra la generosidad de su corazón. Ha sido una experiencia profunda y rica para mí, un momento inolvidable. Conocí a una persona maravilla, una persona que con su energía positiva puede traer esperanza al mundo entero”.
Según ha contado Roversi en Il Corriere de la Sera, la sesión fotográfica llevó algo más de cuatro horas. Se tomaron más de 250 fotografías, y tras ellas se llegó a una selección de 70. De esas, Kate optó por “una docena de sus favoritas”, explica el retratista, y él escogió otras tres propias. La fotografía oficial fue una decisión conjunta. “Para el retrato oficial lució el vestido de organza, casi como una bailarina clásica”, explica Roversi, que da cuenta de un revelador y divertido detalle: “Al final quise hacer fotos en movimiento, así que con esa maravillosa falda ancha la hice bailar frente a mi cámara, una especie de vals acelerado mezclado con una pizca de rock’n’roll”. Pero esas fotos quedarán guardadas, probablemente para siempre, en el archivo del fotógrafo.