Una campaña contra Enrique de Inglaterra recoge más de 43.000 firmas para que renuncie a sus títulos y evite “dañar a la monarquía”
Una aristócrata británica afirma que el príncipe debe pedir a Isabel II que le retire sus honores para así “liberarle de sus constricciones diplomáticas, políticas y constitucionales”
La salida de Enrique de Inglaterra y Meghan Markle de la casa real británica, en marzo de 2020, supuso todo un golpe de realidad para monárquicos y extraños, que se quedaron sorprendidos de la decisión de la pareja dos meses antes de dejar atrás su existencia entre los muros de palacio y empezar una vida independiente y en la distancia. Sin embargo, m...
La salida de Enrique de Inglaterra y Meghan Markle de la casa real británica, en marzo de 2020, supuso todo un golpe de realidad para monárquicos y extraños, que se quedaron sorprendidos de la decisión de la pareja dos meses antes de dejar atrás su existencia entre los muros de palacio y empezar una vida independiente y en la distancia. Sin embargo, más allá de sorprender, ese gesto no sentó bien en todo el país. Ciertos sectores muy críticos con la pareja creyeron que sus formas no habían sido las más apropiadas y que, ya que se marchaban, tenían que hacerlo definitivamente.
Ese es el caso de lady Colin Campbell, una aristócrata británica siempre con la lengua y la pluma muy afiladas a la hora de retratar a los Windsor. Tanto que ha creado una petición por Internet, a través de la plataforma Change.org, donde pide firmas para que Enrique renuncie a todos sus títulos. Una iniciativa con más éxito incluso del que ella esperaba: la creó hace dos semanas para pedir 15.000 apoyos y ya ha superado los 43.000.
“La propuesta”, reza la petición de la plataforma, “es invitar al príncipe Enrique a pedirle voluntariamente a la reina que suspenda sus credenciales reales, sus títulos y sus rangos, liberándole así de sus constricciones diplomáticas, políticas y constitucionales que son parte inevitable de las tareas reales, y también liberarle de los conflictos constitucionales que sus creencias están creando, con todas las implicaciones nacionales y en el extranjero, sobre todo en el Reino Unido y EE UU, donde su pensamiento está en un conflicto abierto con los principios aceptados en las constituciones británica y estadounidense”.
Lo que lady Colin Campbell argumenta es que, si Enrique renuncia a estos títulos, podrá expresar sin cortapisas sus ideas, “como es el derecho de todos los ciudadanos privados, sin dañar la institución de la monarquía o las relaciones entre los aliados”. Además, para ella, que fuera Isabel II quien se lo retirara a petición propia “resolvería conflictos que de otro modo sería inevitables, y le permitiría disfrutar del rédito de poner tanto los intereses nacionales como los internacionales por encima de los suyos propios, haciéndole ganar un respeto que de otro modo no disfrutaría”.
La decisión de los duques de salir de la familia real, ocurrida hace algo más de un año, no es el único revulsivo para que se haya creado esta petición, sino que parece estar más relacionada con las últimas apariciones públicas y declaraciones, sobre todo, de Enrique. Su polémica entrevista con Oprah Winfrey, donde él y su esposa acusaron de racismo a la familia; sus declaraciones criticando la primera enmienda de la Constitución de EE UU, que defiende la libertad de expresión; o su serie sobre la salud mental en Apple, donde aseguraba que su familia le había dado más problemas que ayuda a la hora de superar sus adicciones y depresiones, han sido las generadoras de esta nueva ola de quejas.
Porque esta es la última —aunque sí una de las más populares y que aún tienen margen para crecer— de una serie de peticiones que arrancaron hace dos años, poco después de la boda de los duques. Entonces un grupo de ciudadanos se quejó del alto coste del evento, y de que Markle, antes de ser duquesa, ya había gastado más de un millón de euros en ropa y seguridad y que, además, estaba totalmente desconectada de la cultura del país que estaba sufragando sus gastos. De hecho exigían que la antigua actriz de Suits no llevara el título de duquesa a no ser que adoptara la ciudadanía británica. Esos mismos ciudadanos actualizaron su petición en marzo de 2020, cuando los duques decidieron dejar atrás a la familia real británica. En total, lograron recaudar más de 42.000 firmas.
Otra petición de firmas en una plataforma similar, llamada The Petition Site, también puso de relieve los costes que generaban tanto la pareja como su hijo Archie, sobre todo en cuanto a seguridad. Aquella exigencia de que el Reino Unido no se hiciera cargo de ello la llegaron a firmar casi 85.000 personas. Sin embargo, como se ha sabido después, fue el príncipe Carlos de forma privada quien decidió hacerse cargo de los gastos (con la condición de que ellos pagaran las reformas de su casa de Windsor). De hecho, una de las cuestiones que Enrique y Meghan sacaron a relucir en su entrevista con Oprah Winfrey es que el hecho de que su hijo Archie no fuera considerado príncipe —algo que, por otra parte, se adscribe a una ley británica de 1917— les impedía contar con seguridad pública.
Lady Colin Campbell, la impulsora de la campaña para que Enrique de Inglaterra renuncie a sus títulos, fue la esposa de Colin Campbell, con quien estuvo casada poco más de un año. Nacida a finales de los años cuarenta en una rica familia de Jamaica como George William Ziadie, contó en su biografía que vino al mundo con una malformación en sus órganos sexuales, por lo que la bautizaron como un niño y fue criada como tal. Gracias a la ayuda financiera de su abuela se operó con 21 años, tras ser obligada a seguir un tratamiento hormonal en su adolescencia por parte de sus padres. Entonces se cambió el nombre por el de Georgia Arianna.
Ziadie y Campbell se conocieron a mediados de los setenta y rápidamente se enamoraron; de hecho, se comprometieron a la semana de conocerse. Sin embargo, se separaron cuando apenas llevaban 14 meses juntos por los problemas de alcohol y drogas por parte de él, que además acudió a la prensa a contar la historia de la niñez de su esposa, quien decidió a su vez hacerla pública en una biografía. Pese a su corto matrimonio, ella lleva décadas sabiendo cómo mantenerse en los círculos de la fama y la aristocracia británica y se ha convertido en una escritora temida por la monarquía, ya que es una de las aristócratas más críticas con la corona británica.
En 1992, casi a la par de la salida del libro de Andrew Norton Diana, su verdadera historia, ella publicó Diana in Private: The Princess Nobody Knows (Diana en privado: la princesa que nadie conoce), donde hablaba de la bulimia que sufría lady Di y de su relación con James Hewitt. También ha publicado una famosa y muy polémica biografía sobre la reina madre. También escribió acerca del matrimonio de Isabel II y el duque de Edimburgo y, hace un año, sobre Enrique y Markle, libro titulado Meghan and Harry: The Real Story (La verdadera historia), donde no dejaba precisamente bien a la pareja. Una línea que ha mantenido ahora con esta petición que, aunque puede que no llegue a oídos de la reina como ella pretendería, le sirve para avivar una polémica que no deja de estar ahí.