Alfombra roja en tres actos
Desde el Gran Hotel Miramar, a través de conexiones telemáticas o de Instagram, los invitados a la gala de los Premios Goya 2021 apuestan por unos estilismos más discretos de lo habitual
Si hay suerte, la alfombra roja puede ser un espectáculo, pero aunque no la haya, siempre es negocio. Da igual que, en tiempos de pandemia, solo pasen por ella los encargados de entregar los galardones, mientras los premiados muestran sus estilismos desde el salón de su casa o vía Instagram. Aunque las conexiones por videollamada solo permitían ver, en la mayor parte de los casos, la mitad superior de sus prendas, como sucedió con Rozalén y su traje rojo de la firma española Otrura. En cualquier formato, constituye una pode...
Si hay suerte, la alfombra roja puede ser un espectáculo, pero aunque no la haya, siempre es negocio. Da igual que, en tiempos de pandemia, solo pasen por ella los encargados de entregar los galardones, mientras los premiados muestran sus estilismos desde el salón de su casa o vía Instagram. Aunque las conexiones por videollamada solo permitían ver, en la mayor parte de los casos, la mitad superior de sus prendas, como sucedió con Rozalén y su traje rojo de la firma española Otrura. En cualquier formato, constituye una poderosa herramienta de marketing para las firmas de moda, cuyos desfiles jamás alcanzan las audiencias de las entregas de premios. También para algunos actores que han encontrado una jugosa fuente de ingresos en sus colaboraciones con las enseñas de moda. Además, la alfombra cumple la función de canalizar el instinto cotilla de un país.
Como en los antiguos concursos de belleza televisados, se juzga quién es el más guapo y el mejor vestido –aunque las mujeres son siempre más escrutadas–, y cabe preguntarse si esta forma de consumir y analizar el evento resulta tan obsoleta y poco conectada con las sensibilidades actuales como las competiciones de Miss y Míster España. “Hay más conciencia de la representación visual de las mujeres, por eso es normal que esté creciendo la manera crítica de mirar estos eventos”, señala Patricia Soley-Beltrán, socióloga y asesora en perspectiva de género.
En esta edición de los Goya, la mayor parte de los actores y directores que pisaron físicamente la alfombra optaron por diseños discretos. “Muchos de los entregadores hemos preferido ir vestidos de una forma más relajada porque, al final, el protagonismo debe recaer en los premiados, que están en sus casas”, explicaba días antes de la ceremonia Belén Cuesta, que recogió el galardón de mejor actriz protagonista en 2020 vestida con un impresionante palabra de honor de Pertegaz y que este año acudió con un diseño de Carolina Herrera. Marisa Paredes, con un abrigo multicolor de Juan Duyos, demostró una vez más que, en su caso, la experiencia en la alfombra roja es un grado; y en el de Penélope Cruz, una costumbre. Fiel a su silueta preferida –palabra de honor y falda sirena– eligió un diseño de Chanel negro con pedrería en el pecho de la colección Métiers d’Art. La cantante Aitana llevó un vestido blanco ajustado de Versace. Y Najwa Nimri, un traje de pantalón negro de Loewe con mangas abullonadas combinado con una mascarilla semitransparente. La de María Barranco hacía juego con su vestido de estampado floral. De tan normalizada, se ha convertido en un complemento más, como los zapatos o los pendientes.
Un poco más atrevida, con transparencias, brillos y escote de infarto, Paz Vega escogió un vestido de alta costura de Georges Hobeika. Y cien pasos más allá, Hiba Abouk, una pieza en rosa chicle con larguísima cola y falda bombacho de Giambattista Valli.
Muchos hombres optaron por prescindir de la corbata: Pedro Almodóvar se decidió por un traje azul de Armani hecho a medida con jersey de cuello alto rosa fucsia. Antonio Banderas lucía una camiseta bajo su traje de Armani. “Me peleé con la camisa”, explicó. Mario Casas escogió un esmoquin que, como descubrió en un vídeo de Instagram, combinaba con unas pantuflas de Batman. Fernando Valdivieso dejó todo el protagonismo a un traje verde con las costuras en blanco. Y Sergi López se adornó en su casa con boa de plumas. Más clásicos, José Coronado, y Jon Kortajarena –de Tom Ford– se decidieron por la pajarita. También Alejandro Amenábar, que recordó “lo mal que iba vestido” la primera vez que fue nominado a los Goya.
Para compensar el hecho de que a través de las conexiones telemáticas solo se viese a los invitados de cintura para arriba, muchos decidieron utilizar sus redes sociales para mostrar sus estilismos y, de paso, aplicar a las fotos unos favorecedores filtros. Una de las primeras en hacerlo fue Natalia de Molina, que combinaba un traje de chaqueta blanco con cola de JC Pajares con un sujetador de pedrería de Givenchy; la misma firma elegida por Milena Smit, que llevaba un vestido ajustado con un cinturón decorado con candados. Juana Acosta se decantó por Miu Miu y Paula Usero, por un diseño con malla de la firma Redondo Brand. La enseña española Pedro del Hierro se apuntó un doble tanto al vestir a María Casado y a la directora Pilar Palomero.
Para un país que vive en chándal, contemplar el impresionante Armani con volantes y pequeñas piedras bordadas de Ángela Molina puede representar un disfrute para la vista, puro escapismo estético, la promesa de que algún día las fiestas volverán y se desempolvarán las lentejuelas y los rasos. Como explica Soley-Beltrán, “no es necesario cosificar porque lleves un vestido bonito y quieras que te quede lo mejor posible”. Tampoco entender la alfombra roja como una carrera para ver quién es el más elegante, como si se pudiera medir científicamente o fuera el único fin posible. Mientras una parte de la sociedad reivindica el respeto a la diversidad y un concepto de belleza más inclusivo, la cantante Samantha Hudson y la actriz Esty Quesada eran denostadas en las redes sociales tras su participación en los premios Feroz con calificativos como feas o zafias.
Solo el tiempo dirá si unas alfombras rojas pobladas únicamente por actrices delgadas embutidas en vestidos de princesa Disney terminarán aburriendo a la audiencia como lo hicieron los desfiles de Victoria Secret. Al final, este evento donde se encuentran la moda y el cine es también negocio.