El marajá de 27 años que lleva la modernidad a un antiguo reino indio
Chaitanya Raj Singh Bhati apuesta por la sostenibilidad y la igualdad de género mientras se muestra muy activo en las redes sociales
Entre la arena del desierto del Thar, al oeste de India, se esconde la ciudad de Jaisalmer. A este antiguo reino, cuya historia se remonta al siglo XII, la modernidad ha llegado en forma de joven rajá con formación internacional y espíritu innovador. Se trata de Chaitanya Raj Singh Bhati, quien ascendió al trono el pasado mes de enero.
Bhati, que tiene 27 años, fue el protagonista de una ceremonia “celebrada desde tiempos inmemoriales” y que le convirtió en el nuevo Maharawal,...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Entre la arena del desierto del Thar, al oeste de India, se esconde la ciudad de Jaisalmer. A este antiguo reino, cuya historia se remonta al siglo XII, la modernidad ha llegado en forma de joven rajá con formación internacional y espíritu innovador. Se trata de Chaitanya Raj Singh Bhati, quien ascendió al trono el pasado mes de enero.
Bhati, que tiene 27 años, fue el protagonista de una ceremonia “celebrada desde tiempos inmemoriales” y que le convirtió en el nuevo Maharawal, figura “responsable de preservar y promover el bienestar de su gente”, según explicaba la institución en un comunicado oficial. Esta larga tradición conecta con cuestiones generacionales como las redes sociales, las cuales se han abierto camino hasta los lugares más recónditos del planeta.
El joven marajá acumula más de 34.000 seguidores en Instagram y 9.000 en su página de Facebook, en la que un “Su Alteza” precede a su nombre. Es muy activo en ambas plataformas, donde compartió imágenes de la festividad, en las que cientos de mujeres y hombres, ataviados con el tradicional turbante anaranjado y ropajes blancos, celebraban su nombramiento. Otros vídeos le mostraban accediendo al fuerte que corona la ciudad a bordo de un vehículo y bajo una lluvia de pétalos de flores. En el texto se declaraba “emocionado ante el amor de mi gente”.
Otras escenas, en cambio, le muestran como un joven normal: de caza, de turismo en Bahréin ataviado con pantalones vaqueros o entre coches deportivos en Davos. Bhati comenzó su formación en la capital del país, Nueva Delhi, y después en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. En internet se define como “un emprendedor social” interesado en “agricultura, educación y la intersección de moda, tradición y sostenibilidad”. Desde 2016 es el máximo responsable de Everest Eco Hemp, “la primera y mayor empresa con licencia para el cultivo y procesamiento de cáñamo industrial”, un producto para el que, en su opinión, el árido clima de la región es ideal.
El joven también recurrió a las redes sociales para despedir a su padre, Brij Raj Singh Bhat, quien falleció el pasado 28 de diciembre, apenas un mes después de cumplir los 52 años, a consecuencia de un fallo hepático que acabó con su vida de manera imprevista. El pueblo de Jaisalmer despidió con dolor a un hombre que la prensa local definió como “un líder dinámico aunque introvertido”. Más allá, la línea dinástica se incrusta en la mitología: la casa real asegura que Bhati es descendiente directo, tras 159 generaciones, de Krishna, una de las figuras centrales del hinduismo como encarnación principal del dios Visnú.
La historia del clan, en todo caso, está ligada a los muros de Jaisalmer, fundada en 1156 por Rawal Jaisal, de quien recibió el nombre. Esta localidad, que hoy acoge 60.000 habitantes, fue en su día un reino autónomo que prosperó gracias a su enclave estratégico en la Ruta de la Seda. Por ahí pasaban las caravanas de camellos en su trayecto desde Asia Central hasta el puerto de Gujarat, donde sus mercancías salían para Egipto, Persia y Arabia. Jaisalmer floreció gracias al cobro de impuestos, hasta que la apertura del puerto de Bombay modificó el itinerario. Tras la independencia de India en 1947 se integró en el nuevo estado.
Sus espectaculares construcciones en la roca arenosa, que la granjearon el nombre de “la ciudad dorada”, permanecen como remanente de aquella era y representan hoy el principal sustento de una ciudad que sobrevive gracias al turismo. Una de las prioridades del nuevo marajá es impulsar los encantos del antiguo reino para atraer a más visitantes. Prueba de ello es el Gyaan Center, espacio diseñado por la arquitecta neoyorkina Diana Kellogg. La familia real cedió este palacio para fundar una escuela para niñas y una cooperativa femenina, donde se realizan talleres de artesanía y otras actividades con el propósito de impulsar la igualdad de género en la región; adonde ha llegado un tiempo nuevo.