Isabel Preysler, 50 años de historia de España
La ‘reina de corazones’ reúne en su vida amorosa y familiar los vaivenes de su país de acogida: un cantante, un noble, un ministro socialista, un premio Nobel, un hijo artista y una hija ‘influencer’
Isabel Preysler cumple este mes 50 años desde su boda con el cantante Julio Iglesias. En este tiempo la filipina, que el 18 de febrero celebrará su 70 cumpleaños, ha conseguido formar parte de esos personajes que los españoles consideran parte del paisaje patrio. En su caso no solo por haberse alzado con el título de reina de corazones debido a su larga presencia en las revistas del género, sino porque su trayectoria amorosa y familiar podría r...
Isabel Preysler cumple este mes 50 años desde su boda con el cantante Julio Iglesias. En este tiempo la filipina, que el 18 de febrero celebrará su 70 cumpleaños, ha conseguido formar parte de esos personajes que los españoles consideran parte del paisaje patrio. En su caso no solo por haberse alzado con el título de reina de corazones debido a su larga presencia en las revistas del género, sino porque su trayectoria amorosa y familiar podría retratar las tendencias de las últimas cinco décadas de la historia de su país de adopción, como si la hubiera diseñado a cincel uno de los guionistas de la serie Cuéntame pero con personajes de la alta sociedad. Un cantante, Iglesias; un noble, Carlos Falcó; un ministro socialista, Miguel Boyer; un Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa; un hijo convertido en fenómeno de masas de la música, Enrique Iglesias y una hija influencer, Tamara Falcó.
Ella misma ha contado en alguna ocasión que sus padres decidieron enviarla a estudiar a Madrid con 17 años para alejarla de un amor de juventud que consideraban inapropiado. El desembarco en casa de su tía materna, casada con el embajador Miguel Pérez Rubio, le llevó a su primer encuentro conveniente, ya que la amistad del matrimonio con los marqueses de Villaverde, propició que se convirtiera en inseparable de Carmen Martínez-Bordiú, la nietísima del dictador Franco. Su buena educación, exquisitas formas y exótica belleza le abrieron las puertas de esas fiestas que sirven para encontrar acomodo entre iguales. En una de ellas conoció a Julio Iglesias, joven, cantante, ganador del Festival de Benidorm en 1968 con La vida sigue igual y representante español en 1970 en Eurovisión, cuando ese encuentro era la cita musical por excelencia.
Las crónicas se empeñan en decir que entonces Julio Iglesias aún no era famoso, pero Gwendolyne, la canción con la que participó en ese festival en el que quedó en cuarta posición, se grabó en cuatro idiomas y fue número uno en las listas de ventas de varios países. La pareja se casó el 29 de enero de 1971 en Illescas (Toledo) ante 1.500 invitados. Él enamorado, ella embarazada sin que se supiera por aquello del “qué dirán” de la época. Iglesias comenzó a despegar como cantante, Preysler como la exquisita esposa que encantaba a las revistas para vender en su portada.
De puertas hacia dentro se cocía un guiso bien distinto porque las ausencias del intérprete –también sus infidelidades– ya iban marcando el camino de una separación que se anunció en julio de 1978 tras el nacimiento de tres hijos, Chábeli, Julio José y Enrique. Señalar culpables en un matrimonio es harto difícil, pero Iglesias no debió estar muy de acuerdo con las teorías populares porque en 1980 mandó un recadito con dardo incluido en forma de canción, Hey, a su mujer y a todo el que quisiera escucharlo: No vayas presumiendo por ahí. Diciendo que no puede estar sin ti. ¿Tú qué sabes de mí? (...) Ya ves! Tú nunca me has querido, ya lo ves. Qué nunca he sido tuyo, ya lo sé. Fue solo por orgullo ese querer.
El cantante perdió una esposa y ella ganó la libertad que Iglesias consideraba tenía en exclusividad en unos años en los que pensar así era moneda común entre el género masculino español. También es cierto que Preysler tardó poco en demostrar que sin el cantante seguiría siendo objeto de portada y, más pronto que tarde, dio su siguiente paso sentimental –el que muchos aseguran ya había comenzado antes de su separación– de la mano del Carlos Falcó, marqués de Griñón. Su elección fue convencional, un hombre atractivo, noble y de buena posición, pero no hay que negarle que se puso el mundo por montera, a su familia y a las convenciones sociales para seguir viviendo la vida que ella sola decidió. Una máxima que ha mantenido contra viento y marea.
El matrimonio con Falcó, un hombre al que le gustaba el campo mucho más que a su esposa, duró desde el 23 de marzo de 1980 hasta 1984, cuando la única hija en común de la pareja, Tamara, tenía solo tres años. Antes, Isabel Preysler había vivido en primera persona otro encuentro con la historia de España, porque fue ella quien tuvo que informar a Julio Iglesias de que su padre había sido secuestrado el 29 de diciembre de 1981 por la banda terrorista ETA, un encierro que duró 20 días y que finalizó cuando fue liberado por el Grupo Especial de Operaciones (GEO).
Un cantante, un marqués... ¿qué sería lo siguiente? El amor que enlazó con el final de su vida con Falcó, al que siempre ha denominado “un gran señor”, levantó revuelo por la diferencia que se presuponía entre los mundos de ambos. Las revistas del corazón han contado que el día de los enamorados de 1985, el marqués de Griñón llegó a su casa, vio un ramo de flores y al preguntar de quién era, le contestaron que de Miguel Boyer, un respetado economista, que hacía dos años había llegado a ministro de Economía con el Gobierno socialista de Felipe González y con el que el matrimonio había trabado amistad. Isabel Preysler confesó más tarde que su historia de amor había empezado años antes de sus respectivas separaciones, cuando Boyer “todavía no era ministro”. “Era muy brillante, tenía mucho sentido del humor, No fue culpa de Carlos, fue mía. Lo sentí muchísimo por él, pero me enamoré”, dijo ella en una entrevista.
De nuevo poder, relevancia social y la opinión pública por montera. Al ministro le costó una dimisión y su matrimonio con la ginecóloga Elena Arnedo, una feminista que poco parecía tener que ver con su nueva pareja. A Preysler el mito de que su carácter asiático enloquecía a los hombres y una relevancia que de alguna forma la convirtió en la primera influencer española cuando esa palabra todavía ni estaba en nuestro vocabulario.
Boyer e Isabel Preysler se casaron a las ocho de la mañana del 2 de enero de 1988 por la civil para evitar más revuelo del que ya habían armado, tuvieron juntos una hija, Ana Boyer –ahora casada con el tenista Fernando Verdasco– y así permanecieron 26 años, hasta la muerte del exministro a finales de septiembre de 2014. Entonces llegaron las loas, esas que le retrataron como inteligente, con sentido del humor, un mito... Su hijo, Miguel Boyer Arnedo, no fue con él tan complaciente cuando concedió en 2016 una entrevista a El Mundo en la que habló sin tapujos de su padre: “Mi padre hizo muchísimas cosas mal. A los que conocemos la realidad de esa persona nos toca estar oyendo siempre decir que era un superhombre, que todo lo hizo bien, que era listísimo, que era buenísimo. Las gentes que triunfan tanto no suelen ser personas especialmente buenas. Mi padre estudió Física y traicionó a la Física, pasándose a la Economía. Se metió en política y en cuanto se hizo importante, traicionó a la política. También traicionó al PSOE y a su primera mujer”.
De todo aquello Isabel Preysler ha conseguido salir indemne con su elegancia y convirtiendo su vida en un expositor atractivo para las marcas que han financiado su estilo de vida, tanto o más que sus maridos. Con la muerte de Boyer todo el mundo dio por acabada la vida sentimental de la filipina, que no la social. Nada más lejos de la realidad, aún quedaba otro capítulo porque tras el cantante, el ingeniero agrónomo y el economista aún quedaban años para un intelectual igual de reconocido que todos ellos en su campo. Ni más ni menos que Mario Vargas Llosa, un premio Nobel de Literatura que tampoco dudó en abandonar a su mujer de toda la vida para seguir a Isabel Preysler y, de alguna manera su estilo de vida. En este caso, y hasta el momento, no han sentido la necesidad de pasar por el altar, pero a su historia de amor le persigue la sospecha de que comenzó durante la enfermedad de Miguel Boyer y antes de su muerte.
Aún quedan adornos que poner a esta historia de la que no se conoce su final. Para muestra solo dos botones: la reina de corazones, además de pasar por la historia a través de sus reconocidas parejas, también tienen dos hijos que reflejan tendencias sociales de una época: Enrique Iglesias, convertido en cantante de fama internacional a base de enfrentarse al padre y saber captar el poder de la música latina; y Tamara Falcó, la niña pija que hablaba raro y que gracias a un concurso de cocina demostró ser tan lista como su madre y el tirón que tiene una buena imagen para las marca.