Los hermanos Falcó, nobleza, tragedias familiares y una agitada vida amorosa
Nunca hicieron alarde de sus conquistas, pese a que algunas de ellas les dieron más notoriedad pública de lo que les hubiera gustado
El fallecimiento este martes de Fernando Falcó, marqués de Cubas, se sumó a la muerte el pasado 20 de marzo a causa de la covid-19 de su hermano Carlos Falcó, marqués de Griñón. Ambos representaban esa nobleza que supo engancharse a un estilo de vida empresarial que ya no dependía de títulos ni herencias y también personificaron el estilo mezcla de ...
El fallecimiento este martes de Fernando Falcó, marqués de Cubas, se sumó a la muerte el pasado 20 de marzo a causa de la covid-19 de su hermano Carlos Falcó, marqués de Griñón. Ambos representaban esa nobleza que supo engancharse a un estilo de vida empresarial que ya no dependía de títulos ni herencias y también personificaron el estilo mezcla de dandy y playboy que prosperó en esa España repleta de caballeros triunfadores y engominados de la década de los ochenta y noventa. Los hermanos Falcó tenían su estilo propio: provenían de una influyente familia aristocrática que acumula 41 títulos y 13 Grandezas de España, se formaron fuera de España y encontraron en el campo y en el deporte esa mezcla de pasión y profesión que les hizo estar siempre activos y expectantes.
Fernando y Carlos, los más conocidos de los cuatro hermanos Falcó, sumaron a sus éxitos algunas tragedias. La primera llegó en 1962 con la muerte de Felipe, el más pequeño del cuarteto, cuando solo tenía 33 años a consecuencia de un accidente de automóvil en la localidad de La Jineta, Albacete. Después en 1990, murió su hermana Rocío con 57 años. Poco después de serle diagnosticado un tipo de esclerosis, cayó rodando por las escaleras mecánicas de unos grandes almacenes de Madrid. Para entonces Carlos y Fernando ya habían ganado fama como empresarios y también como seductores. Discretos, cultos y monárquicos fieles pero no aduladores, a ambos siempre les gustaron las mujeres bellas aunque nunca hicieron alarde de sus conquistas, pese a que algunas de ellas les dieron más notoriedad pública de lo que les hubiera gustado.
Carlos consiguió hacer un requiebro a la tradición familiar que le abocaba a un destino castrense y con la complicidad de su abuelo estudió la carrera de ingeniero agrónomo, que después aplicó en la finca Quinto Casa de Vacas, en Toledo, desde donde comenzó la actividad en el mundo del vino y el aceite que tantos reconocimientos le reportó a lo largo de su vida. También de él partió la idea de crear el Círculo Español del Lujo Fortuny, que presidió hasta su muerte, una asociación de empresas para potenciar las marcas de alta gama españolas.
Fernando por su parte, centró su actividad en el ejercicio del Derecho, en la explotación de la finca Valero –que heredó de su hermana Rocío– y en una pasión, el automovilismo, que materializó durante 27 años como presidente del Real Automóvil Club de España (RACE) y más tarde, durante los últimos ocho años, como presidente de su Fundación Cultural. Aunque la afición que tenía por competir en carreras de coches, acabó para él con la muerte de su hermano pequeño.
De Carlos decían que era reflexivo, sin dobleces, con un humor británico, cosmopolita y de talante europeo; de Fernando que era extrovertido, divertido y de reacciones rápidas. De pequeños pasaban sus veranos en Estoril, en un hotel próximo a Villa Giralda donde vivía exiliado don Juan de Borbón y su familia. Los infantes, incluido Juan Carlos de Borbón, que se convirtió en rey al morir Franco, eran sus compañeros de juegos infantiles. De hecho la familia Falcó llegó a trasladarse a un piso de Madrid para prestar a Juanito –nombre con el que conocían al actual rey emérito– el palacete que habitó en el Paseo de la Castellana cuando regresó a España para estudiar. Allí vivía y allí se habilitó una zona en la que el príncipe compartía clases con un grupo reducido de niños entre los que se encontraba Fernando Falcó, que entonces tenía nueve años, y fue su amigo siempre aunque nunca de manera notoria para el público.
Respecto a sus amores, ambos tuvieron múltiples aventuras y matrimonios, y ambos se quejaron de que después de tanto trabajo, fuera esta faceta la que se hizo más notoria. Nombres míticos no faltaron en su historial amoroso. Al marqués de Cubas, en los años 60 se le relacionó con la actriz Ava Gardner, con Odile Rodin, viuda del diplomático y militar dominicano Porfirio Rubirosa, e incluso con la princesa Soraya, la que fuera emperatriz iraní y repudiada por el sha de Persia por no poder tener hijos. En 1982, con 43 años se casó con Marta Chávarri, de 21, hija de diplomático y bisnieta del conde de Romanones. Un año después tuvieron a su único hijo, Álvaro, y en 1989 llegó el escándalo cuando se conoció la aventura de Chávarri con el empresario Alberto Cortina, casado entonces con Alicia Koplowitz.
Todo un alboroto en la época que acabó con los matrimonios de las dos parejas e hizo tambalearse uno de los conglomerados empresariales más importantes de aquellos años, el que dirigían los llamados Albertos, Alberto Cortina y Alberto Alcocer. En una vuelta de tuerca de esas que son dignas de un guion de película, el marqués de Cubas acabó casándose años después con Esther Koplowitz, hermana de Alicia. Y aunque este segundo matrimonio acabó en un discretísimo divorcio en 2009, la pareja ha mantenido su amistad y complicidad hasta la muerte de Fernando. “Era un hombre excepcional. Enormemente noble, incapaz de hacer daño a nadie”, ha dicho Koplowitz esta misma semana sobre su exmarido.
El historial sentimental de Carlos Falcó tampoco le va a la zaga. Cristina Onassis, hija del armador griego Aristóteles Onassis, estuvo loca por su aires de caballero español y lo mismo dicen le ocurrió a la princesa Alejandra de Kent, prima de la reina de Inglaterra. Él cayó rendido frente a la moderna personalidad de Jeannine Girod, de origen suizo, con quien se casó tras un corto noviazgo cuando ella tenía 20 años y él 26. De este matrimonio nacieron sus dos primeros hijos, Manuel y Xandra. Jeannine terminó su matrimonio cuando conoció a Ramón Mendoza, que fue presidente del Real Madrid. Entonces el marqués de Griñón se dedicó a cuidar a sus hijos durante diez años anteponiendo esta tarea a su interés por las mujeres. Hasta que apareció en escena Isabel Preysler que era mujer de Julio Iglesias a quien abandonó por Falcó. Una pareja muy distinta que no funcionó mucho tiempo pero que estuvo en las portadas de todas las revistas, tanto por sus comienzos como por su final cuando Preysler, aburrida de la vida campestre que tanto le gustaba a su marido con quien tuvo a Tamara Falcó, terminó por lanzarse en brazos de Miguel Boyer, entonces ministro de Economía y Hacienda del Gobierno del PSOE.
En ese estilo que le caracterizó siempre, no hubo ni reproches ni malas palabras, al menos en público y al señor marqués le quedó tiempo para sus vinos, sus hijos, sus incontables viajes y para dos matrimonios más. El tercero con Fátima de la Cierva, bisnieta del duque del Infantado, y 22 años más joven que Carlos Falcó, con quien tuvo dos hijos, Duarte y Aldara. Y el cuarto y último –probablemente también el más cuestionado por su propia familia– con Esther Doña, 40 años más joven que él y a quien conoció solo cuatro años antes de su muerte en una cata de vinos a la que ambos asistieron.
Si la vida consiste en recorrer el camino sin desaprovechar las ocasiones de ser feliz, en el caso de los hermanos Falcó, al menos nunca se podrá decir que ellos no lo intentaron.