El imperio del lujo, un gran negocio de familia
La boda de Antoine, el hijo mayor de Bernard Arnault, ha reabierto la cuestión de la sucesión aunque su entorno insiste en que el magnate de LVMH no tiene prisa en dejar las riendas
Para uno de los días más importantes de su vida, el de su boda (aunque fuera la segunda), la supermodelo Natalia Vodianova quiso hacer un guiño a sus orígenes rusos y apostó por un diseño de una compatriota y amiga, la también exmodelo Ulyana Sergeenko. El novio no tuvo tanto margen de maniobra. Como una de las principales figuras del grupo LVMH dirigido por su padre Bernard Arnault, Antoine Arnault prefirió ir sobre seguro y, para la ceremonia celeb...
Para uno de los días más importantes de su vida, el de su boda (aunque fuera la segunda), la supermodelo Natalia Vodianova quiso hacer un guiño a sus orígenes rusos y apostó por un diseño de una compatriota y amiga, la también exmodelo Ulyana Sergeenko. El novio no tuvo tanto margen de maniobra. Como una de las principales figuras del grupo LVMH dirigido por su padre Bernard Arnault, Antoine Arnault prefirió ir sobre seguro y, para la ceremonia celebrada por en París a finales de septiembre, se enfundó en un traje de Berluti, marca de la que es director general. Al fin y al cabo, cuando se es uno de los delfines en uno de los conglomerados de lujo más poderosos y reputados del mundo, nunca se puede bajar la guardia.
Aunque no parece que la sucesión sea un tema urgente en la familia Arnault. Según la revista Capital, el patriarca ya ha repartido casi el 75% de Moët Hennessy Louis Vuitton (LVMH) entre sus cinco hijos y dos sobrinos —hijos de su fallecida hermana y también trabajadores en la compañía—, pero se ha reservado el derecho a usufructo de toda la empresa y el poder de decisión sobre el conglomerado que lo ha convertido en uno de los hombres más ricos del mundo. Porque a sus 71 años, Bernard Arnault no da señales de que quiera hacerse a un lado o bajar el ritmo. “Él será presidente toda su vida y es lo que deseamos todos”, citaba Capital a comienzos de septiembre a uno de los cinco hijos que ha tenido en sus dos matrimonios. “Bernard Arnault va a trabajar al menos hasta los 80 años, la competición sería prematura”, agregó una de sus personas de confianza, también bajo condición de anonimato.
Las inquietudes de los Arnault además van estos días por otros derroteros. LMVH ha vuelto a los titulares. Pero son más los que aparecen en la prensa salmón que en la rosa, debido al pulso judicial que el grupo francés mantiene con Tiffany tras su decisión de no continuar con la planeada adquisición de la icónica joyería estadounidense.
Con todo, la boda del segundo de los hijos de Bernard Arnault con Vodianova, con quien lleva una década en pareja y que es madre de sus dos hijos, ha reabierto la cuestión de la sucesión en una familia donde todos parecen abocados a ocuparse del poderoso negocio familiar. La pregunta que nadie sabe o se atreve a responder es quién, finalmente, se hará con el puesto de presidente de su padre, que ha velado por que todos sus hijos disfrutaran de una educación exquisita y que conocieran, desde muy temprano, hasta el mínimo detalle el poderoso imperio asociado a su nombre. “Trabajo en la empresa desde hace 25 años”, ha llegado a bromear Alexandre Arnault, de 28 años.
El recién casado, Antoine, el menor de los dos hijos que Bernard Arnault tuvo con su primera mujer, Anne Dewavrin, ocupa a sus 43 años altos cargos en el conglomerado que ha convertido a su familia la tercera más rica del mundo, con un patrimonio de casi 96.300 millones de euros. Además de estar al frente de Berluti, Antoine se sienta en el consejo de administración de LVMH y es, desde hace dos años, el responsable de imagen y comunicación de la empresa. Un trabajo que le da mucha visibilidad y que, en una reciente entrevista con la publicación Strategies, definió como el de un “jefe de orquesta” capaz de concertar ideas y dar directrices a lo largo y ancho de una amalgama de empresas tan vasta como es LVMH —que incluye 70 marcas, entre ellas Louis Vuitton, Dior, Givenchy, Céline, Fendi, Kenzo, Moët Chandon o la española Loewe— en temas que unen a todas las maisons, como “el medioambiente o la defensa de la biodiversidad”, dijo.
Aunque tiene una menor exposición mediática, su hermana mayor, Delphine, de 45 años, también acumula cargos en la empresa familiar: tras pasar más de una década en Dior, ahora es directora general adjunta de otra de las marcas más conocidas del grupo, Louis Vuitton y, además de sentarse junto con su hermano Antoine en el consejo de administración de LVMH, forma parte también del comité ejecutivo del mismo.
Mientras, los más jóvenes de la saga, los hijos del segundo matrimonio de Bernard Arnault, con la pianista Marie-Hélène Arnault, van poco a poco haciéndose un hueco en el conglomerado de lujo en el que también se formaron sus hermanos mayores.
Alexandre, el primero de los tres hijos del segundo matrimonio del patriarca, de 28 años, está al frente de la casa de maletas de lujo Rimowa, en cuya incorporación a LVMH fue un elemento clave, según contó en la revista Forbes, que lo eligió este verano “embajador” de los 30 empresarios menores de 30 años junto con su hermano Frédéric. Este, a sus 25 años, tampoco le anda a la zaga: ya dirige su primera empresa, la relojería suiza Tag Heuer, otra de las joyas del imperio familiar al que solo falta que se incorpore el benjamín, Jean, que todavía anda acabando sus estudios. Eso sí, si sigue la tradición familiar, y nada indica lo contrario, pronto empezará, si no lo ha hecho ya, a trabajar en la empresa familiar.
“Nuestro padre nos ha transmitido, ante todo, valores de trabajo y mérito. Durante toda nuestra juventud, siempre nos empujó hacia la excelencia en todos los dominios, deportivos, musicales o académicos (…) también nos ha transmitido los grandes valores de familia y la importancia de estar cerca de los padres y de los hermanos. Son valores que seguimos honrando cada día”, resumió Alexandre en Forbes.