Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, cuando el éxito es resistir
Schlesser gana el premio a la mejor colección de la semana de la moda de Madrid, que cierra una edición mermada por la crisis del sector
Si la semana de la moda de Madrid que termina hoy sirviese como termómetro del diseño español, el diagnóstico sería grave. Los síntomas, insoslayables: muchas firmas no han conseguido ni siquiera producir sus colecciones; y entre las que lo han hecho, solo 16 han pisado la pasarela, cuando en la edición anterior –celebrada en enero– superaban la treintena. Atenazadas por la crisis, el denominador común de sus propuestas ha sido la falta de emoción y, en muchos casos, de ambición creativa.
Pero resulta d...
Si la semana de la moda de Madrid que termina hoy sirviese como termómetro del diseño español, el diagnóstico sería grave. Los síntomas, insoslayables: muchas firmas no han conseguido ni siquiera producir sus colecciones; y entre las que lo han hecho, solo 16 han pisado la pasarela, cuando en la edición anterior –celebrada en enero– superaban la treintena. Atenazadas por la crisis, el denominador común de sus propuestas ha sido la falta de emoción y, en muchos casos, de ambición creativa.
Pero resulta difícil exigir a los diseñadores que se arriesguen más allá del precipicio al que el confinamiento y la pandemia les ha empujado. Desde que se levantó el estado de alarma, las ventas del sector han caído un 40%, según asegura el presidente de la Asociación de Comercio Textil (Acotex), Eduardo Zamácola. Así, trabajos como el de Isabel Sanchís responden a la realidad del sector y no de la sociedad. El éxito en esta pasarela es conseguir seguir adelante y si, además, se gana el premio a la mejor colección de la edición como Juan Carlos Mesa en su debut al frente de Schlesser, pues a brindar –a distancia de seguridad– con cava. El problema es que llueve sobre mojado; y el vaso ya no aguanta una gota más.
Para garantizar la seguridad de los asistentes, la organización de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid redujo la capacidad de los desfiles de 800 a 192 personas; pero en muchos de ellos el aforo no se completó. Con apenas una decena de compradores de tiendas multimarca y una sucinta presencia de los medios nacionales (no hay ninguno internacional), la pasarela flaquea como herramienta comercial y de comunicación. El premio gordo, lo mejor que le puede pasar a un diseñador esta edición, es tener la suerte de aparecer en algún informativo o programa televisivo. Y así, la semana de la moda se antoja como un costoso y bienintencionado plató.
Pero aunque el resultado final invite a la reflexión, en la ecuación no faltan esfuerzo y perseverancia. Y motivos para la esperanza. Empezando por el último desfile de la edición, el de Brain&Beast. Su fundador, Ángel Vilda, ha creado una empresa para fabricar sus propios zapatos y los de aquellos diseñadores que necesitan producir cantidades más pequeñas que los mínimos con los que trabajan las manufacturas nacionales.
Moisés Nieto invitaba el jueves en su colección a ‘Pararse, sentarse y pensar’: el mejor consejo posible para no ser arrastrado por la precipitación y la improvisación imperante (dentro y fuera de Ifema). Por esos sus prendas –realistas y mimadas– reposaban sobre sillas en un suerte de patio de butacas mudo. Gabardinas, traviesos vestidos rosas y batas más conceptuales en tonos mostaza. Una propuesta inteligente cuando hay pocas ganas de comprar, menos dinero y ninguna excusa. O casi, con las bodas y ceremonias –principal fuente de ingresos de gran parte de los diseñadores españoles– prácticamente desaparecidas del mapa.
Quizá por eso, lo primero que hizo Juan Carlos Mesa cuando tomó las riendas de la firma Ángel Schlesser hace solo tres meses fue organizar “una tournée por de las tiendas de la marca para preguntarle a las clientas de toda la vida qué necesitaban”. La firma creada por el diseñador homónimo en 1984 era una de las pocas de la MBFW que podía presumir de una respetable base de fieles compradoras, hoy mermada y fatigada tras una década de vaivenes empresariales. Al debilitamiento de la marca durante los últimos años de Schlesser como propietario, le siguió su venta en 2015 a Óscar Areces –accionista de El Corte Inglés– y la posterior denuncia de este último a su fundador por estafa y falsedad documental. Mientras se libraba una batalla legal, la firma pasó por las manos de la diseñadora Carolina Méndez, primero, y de Daniel Rabaneda, después, que ocupó el puesto de director creativo durante dos años. Ahora, la ardua tarea de reposicionar la enseña recae en Mesa, con más de 25 años en el sector a sus espaldas y firmas como Jesús del Pozo y Ágatha Ruiz de la Prada en su currículo.
De su gira por España, Mesa ha sacado unas conclusiones que no por obvias resultan menos relevantes: “Nuestras consumidoras quieren ropa que les haga sentir guapas, pero que sea cómoda, con colores alegres. No solo necesitan vestidos de noche, también prendas para la oficina”. Nada nuevo bajo el sol, aunque cueste tanto ver reflejada esta realidad en una pasarela madrileña. Para reforzar la idea de que la marca busca vestir a todo tipo de mujeres, el diseñador escogió el viernes modelos que representaban bellezas no normativas: desde mujeres maduras, como la bellísima Pino Montesdeoca, a otras con tallas grandes y transexuales. Mesa repitió sobre la pasarela el sábado con su propia marca, Maison Mesa, mucho más “sexo y rock and roll” que Schlesser, pero donde el trabajo con los tejidos y los acabados artesanales resultan tan exquisitos como un aria de Puccini.
La respuesta de Jorge Vázquez a la situación actual es tradición y evasión (en versión flashback). Volantes, lunares, flores de seda y mantones de Manila cosidos a mano componen su colección de primavera-verano para Pertegaz. El diseñador estaba en su casa de Galicia con su equipo cuando se decretó el estado de alarma y lo que iban a ser dos semanas de convivencia se convirtieron en dos meses y medio, en los que se dio forma a una propuesta que recupera diseños originales del fundador de la firma. Vázquez ya recurrió a los archivos en su primer desfile, celebrado el pasado enero en el Palacio de Telecomunicaciones de Madrid. Con él, se inauguraba una nueva etapa para la enseña, después de que en 2017 su división femenina fuese adquirida por la empresa Jealfer, propiedad de los fundadores de Jealsa, la mayor conservera gallega y dueña de Rianxeira y Escuris.
También el esperanzador Dominnico diseña pensando en sus clientas, al menos en las que han dado relevancia y llevado su nombre de Instagram al Vogue Colecciones. A saber: Rosalía, Nicki Minaj, Lady Gaga y Rita Ora. Para ellas –para quién si no– idea microvestidos transparentes y leggins recorridos por sinuosas aberturas que beben de la estética tecno de los noventa y, según el diseñador valenciano de 26 años, se inspiran en la teniente Uhura de Star Trek. Referente y colección resultan interesantes y coherentes; el discurso que ha articulado para justificarlas, no tanto. “Uhura es una mujer negra con poder en una saga de renombre de los años sesenta. Quería que mi propuesta fuese un pequeño homenaje al movimiento Black Lives Matter y celebrar el emponderamiento de la mujer negra”. Desconcertante –por no decir inaudito– que en la pasarela solo se viesen dos. El compromiso no es un slogan en una camiseta: se demuestra en cada decisión. Sobre las orejas puntiagudas que lucían sus modelos, mejor imaginar que estamos ante los vástagos de Uhura y el doctor Spock, el medio vulcaniano que sí poseía esta singular característica física.
Del espacio exterior también parecen provenir las prendas de Custo Barcelona. Diseños que, como explica el creador, experimentan “con volúmenes, cortes geométricos y tejidos como el troquelado elástico y el laminado iridiscente.”
Marcos Luengo se inspira en la obra del artista guatemalteco Alexander Zuleta para componer un estampado geométrico y multicolor que vertebra su colección. Aunque lo realmente interesante de la propuesta del asturiano sean, irónicamente, las prendas monocolor: túnicas fluidas en crepe y las cazadoras en lino de gran gramaje, que, con sus mangas abullonadas, parecen rescatadas del guardarropa burgués de los años ochenta. Que Luengo comenzó en la marroquinería se nota siempre en sus bolsos, de factura impecable: en este caso generosos y en colores flúor. Acaba de inaugurar su segunda tienda –la primera está en Oviedo– en la calle Jorge Juan, una de las arterias comerciales más exclusivas de Madrid. Y asegura que desfilar en la semana de la moda compensa –"te da visibilidad y cierta autoridad sobre las clientas"– aunque suponga un gran esfuerzo. El diseñador sigue acudiendo a la MBFWM desde Oviedo con su equipo de costureras, sin las que dice estar perdido. “La tierra se sigue labrando aunque haya sequía, porque empezar desde cero siempre es más difícil”.