Charlène de Mónaco y el motivo de su cambio de actitud con Alberto II
La esposa del príncipe se muestra afectuosa en público con él tras años de noticias que hablaban de ausencias y desavenencias
El próximo mes de julio se cumplen nueve años de la boda de Alberto de Mónaco y Charlène Wittstock, un enlace que desde los días previos a su celebración estuvo bajo sospecha. La prensa francesa llegó a publicar que, horas antes de la ceremonia, ella intentó huir del Principado pero fue parada en el aeropuerto de Niza. Charlè...
El próximo mes de julio se cumplen nueve años de la boda de Alberto de Mónaco y Charlène Wittstock, un enlace que desde los días previos a su celebración estuvo bajo sospecha. La prensa francesa llegó a publicar que, horas antes de la ceremonia, ella intentó huir del Principado pero fue parada en el aeropuerto de Niza. Charlène fue una novia triste, y su luna de miel fue también extraña. La pasaron en Sudáfrica, el país de ella, pero en hoteles diferentes, a más de 15 kilómetros de distancia. Un portavoz de palacio tuvo que salir a dar explicaciones al ser descubiertos y contó que era una medida que trataba de evitar atascos. Alberto asistía entonces a una reunión del Comité Olímpico Internacional y ella aprovechaba para estar con su familia y amigos.
A ese particular inicio del matrimonio siguieron otras situaciones extrañas. La ausencia de la princesa de actos oficiales importantes, fotos de ella con amigos en el Caribe sin rastro de él, las evidentes desavenencias con su cuñada Carolina y sus maniobras para no coincidir con ella, y el nacimiento de sus gemelos Jacques y Gabriella, el 10 de diciembre de 2014. Durante los tres años en que tardaron en llegar los niños los rumores de crisis aumentaron también cuando se descubrió que Charlène residía con los pequeños, que ahora tienen cinco años, en una villa a las afueras de Montecarlo mientras que el príncipe permanecía en el palacio.
Con el tiempo no ver juntos a los príncipes de Mónaco ha dejado de ser noticia. Por eso ahora sorprende el cambio de actitud de Charlène. Unas fotos difundidas en las últimas horas muestran al matrimonio acaramelado, posando con casi toda la familia, almorzando en un restaurante con sus niños y luego abrazados. Eso, sí siempre con sus mascarillas.
Alberto de Mónaco fue el primer miembro de una casa real en develar que sufría la covid-19. El 19 de marzo, a través de un comunicado de prensa oficial, se anunció que había dado positivo. Días después contaba:“ Estoy cada vez mejor, empezando a ver el final del túnel”, afirmó. “Todavía toso un poco, pero estoy mejor. Veo los próximos días con serenidad". Y añadía: “Debemos ser lo más transparentes posible por nuestras familias, seres queridos, por las personas que con las que has tenido contacto. Hay que recibir tratamiento lo antes posible y estar tranquilos con los síntomas”. En cuanto a su esposa Charlene y sus hijos, Jacques y Gabriella, explicó entonces que residen en Roc Angel, a pocos kilómetros de Montecarlo. ”No he podido besarlos en más de una semana”, dijo el monegasco.
Parece que con el paso de los años, los príncipes han encontrado el equilibrio. Forman una familia y como pareja han establecido sus normas: hacen vida común, pero también disponen de espacios propios. La enfermedad de Alberto ha supuesto un antes y después, un motivo para el acercamiento. Además, Charlène se encuentra más segura en su papel de princesa, tanto que impone su ritmo en sus apariciones públicas y también en su presencia en los actos familiares, en los que rara vez coincide con su cuñada Carolina.
Cuando se casaron en 2011 se habló en la prensa francesa de que la pareja había firmado un contrato de cinco años durante el cual debían de permanecer casados y ella quedarse embarazada. El acuerdo hace tiempo que expiró y siguen juntos.