Archie, un año de vida del hijo de Enrique y Meghan y el principio del fin
La llegada del primer bebé del nieto de Isabel II marcó las primeras diferencias de los duques de Sussex con la familia real
La anunciada y esperada imagen de Archie Harrison Mountbatten-Windsor celebrando este miércoles su primer cumpleaños en Los Ángeles es el reflejo de una anomalía a la que ha tenido que acomodarse la monarquía británica. Primogénito de los duques de Sussex, cuarto nieto del heredero Carlos y bisnieto de Isabel II, el retoño menos retratado en la historia reciente de la casa real soplará la vela del pastel desde el confinamien...
La anunciada y esperada imagen de Archie Harrison Mountbatten-Windsor celebrando este miércoles su primer cumpleaños en Los Ángeles es el reflejo de una anomalía a la que ha tenido que acomodarse la monarquía británica. Primogénito de los duques de Sussex, cuarto nieto del heredero Carlos y bisnieto de Isabel II, el retoño menos retratado en la historia reciente de la casa real soplará la vela del pastel desde el confinamiento de lujo californiano elegido por Enrique y Meghan. Como ocurre con tantos millones de ciudadanos la covid-19 ha forzado a la familia a la reclusión, pero su distanciamiento de palacio quedó sellado mucho antes, desde que el díscolo príncipe decidió soltar oficialmente amarras de palacio e iniciar una nueva vida “de civil” al otro lado del Atlántico.
A resultas, el llamado “baby Sussex” está siendo criado a miles de kilómetros de Londres o de Windsor, y a un paso de la meca de la industria cinematográfica y televisiva en la que su madre, Meghan Markle, se hizo un nombre gracias a la serie de éxito Suits. Hace varios meses que la rama paterna y de sangre azul de la familia no ve al pequeño Archie quien, para disgusto de la soberana, el pasado marzo se quedaba en Vancouver al cuidado de la niñera mientras sus padres protagonizaban su último acto oficial en el Reino Unido. La despedida definitiva de sus funciones reales.
Tras su regreso a la residencia provisional de Vancouver Island (Canadá), Enrique y Meghan precipitaron el ya planeado traslado familiar a la ciudad de los Ángeles, ante el anuncio del inminente cierre de la frontera estadounidense a causa de la crisis del coronavirus. En la mansión con piscina que es ahora su nueva casa el niño cumplirá su primer año de vida, sin fiesta posible por culpa del Covid-19 y con la única compañía de sus padres y de dos perros que, a decir de la prensa local, son ahora sus mejores amigos. El aislamiento obligatorio impedirá también la visita de su abuela materna, Doria Ragland, profesora de yoga y residente angelina. Y es probable que su real bisabuela le felicite por videoconferencia desde el castillo de Windsor, donde la monarca permanece confinada junto a su marido Felipe.
El recurso tecnológico del Zoom y otras plataformas ha permitido al duque de Sussex mantener el contacto con la reina, o por ejemplo congratularle con ocasión del reciente 94 cumpleaños de Isabel II (21 de abril) mientras el resto de los Windsor colgaban sus tributos en el Instagram de la casa real al que Enrique ya no tiene acceso. Las herramientas digitales también suelen conectar a Archie con otros niños para jugar a través de FaceTime. Ese es uno de los escasos detalles que han trascendido de la vida del pequeño, descrito a la revista People desde el entorno de sus padres como “un crío feliz que siempre está riendo”.
El propio nacimiento de Archie, el 6 de mayo de 2019 y un año después de la boda de Enrique y Meghan, ya estuvo envuelto por un halo de secretismo que alimentó la obsesión de la pareja por la privacidad. No hubo la tradicional sesión de fotos a la salida de la madre del hospital londinense The Portland´s donde dio a luz, ni tampoco entraron las cámaras en la ceremonia del bautizo del bebé en el castillo de Windsor dos meses más tarde. Ni siquiera se hizo pública la identidad de los padrinos. Los duques de Sussex optaron por hacer las cosas a su manera hasta que la colisión con los usos y costumbres de palacio le abocó a su actual y elegido autoexilio en Norteamérica.
En estas semanas de restricciones forzosas por el coronavirus, los padres de Archie no han sacado al pequeño del domicilio familiar ni una sola vez, y ellos mismos sólo han salido en muy contadas ocasiones para seguir colaborando con organizaciones caritativas (la más favorecida por Meghan es el proyecto de voluntariado Project Angel Food que distribuye alimentos entre los más necesitados de la ciudad). El grueso de la jornada lo pasan puertas adentro, contactando con diversas ONG vía Zoom. Una vez concluido el trabajo, el matrimonio y su hijo “pasan las veladas familiares en el hogar y no reciben ni una sola visita”, han relatado las mismas fuentes a People, añadiendo que “Archie es la gran prioridad” por encima de cualquier otra consideración.
Una biografía o un ajuste de cuentas
Tras meses de noticias sin confirmar, la prensa británica ya ha difundido la portada de la biografía de los duques de Sussex. No es casualidad que en ella aparezca la pareja en un momento del embarazo de su primer hijo. La llegada de Archie y las normas impuestas por sus padres dejaron clara su intención de marcar su forma de proceder en todo los concerniente al niño. Supuso toda una declaración que finalmente fue más allá. Desde la eleción de nombre —uno inusual entre los Windsor— hasta la recuperación del apellido Mountbatten, pasando por la renuncia a cualquier título.
El libro está escrito por dos periodistas calificados como afines a los argumentos de los duques de Sussex, el británico Omid Scobie y la estadounidense Carolyn Durand, consta de 320 páginas y llevará por título 'Thoroughly Modern Royals: The Real World Of Harry And Meghan'. Editado por Dey Street Books, con sede en Nueva York, su publicación estaba prevista para junio, pero debido a la crisis del coronavirus su lanzamiento se ha aplazado al 11 de agosto. Eso sí, ya se aceptan reservas para descargas del libro electrónico en lo que se espera será uno de los éxitos de ventas del año. En la confección del argumento han participado Meghan y Enrique que han mantenido una conversación informal con los autores. Hay quien espera como resultado un ajuste de cuentas.