Esteban González Pons:“Voy a ser un viejo ‘hippy”

El eurodiputado del PP presenta una novela de amor, se ha enganchado a la PlayStation en el confinamiento en Bruselas y se declara insumiso del móvil: “El miedo al virus nos hace más manejables”

Esteban Gonzalez Pons, eurodiputado del Partido Popular, en febrero.B.P.

Nos vimos en otro planeta y otro tiempo. Concretamente en la sede de su editorial, el pasado 25 de febrero, con vistas a publicar la entrevista en torno al Día del Libro. Para eso había venido a Madrid: a vender su libro. Pero, entretanto, cambió el mundo y la charla se quedó más vieja que un periódico...

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Nos vimos en otro planeta y otro tiempo. Concretamente en la sede de su editorial, el pasado 25 de febrero, con vistas a publicar la entrevista en torno al Día del Libro. Para eso había venido a Madrid: a vender su libro. Pero, entretanto, cambió el mundo y la charla se quedó más vieja que un periódico de víspera. Para refrescarla, volvimos a hablar el pasado jueves, confinado él en Bruselas, por una de esas aplicaciones que ambos hemos instalado a la fuerza estos días. Su euroseñoría no tiene WhatsApp, sino Telegram. “Me fui hace años, cuando, un día, en el gimnasio del Parlamento Europeo, yo corriendo y él haciendo pesas, Pablo Iglesias me habló de que allí había privacidad, porque solo estaban los narcos, los terroristas, los de Podemos y los maridos infieles”. Me la deja botando.

¿En qué grupo estaba usted?

En el de los raros. El de las personas simpáticas en público, pero que en privado no son tan fáciles de tratar. En WhatsApp me metían en grupos, se ofendían si me salía y tenía que dar explicaciones. Así que me escondí en Telegram. Lo que pasa es que ahora se han venido los de Vox y somos demasiados. Tendré que buscar una red social para solitarios.

¿En la UE va con España o con el Grupo Popular Europeo?

Con España, siempre. Fíjate, con el confinamiento me he enganchado a la PlayStation, me he comprado el FIFA, me he hecho entrenador del Numancia y he ganado la Champions yo solito.

El peor rival de España es Holanda, que niega los ‘coronabonos’, ¿no?

En Holanda ven las cosas de manera distinta. Estamos lejos, tenemos idiomas, religiones y formas de estar en la vida diferentes. Europa tiene que facilitar que nos pongamos de acuerdo, no que nos separemos más. Los holandeses hoy tienen intereses contrarios a los nuestros, pero no son rivales.

¿Hay peor enemigo que un compañero de partido?

Tengo grandes amigos en mi partido, cosa excepcional, pero también los tengo, íntimos, fuera. Lo que es cierto es que los compañeros de partido son los que más daño pueden hacerte.

Que se lo digan a Rita Barberá, que en paz descanse.

Rita era mi amiga, muy amiga. Rita me metió en política y estuve con ella y por ella. Y, sí, Rita tuvo un final muy triste en el que no solo en el PP, también desde fuera, todos la atacaron.

ÉL Y 'ELLAS'

Esteban González Pons (Valencia, 55 años) atribuye a su "educación jesuítica" su permanencia en la élite del Partido Popular desde tiempos de Aznar hasta su actual destino de eurodiputado. En su primera novela, 'Ellas' (Espasa), retrata a una generación, la suya, que "nunca aprendió a ser adulta". Quizá por eso, se ha enganchado a la PlayStation durante el confinamiento en Bruselas, que pasa en un apartamento de 80 metros con su esposa, la hija de 11 años ambos, y dos hijos universitarios de ella que estaban "de Erasmus por el mundo" y han vuelto a casa por el coronavirus. "Digamos que no me aburro en mi piso patera", bromea. En cuanto pueda viajará a Valencia a abrazar a sus octogenarios padres.

¿Cuántas camisas blancas tiene? ¿Es por aquello de ‘España, camisa blanca de su esperanza’?

Cientos. Mi padre y mi abuelo eran médicos y siempre llevaban camisa blanca para demostrar que estaban limpios y ofrecían lo mejor de sí mismos. De hecho, la palabra candidato viene de que se ponían togas blancas, cándidas, para hacer ver que estaban limpios y eran honestos. Todos los candidatos deberían ir de blanco.

¿Cómo logró salir limpio del ‘caso Gürtel’ estando cerca del barro?

Porque estaba limpio. Todos tenemos que mirar con autocrítica lo que sucedió, no solo en Valencia, esos años. Las cosas han de juzgarse en su contexto histórico. Hemos pasado mucho tiempo mirando y juzgando, ahora podemos mirar y tratar de entender.

En su libro dice que la generación de los sesenta y setenta nunca llegamos a ser adultos. ¿Este virus nos ha hecho viejos de repente?

Este virus ha acelerado la historia. Nuestra generación va a ser la más herida porque el virus ha matado el mundo analógico, nosotros en el mundo digital vamos como pollo sin cabeza, nos van a echar de los trabajos y no nos van a querer en los nuevos. Olvídate.

¿Se está autojubilando cinco minutos antes de que le jubilen?

No, estoy yéndome al campo, volviendo a la naturaleza. Voy a ser un viejo hippy Los que nacimos en los sesenta y los setenta tenemos que redescubrir el pueblo de los veranos de nuestra infancia. El mundo que viene nos expulsa. Somos la generación que va a hacer la revolución de tirar el móvil a la basura. Renunciar a todo lo que el móvil te ofrece por conservar tu libertad es un gesto de una valentía sin precedentes. Vamos a ser los nuevos hippies.

¿No dejaría monitorizar su móvil para controlar el virus?

Una app sanitaria, bueno, no soy gilipollas y sí buena persona. Pero acojonados por el virus somos más manejables. Soy liberal por individualista. Creo en la libertad y que la vida es una aventura individual. No me siento parte de ninguna masa y cuanto más quiera, no ya este Gobierno, sino cualquier poder, controlar mi intimidad, tanto más intentaré evitarlo.

¿Podremos vivir sin tocarnos?

Un mundo sin abrazos no merece la pena. Un mundo sin besos me parece la peor de las dictaduras. Y un mundo sin sexo, aunque se pudiera solucionar la reproducción por algún avance científico, es el último en el que desearía vivir. El sexo que amo es analógico. O digital, pero de dedos.

Hubo chanza entre sus colegas por las escenas de sexo que escribió en su novela ‘Ellas’. ¿No le perdonan que escriba “coño” sin rodeos?

Panda de mojigatos. Si pongo “coño” soy un sátiro; si no, un cursi. Se ve que los políticos no podemos hablar de sexo. Estamos condenados a ser cursis. A un político se le perdona más que mienta que decir “coño”, coño.

Igual nos falta alguna palabra entre “follar” y “hacer el amor”.

El español tiene una fosa abisal léxica ahí. Hace falta una expresión ni tan dura como follar ni tan cursi como hacer el amor. Una expresión natural para contar lo más natural del mundo.

Ya que no de la huerta valenciana. ¿Es usted la alegría de Bruselas?

Eso no existe. La alegría de Bruselas es zamparse un gofre y, a mi edad, eso se paga en kilos.

Son míticos sus vaqueros ‘casual PP’. La camisa, ¿siempre por dentro y marcando paquete?

Por dentro, siempre. Y lo otro, uno marca lo que puede, con los años cada vez menos.

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