Cómete un cómic

Maestros de sushi que decapitan a clientes, buscadores del menú perfecto, chefs pasados de vueltas en futuros distópicos muy parecidos a la realidad… Los cómics gastronómicos están en plena forma.

Deberían estar en tu despensa o en tu biblioteca.JORDI LUQUE

Oishinbo es el sueño de cualquier editor. Esta joyita del manga empezó a publicarse en 1983, cuando aún llevábamos hombreras, y sólo la catástrofe de Fukushima pudo con él –parece ser que las críticas a la gestión de las fugas en los reactores que incluía el último número, publicado en 2014, levantaron ampollas–.

Se han escrito ciento once capítulos de Oishinbo y las ventas superan los 100 millones de copias. Lo más curioso es que su argumento no trata de superhéroes, crímenes o desviaciones sexuales a lo ‘cincuenta sombras’. El tema de este cómic, cuyo título podría traducirse como ‘El gourmet’, es la gastronomía japonesa. De hecho, Oishinbo podría ser el padre y la madre de los ryori manga, es decir, del género de cómics nipones dedicados a la comida, muy populares en el país del sushi.

La editorial Norma Comics, en colaboración con el blog Comer Japonés, publica Oishinbo en castellano desde finales del año pasado. Este mes, ha aparecido el cuarto de siete tomos que reúnen las ciento once entregas originales, dedicados a un aspecto de la cocina japonesa cada uno.

La narración cuenta las cuitas de Shiro Yamaoka y Yuko Kurita, dos empleados de la sección de Cultura de un periódico a quienes su director encarga la confección del ‘menú definitivo’, un ágape que debe representar lo más excelso de la cocina de Japón. Es una forma deliciosa de aprender sobre sake, ramen, gyozas o sushi: Oishinbo reune datos interesantes, sentidos del humor y una trama que engancha desde la primera viñeta.

El gorumet solitario, acompañado de un KirashiMÒNICA ESCUDERO

Oishinbo tal vez sea el primero, pero no es el único manga japonés sobre comida. Desde hace muy poco está disponible Paseos de un gourmet solitario, publicado por Astiberri. Es la segunda entrega del exitoso El gourmet solitario, un manga costumbrista y melancólico que reúne las historias de Goro Inokashira, el protagonista, cuyas visitas comerciales sirven de excusa a los autores para hacernos salivar con la comida.

Desde Japón también llega Mibu - El Bulli, un volúmen dedicado a estos dos restaurantes legendarios. Pero no todas las historietas comestibles vienen de Oriente.

En 2013, Anthony Bourdain, chef terrible por antonomasia, ponía la cara para presentar Get Jiro. Su protagonista, un sushiman con muy mala leche que decapita clientes por cometer faltas tan graves como pedir california rolls o disolver el wasabi en la salsa de soja, es una especie de soldado independiente en la sangrienta guerra que enfrenta a chefs mediáticos y a cocineros defensores de la comida orgánica en una Los Ángeles de un futuro no muy lejano.

También en Estados Unidos se publica Starve, literalmente ‘morirse de hambre’. Su protagonista es un antihéroe que bien podría encarnar a Bourdain –”he vivido 55 años, la mayor parte consumiendo todo tipo de hierbas ilegales, carcinógenos, alcohol y drogas sintéticas”, dice en una de sus páginas–. Starve es una distopía que señala el desequilibrio entre una minoría con acceso a los alimentos más exquisitos y una mayoría que se alimenta con productos industrializados, y que arranca en un concurso de cocina televisivo. Vamos, más que una distopía, es un retrato de hoy y ahora.

Chocolate, Ferran Adrià y el Mibu.JORDI LUQUE

En Francia nace Los Secretos del Chocolate, un cómic que cuenta las experiencias acumuladas por su autor, Franckie Alarcon, durante el año que siguió al maestro chocolatero Jacques Genin.

¿Vivimos un boom de cómics sobre comida?

En una sociedad como la japonesa, con una fuerte tradición del género, no nos extrañaría que cada semana aparecieran nuevas historias gráficas sobre cocina y gastronomía en general, pero esta cultura es nueva en occidente.

Efectivamente, estamos en un momento en el que lo gastronómico ha tomado mucha relevancia, tal vez demasiada. En algún lugar leí que “la comida es el nuevo rock”.

La aparición de todos estos volúmenes en castellano denota que hay un interés por la comida y que los editoriales ven en ello una oportunidad comercial, circunstancias que me parecen motivo para alegrarse. En primer lugar, porque he disfrutado mucho aprendiendo sobre cocina japonesa mientras leía Oishinbo. Y en segundo lugar, porque, como decía Manuel Vázquez Montalbán, “cuando una sociedad está constantemente hablando de gastronomía, es porque no pasa hambre”. Por lo menos, la mayor parte de ella, matizo.

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