Arte, chocolate y sexo anal

MATT MATERA

Soy consciente de que no todos ustedes lo practican, y de que quizá no sea el tema sobre el que más les apetezca leer una mañana cualquiera. Pero yo me debo a mi profesión, que es el periodismo, y la actualidad me manda introducirme en un terreno tan cenagoso como el del sexo anal. Visto, eso sí, desde una perspectiva artística, que es como se ven estas cosas cuando se quiere hablar de ellas sin que le censuren por salido o chabacano.

Imagino que habrán oído sobre el affaire Paul McCarthy, que no es esa señora que estuvo en los Beatles sino un artista de Los Ángeles que la ha liado parda en París con una escultura inflable gigante titulada Árbol. La obra aparentaba ser un inocente abeto, pero no había que ser un adicto a la guarrerida para identificarla con un butt plug, popular consolador anal cuya traducción literal sería “enchufe de culo”. Los franceses, que no sé qué mosca les ha picado pero han pasado de ser la gente más libertina e interesante de Europa a mostrarse al mundo como unos seres antipatiquísimos que votan al engendro de Marie Le Pen y están en contra del matrimonio gay, se han enfadado mucho al ver semejante atrocidad instalada en la Place Vendôme. Vale, seré justo: no todos los franceses, ni mucho menos, pero sí los beatos, que meten más ruido. No han parado hasta cargarse el pobre butt plug, con lo bien que combinaba con la no menos fálica columna napoleónica de la misma plaza.

La respuesta de McCarthy, supongo que premeditada, no ha podido ser más inteligente. Nuestro héroe acaba de abrir Chocolate Factory, una exposición en la Monnaie de Paris que incluye un precioso bosque de juguetes sexuales y una minifábrica a pleno funcionamiento en la que se elaboran versiones en chocolate de tamaño humano del famoso consolador. Los visitantes pueden comprarlos por 50 euros, llevárselos a casa y mostrar así su disconformidad con esa parte de la sociedad que ve como algo sucio darse placer vía bullate.

Lo que más me gusta de la exposición es que, además de los chocodildos, allí se vende otra figurita de chocolate que me ha tocado el corazón en estas señaladas fechas, en las que empiezo a recibir abominables correos electrónicos promocionales con toda la morralla que vamos a comprar en las próximas fiestas. Se trata de un Papa Noel abrazando un butt plug, que yo leo en clave de advertencia sobre lo que va a hacer con nosotros la máquina del consumo en la próxima Navidad. Ya está en el número uno de mi carta a los Reyes.

Esta columna fue publicada originalmente en la Revista Sábado de la edición impresa de EL PAÍS.

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