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Soberanía para consolidar una industria competitiva

La defensa comienza con el buen funcionamiento de la cadena de suministros, de la inversión territorial y de la estabilidad que un Estado pueda ofrecer al ámbito empresarial

La soberanía nacional se cimienta en el tejido productivo interno, lo que asegura la autonomía estratégica del Estado. Esto exige un sector industrial activo que se articule en dos ejes fundamentales: el territorio y una cadena de suministro sólida. Si a ello se suma una colaboración público-privada que impulse el desarrollo de tecnologías de doble uso (civil y militar), el resultado es el blindaje de la capacidad nacional de decisión, una ventaja competitiva estructural que garantiza la resiliencia frente a crisis externas y consolida al país como un actor en la competencia tecnológica global.

Porque la defensa no depende solo de pactos internacionales ni de colaboraciones entre países. También va de algo esencial: “Una industria nacional sólida, una tecnología propia y productos de defensa robustos y sostenibles”, sostuvo Gerardo Sánchez Revenga, presidente de la Asociación de Empresas Contratistas con las Administraciones Públicas (Aesmide). Por tanto, la fortaleza del sector se origina en el tejido industrial. “Este lo conforman tanto la industria de defensa como su cadena de suministro. Y como cualquier sector económico depende de la vida del mercado; de la oferta y la demanda y, en este caso, de un cliente único: el Ministerio de Defensa”, detalló el experto. Ahora estamos en un momento álgido. “Lo demuestra el interés creciente que vemos en jornadas, ferias y encuentros empresariales, con una gran participación del sector y un claro interés financiero”, reconoció Sánchez Revenga.

En España, una muestra de que la defensa se construye desde el territorio se dio el pasado mes de septiembre en Zaragoza. Allí se presentó el Hub Aragón Defensa, una iniciativa de colaboración público-privada que busca posicionar a la región como referente nacional y europeo en materia de seguridad. “La idea era crear un ecosistema de colaboración público-privada, con la participación del Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Zaragoza, la Delegación de Defensa, el Ministerio de Defensa, la Universidad, los centros tecnológicos y las empresas”, comentó Mar Vaquero, vicepresidenta del Gobierno de Aragón. Esta comunidad, según Vaquero, tiene una larga tradición militar y una importante infraestructura asociada: el campo de tiro de San Gregorio, la Academia General Militar, el Hospital General de Defensa, centros de formación en Huesca y Teruel, y un aeropuerto que se ha convertido en epicentro de la innovación aeroespacial.

“Con más de 15.000 efectivos, es la comunidad con la mayor presencia militar en España. Además, la industria representa más del 20% del PIB aragonés, muy por encima de la media nacional”, presumió. A ello se suma su posición geográfica privilegiada: a menos de 300 kilómetros del 70% del PIB español, con conexiones por carretera y ferrocarril y un aeropuerto logístico de referencia. Estas características demuestran el potencial de la zona. “Hoy más de 120 empresas forman parte del hub, que busca impulsar la innovación, coordinar sectores estratégicos y crear proyectos conjuntos de alto valor añadido”, destacó Vaquero. España tiene talento y competitividad para abrazar este y otros proyectos. “Es cierto que empezamos más tarde que otros países, pero tenemos empresas innovadoras y con gran capacidad técnica”, coincidió Sánchez Revenga. Lo importante ahora es crear consorcios.

Ecosistema robusto

“La suma de capacidades de distintas compañías muchas veces es más eficaz que el trabajo de una sola gran empresa”, advirtió el presidente de Aesmide. El sustento tecnológico e industrial de la defensa en España está compuesto por un robusto ecosistema de más de 520 compañías, según cifras de la asociación. De esta cifra, alrededor de 350 empresas actúan como proveedoras de productos y servicios especializados. En términos de impacto económico, este sector generó 22.000 puestos de trabajo directos y alcanzó una facturación de 6.300 millones de euros en 2021 (últimos datos disponibles). Las pequeñas y medianas empresas representan el 85% de este entramado y funcionan como el motor principal de la cadena de suministro. Su valor reside en aportar agilidad y capacidad de innovación que complementan, estratégicamente, la labor de las grandes corporaciones tractoras como Airbus, Indra o Navantia.

“Tenemos ejemplos de éxito en protección personal, uniformes o sistemas de visión nocturna, con empresas españolas que son referencias mundiales”, resaltó Sánchez Revenga. Esa combinación de innovación, colaboración y talento permitirá competir en Europa. “Nuestro sistema de defensa cuenta con grandes contratistas capaces de desarrollar proyectos complejos, pero también depende de las pymes, que son esenciales por su tecnología, resiliencia e innovación”, señaló el representante de la asociación. Este grupo de compañías es el que aporta talento y flexibilidad. “Por eso es fundamental atraer a jóvenes ingenieros, hombres y mujeres, al sector. Además, la financiación pública debe llegar a todos los niveles, no solo a las grandes compañías. Las pymes son las que mantienen viva la economía y generan empleo”, reclamó el máximo representante de Aesmide, colectivo que agrupa a más de 70 firmas contratistas con el Ministerio de Defensa, de las cuales 46 son pymes, generan 2.902 empleos y facturan 560 millones de euros.

Para Mar Vaquero, el hub de defensa aragonés es una muestra de que el territorio cuenta con suelo fértil para más inversiones en ámbitos clave, como la energía. “Estoy convencida de que llegarán más, no solo en el ámbito tecnológico, sino también en sectores estratégicos para nuestra región, como la industria o la automoción”, vaticinó la vicepresidenta autonómica. “Hace 40 años, la llegada de General Motors provocó un desbordamiento en la formación y en la creación de un ecosistema de empresas de componentes. Creemos que algo similar sucederá ahora, también en sectores como el de la defensa o el medioambiental, donde ya hemos anunciado nuevas inversiones”, concluyó.

Por una Europa más fuerte y menos imprevisible

Miguel Ángel García Vega

Es un estadista. Va en el ADN. Ricardo Martí Fluxá preside la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (Tedae). Su visión —fue secretario de Estado de Defensa— mezcla el pasado y el futuro. Echa de menos, “en este nuevo mundo”, liderazgos europeos como los de Felipe González (España), Willy Brandt (Alemania) o François Mitterrand (Francia). Todos en su momento primeros mandatarios de sus respectivos países.

Pero el motor francoalemán renquea justo en un tiempo “en el que necesitamos ese liderazgo en Europa”, admitió el ex político. “Y hace falta saber dónde estaremos en 2025 o 2030”. O sea, propósito. “Tenemos que conseguir crear una Europa más fuerte”, concedió Martí Fluxá. “Porque ahora vivimos en la imprevisibilidad”. Aunque esa fortaleza ya se refleja en algunos destellos. El PIB en defensa alcanzará un 2,1% este año. La contribución a la OTAN tendrá que sumar un 5% durante 2035.

La imagen que transmite España es la de una tierra con gran talento y un fuerte componente en I+D. Exportamos más del 50% de lo que producimos, estimó el ex secretario de Estado, y lo que desarrollamos es de una calidad excelente. “En tecnologías somos muy buenos, ya sea en drones, construyendo la turbina del Eurofighter o radares terrestres”, desgranó. Pero poco se puede hacer desde la soledad. Reivindicó la realpolitik. Todos somos dependientes de todos y las empresas españolas bien pueden aliarse con otras nacionales o extranjeras para lanzar proyectos. España podría depender de algún país y también recorrer el camino contrario. En su visión, hay que entender que la defensa resulta más amplia que nunca en la historia. Atañe, por ejemplo, a la ciberseguridad. “Debemos defender nuestros valores, nuestra democracia”, sostuvo Fluxá. Una política realista. Una línea roja.

Energía, un eje de la estrategia geopolítica

Óscar Granados

La historia moderna de la humanidad ha sido una búsqueda constante de energía. El ser humano ha pivotado de la quema de combustibles sólidos a la extracción de gases y líquidos fósiles. Ahora se centra en los minerales críticos y en los elementos que dan vida a la tecnología. Las capacidades energéticas de un país ya no son simplemente una mercancía, sino el eje de una estrategia geopolítica, un instrumento de poder, una herramienta decisiva en la diplomacia internacional y el origen principal de las fricciones globales.

El que domina la fuente motriz domina el mundo. “La energía es un input, un ingrediente esencial de todo proceso productivo. Por lo tanto, sin energía no existe actividad económica, ni civil ni militar”, dijo Claudio Aranzadi, ex ministro de Industria y Energía. En su presentación, el también ex presidente del Instituto Nacional de Industria (INI) mencionó que, en cualquier caso, la seguridad energética y la competitividad se inscriben en un contexto de rivalidad: “Ser competitivo o ser seguro siempre lo es en relación o en contraste con otros”. Este escenario, sin embargo, no sienta bien al Viejo Continente, que durante décadas no ha logrado desarrollar una matriz energética propia.

“Europa está bien preparada para la cooperación internacional, pero menos para afrontar un escenario de rivalidad”, recalcó Aranzadi. “A diferencia de la sostenibilidad, que requiere cooperación global, la seguridad energética responde a una lógica de competencia”, advirtió. Ello es negativo cuando se abordan retos comunes como la reducción de emisiones y el calentamiento global. Por tanto, añadió el ex ministro, la seguridad energética no puede seguir basándose en los combustibles fósiles, como ocurre todavía en China y, en menor medida, en India y Estados Unidos. “Si se mantiene la prioridad de la seguridad sobre la política climática, el cumplimiento del Acuerdo de París será prácticamente inviable”.

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