‘Smart cities’: muchos datos y pocos resultados
La tecnología digital, el big data o el internet de las cosas contribuyen al desarrollo de urbes más sostenibles, pero han de estar al servicio de un proyecto consensuado de ciudad conectada
Contadores inteligentes de luz y agua que avisan cuando detectan consumos anómalos; sensores en paradas y recorridos para saber cuándo y dónde reforzar el servicio o aumentar la frecuencia en el transporte público; vehículos de combustible renovable comunicándose con otros, con aparcamientos y con puntos de recarga; una gestión de los residuos en la órbita de la economía circular, donde los desechos de unos son las materias primas de otros; tejados coronados de paneles fotovoltaicos y comunidades energéticas que se compran y se venden la electricidad entre ellas; apps donde los vecinos ...
Contadores inteligentes de luz y agua que avisan cuando detectan consumos anómalos; sensores en paradas y recorridos para saber cuándo y dónde reforzar el servicio o aumentar la frecuencia en el transporte público; vehículos de combustible renovable comunicándose con otros, con aparcamientos y con puntos de recarga; una gestión de los residuos en la órbita de la economía circular, donde los desechos de unos son las materias primas de otros; tejados coronados de paneles fotovoltaicos y comunidades energéticas que se compran y se venden la electricidad entre ellas; apps donde los vecinos pueden opinar o hacer una gestión municipal… Una ciudad más sostenible y cercana para sus habitantes sería posible desde mañana mismo si solo dependiera de la tecnología ya existente. Pero la realidad no es tan sencilla y pasa, según los expertos, por que todos los elementos que la integran —empresas, ayuntamiento, vecinos— se impongan, como propósito común, ser más verdes.
“Las ciudades del futuro deben ser capaces de facilitar un nivel de vida adecuado a sus ciudadanos, generando el menor impacto ambiental posible —idealmente con impacto nulo— y con la mayor capacidad para hacer frente a los retos ambientales, sociales, económicos o de gobernanza futuros a los que están expuestas”, reclama Julia Moreno, manager de la iniciativa Ciudades Sostenibles 2030 de la organización Forética. Lo que implica necesariamente replantearlas desde una perspectiva diferente e involucrar a sus habitantes en las decisiones. “Yo creo que los fundamentos están. A las ciudades españolas les falta tiempo y recursos para aplicar las innovaciones; un periodo de maduración. Y seguir mejorando en la capacitación de los responsables públicos respecto a las ciudades inteligentes”, precisa Daniel González-Bootello, director general de la alianza empresarial Smart City Cluster.
El profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) Julio Lumbreras ve en la tecnología un medio para que los ciudadanos se puedan expresar, estén informados de lo que ocurre a su alrededor y tomen un rol mucho más activo como “agentes de la transformación urbana”, según sus palabras. “Gracias a ella tenemos puntos de vista nuevos sobre aspectos que antes no veíamos porque no teníamos ni la información ni la capacidad de análisis”, tercia González-Bootello. “La tecnología (IoT, big data, entre otros) y la digitalización son dos elementos clave que están contribuyendo de forma decisiva al desarrollo de ciudades más sostenibles. Las smart cities permiten, a través de la ingente cantidad de datos que generan, gestionar de manera más eficiente su funcionamiento, detectar las necesidades de las personas, facilitar su interacción y, en última instancia, mejorar su calidad de vida”, detalla Moreno.
Pero los datos no dejan de ser herramientas, esenciales y transversales, pero herramientas al servicio de una “gobernanza inteligente”, como la denomina Joan Enric Ricart, codirector académico del IESE Cities in Motion, que es una plataforma de investigación para “crear conocimiento y herramientas innovadoras que generen gobiernos locales más inteligentes”, según se presenta. “Tenemos más datos que nunca y los estamos desaprovechando, incluso malutilizando. Necesitamos una gobernanza de los datos”, subraya Lumbreras.
Un trabajo inacabado
“Mira lo que publicasteis hace unos meses sobre la calidad del aire en los colegios de Madrid y Barcelona”, comenta Lumbreras refiriéndose a un reportaje de EL PAÍS que se basaba en las estimaciones de un sistema de medición de los valores de contaminación por calles para concluir que el 46% de los centros educativos de infantil y primaria de las dos ciudades más grandes de España superan, de media, el límite legal de dióxido de nitrógeno (NO₂) establecido por la Comisión Europea desde 2010. La cuestión, en su opinión, está en qué hacer con esos datos, o, dicho de otro modo, cómo pasar de simplemente constatar, medir, monitorizar, cuantificar un problema a resolverlo.
Lumbreras es también coordinador de la plataforma citiES 2030, una iniciativa para la aceleración y aplicación en España de una de las cinco misiones que se ha fijado la Comisión Europea: alcanzar 100 ciudades climáticamente neutras antes de 2030. Una misión conjunta es lo que, en su opinión, necesitan las urbes para acelerar en su revolución verde. “Falta una especie de estrella polar que guíe”, expresa. “Vemos muchas iniciativas, de ONG, de empresas, de universidades, de las propias Administraciones locales, pero desconectadas; se trabaja en compartimentos estancos, en silos”, lamenta, urgiendo a plantearse un “objetivo común e ilusionante” para avanzar hacia una “ciudad más amable, vibrante, segura, sostenible”, que permita “hacer las cosas de otra manera” y que logre “romper los silos y comenzar a trabajar entre departamentos, conectados”. El de medio ambiente con el de movilidad, con el de licencias.
“Los problemas son tan complejos, tan sistémicos, tan relacionados unos con otros, que un solo actor no puede resolverlo todo; la colaboración multiactor se hace imprescindible”, remacha Lumbreras. Llegados a este punto, fijar como misión convertirse en una ciudad descarbonizada es, en su opinión, un buen hilo para comenzar a tirar del ovillo. “Descarbonizar significa mejorar la calidad del aire, aumentar los espacios verdes, reducir los problemas de salud pública, aumentar la calidad de vida de las ciudades, generar empleo, tener un mejor sistema de transporte”, enumera.
Es el ovillo al que se han lanzado las siete ciudades españolas de citiES elegidas por la Comisión Europea para ser climáticamente neutras e inteligentes antes de 2030: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Valladolid, Vitoria y Zaragoza. La neutralidad climática, con la consiguiente apuesta por las energías renovables, la electrificación y la eficiencia energética, es clave desde el punto de vista de la mitigación del cambio climático, según defiende Moreno. Mientras que las medidas de adaptación —infraestructuras resilientes, sistemas de alerta temprana, áreas verdes y azules— conceden especial importancia a las zonas verdes.
Plan a futuro
“La ciudad debe preguntarse cómo quiere ser dentro de equis años y trazar un plan para lograrlo que se aprueba en pleno, de manera que todas las iniciativas municipales, de cualquier ámbito, estén alineadas con ese objetivo”, receta González-Bootello. Así no hay descoordinación, según añade, y el municipio habla con una voz única a las otras dos Administraciones (estatal y autonómica) con las que ha de engranarse. “La smart city ha de ir dentro del liderazgo del alcalde”, remacha, poniendo como ejemplo Málaga, con el mismo alcalde desde hace 22 años y una apuesta a largo plazo actualmente concretada en el Plan Estratégico de Innovación 2018-2022, con 200 acciones en varias líneas maestras: energías renovables, movilidad sostenible, innovación social y Administración electrónica.
De este caldo ha salido el cambio a led del alumbrado público o una gestión más eficiente del transporte urbano. Un despliegue de cargadores para vehículos eléctricos en la red de aparcamientos municipales. Una apuesta por la producción de energía fotovoltaica visible en proyectos como Málaga H2 City: parque solar fotovoltaico sobre un antiguo vertedero que suministrará electricidad renovable para la producción de hidrogeno verde. Las papeleras compactadoras solares, capaces de reducir la frecuencia de recogida hasta en un 86% y sus costes en un 50%. Avances en la digitalización de servicios que permiten realizar 366 trámites municipales de forma electrónica y comunicar incidencias en la vía pública (a través de la app Málaga Funciona). Y en el futuro, la monitorización mediante sensores de más de 200 edificios para obtener información útil sobre concentración de partículas en el aire, niveles de ruido, consumos energéticos y de agua, usos de los espacios.
“No hay soluciones mágicas, sino más bien un trabajo de superposición de capas que van sumando para solucionar los problemas”, incide González-Bootello. Una gestión eficiente de la energía, por ejemplo, requiere de fuentes y tecnologías bajas en carbono, de soluciones tecnológicas digitales, de comportamiento humano y de políticas que incentiven el ahorro, sobre todo el industrial. En movilidad, el experto destacaría la implantación del vehículo autónomo, impulsado por energía renovable, combinada con el triunfo de la movilidad as a service (como servicio) frente al coche particular. “El ciudadano paga por el servicio una cantidad fija al mes y tiene a su disposición, y a la carta, una serie de vehículos según la necesidad de cada momento: desde un patinete para un trayecto corto hasta una furgoneta si necesita cargar unos muebles. El vehículo elegido lo recoge, lo lleva donde quiere y se va a atender a otra persona”, describe.
El cierre de ciclos es otro aspecto clave. “Si una empresa necesita agua para refrigerar sus sistemas, ¿no podría esa agua, que ya está caliente, canalizarse hacia los edificios para climatizarlos en lugar de verterse al río, con lo que no se aprovecha y encima es disruptivo para un ecosistema?”, se pregunta González-Bootello. Por qué no renovar y rehabilitar la infraestructura ya existente en lugar de construir nueva, lo que reduciría enormemente el impacto en huella de carbono. Por qué no reutilizar, parar la extracción de materias primas vírgenes y no dejarle ni un gramo de residuo al vertedero, como defiende Replanteando nuestras ciudades. Hacia un nuevo modelo de desarrollo urbano sostenible, estudio con el que Forética hace un repaso a cómo debería ser la movilidad, las zonas verdes, la resiliencia frente al cambio climático, la construcción y edificación, la energía y la salud en las urbes del futuro.
Vanguardia malagueña
La red móvil de monitorización del ruido de ocio en el centro histórico y los barrios de Teatinos y Cortijo de Torres, y el proyecto eCityMálaga, que aspira a convertir Málaga TechPark (el parque tecnológico) en un campo de pruebas de circularidad —en energía, transporte, edificación, agua o residuos—, son dos ejemplos de I+D+i aplicada a la sostenibilidad urbana. Innovación social, la gran palanca, es el tema elegido por Málaga para su candidatura —La era urbana: hacia la ciudad sostenible— a la exposición internacional de 2027. “Será una ocasión para mostrar y compartir buenas prácticas y dar ese acelerón verde que todos necesitamos”, declara su alcalde, Francisco de la Torre, a quien le gustaría que para 2030 su municipio fuera climáticamente neutro y se hubiera convertido en una ciudad de los 15 minutos.
“La idea es que los malagueños tengan acceso a la mayoría de los servicios básicos en un cuarto de hora andando o en bici desde su casa. Y que aquellos trayectos que duren más se hagan mediante una movilidad sostenible”, resume. Para ello, Málaga está trabajando en la intermodalidad entre medios de transporte y en una mayor mezcla entre zonas de viviendas y de oficinas. “Queremos que haya área residencial incluida en el parque tecnológico y oficinas en el centro urbano”, expresa De La Torre. Lumbreras exhorta también a superar un modelo de ciudad de centros comerciales y polígonos empresariales a los que solo se puede acceder en coche. “Desde el ámbito de la planificación urbana debería avanzarse hacia ciudades más compactas y accesibles para todos, como muestran modelos como la ciudad de los 15 minutos, que cedan el espacio a los peatones y a las zonas verdes frente a los vehículos y que eviten las desigualdades o la segregación social”, coincide Moreno.
El entorno urbano como punto caliente
El 56,2% de la población global vive en entornos urbanos y se espera que esta cifra aumente al 60,4% para 2030 y al 70% para 2050, según la ONU. En ese momento, la población mundial rondará los 9.000 millones de personas. Se estima que el 80% del producto interior bruto mundial ya se genera en las ciudades. “Solo 750 ciudades representan en torno al 60% del PIB global”, resalta Replanteando nuestras ciudades. Hacia un nuevo modelo de desarrollo urbano sostenible, de Forética, citando a Oxford Economics. “El rápido crecimiento de las ciudades y de su población plantea numerosos desafíos vinculados a aspectos imprescindibles para la vida urbana: servicios e infraestructuras, sistemas de transporte, acceso a la vivienda, calidad y seguridad de los asentamientos…”, advierte. Las ciudades consumen aproximadamente el 75% del total del agua y el 70% de la energía, y generan en torno al 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y el 50% de los residuos globales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 91% de las personas que viven en ciudades no respiran un aire limpio.