Geopolítica que inflama al gas
La opción de Bruselas de incluir el gas como una inversión ‘verde’ facilita a esta energía competir por la financiación para proyectos de generación eléctrica
La aprobación de la Comisión Europea a principios de febrero del proyecto de reglamento que clasifica al gas natural —y también a la energía nuclear— como energía que puede contribuir a la lucha contra el cambio climático podría cambiar la hoja de ruta para la descarbonización de la economía. Si finalmente el Parlamento Europeo o el Consejo de Ministros de la Unión Europea no se oponen a esta norma, el gas natural podría recibir i...
La aprobación de la Comisión Europea a principios de febrero del proyecto de reglamento que clasifica al gas natural —y también a la energía nuclear— como energía que puede contribuir a la lucha contra el cambio climático podría cambiar la hoja de ruta para la descarbonización de la economía. Si finalmente el Parlamento Europeo o el Consejo de Ministros de la Unión Europea no se oponen a esta norma, el gas natural podría recibir inversiones multimillonarias lo que queda de década. El sector gasista español valora positivamente la decisión europea porque reafirma el papel que tiene el gas natural en la transición energética para garantizar el suministro eléctrico.
La taxonomía de finanzas verdes es el instrumento creado por la Comisión para señalar a los inversores las actividades que pueden ser calificadas como sostenibles. Como explica Ricardo Pedraz, experto en finanzas sostenibles de la consultoría Afi, “con ella se trata de definir el punto de llegada de la descarbonización de la economía a partir de actividades sostenibles, pero también de las habilitantes y su contribución positiva garantizando un máximo de emisiones, como puede ser el gas natural y su papel en la transición energética, que ya venían recogiéndose. Sin embargo, la clave está en definir bajo qué condiciones se incluyen”.
Etiqueta polémica
En el caso del gas natural, el nuevo acto delegado presentado por la Comisión Europea establece el etiquetado verde con un límite de emisiones de 270 gramos de CO2 por kilovatio hora (kWh), reemplazando el anterior de 100 gramos de CO2 por kWh. Este tipo de inversiones no podrán prolongarse más allá de 2031. “Esta propuesta habilita la posibilidad de que ese mínimo no sea tan estricto e incentiva la financiación. De esta forma es lógico pensar que los proyectos relacionados con el gas natural atraerán más inversión para seguir desarrollándose”, apunta Pedraz. “Aunque también dependerá de la rentabilidad que puedan ofrecer, no es fácil acomodar las emisiones actuales en torno a los 370 gramos de media que tienen las centrales de ciclo combinado aquí en España a esos estándares, por ejemplo. También influirá mucho la cuantía por derechos de emisiones”, añade.
Desde la Asociación Española del Gas (Sedigas), celebran la decisión con “moderada satisfacción” porque “refleja el reconocimiento del papel del gas en la carrera por una descarbonización eficiente”. Sin embargo, su presidente, Joan Batalla, considera que, aunque se flexibiliza la financiación, “estas condiciones siguen siendo bastante estrictas”, y puntualiza que incluir el gas natural en la taxonomía de finanzas verdes “no supone un cheque en blanco”. “En cualquier caso, el sector del gas ve en ello la oportunidad de que esas inversiones se utilicen para proyectos que permitan transitar hacia los gases renovables, apuesta clara de Europa”, apunta.
Estudios internacionales, como el publicado por la consultora internacional Lazard, insisten en señalar el elevado coste de recuperación de las inversiones en fuentes de energía como el gas natural para la generación eléctrica a través de ciclos combinados. Por este motivo, José María Yusta, profesor de la Universidad de Zaragoza y experto en mercados energéticos e infraestructuras críticas, cree que la decisión de la Comisión Europea no se sostiene desde el punto de vista económico, y por lo tanto está basada en cuestiones fundamentalmente políticas. Así lo ve también Marina Gros, responsable de la Campaña del Gas, de la organización Ecologistas en Acción. “Presiones de países como Francia y Alemania, cuyas apuestas energéticas son la nuclear y el gas, respectivamente, han provocado una división en el seno de la Unión Europea, empañando la hoja de ruta hacia la descarbonización”, destaca Gros.
Cuestión de competitividad
Facilitar la inversión sostenible en proyectos de gas natural podría hacer que las energías renovables dejasen de recibir inyecciones económicas, como explica Pedraz, aunque esa hipótesis no preocupa especialmente en el caso de España. “La senda de inversiones está claramente posicionada en las renovables, mucho más competitivas. Además, tenemos suficiente capacidad instalada tanto de centrales de ciclo combinado de gas natural para producir electricidad, como de plantas de regasificación, que nos permiten afrontar los próximos años con tecnología de gas para el mix energético sin necesidad de más inversiones”, añade Yusta.
En este sentido, la postura del Gobierno español es clara, no flexibilizarán estas inversiones como pretende Bruselas. Sin embargo, desde Ecologistas en Acción temen que no se mantenga esta promesa si cambia el color del Ejecutivo en los próximos años. “Por eso es importante que esta norma no salga adelante”, puntualiza Gros.
Una decisión que no se conocerá hasta mediados de año, plazo máximo del que disponen el Consejo de Ministros de la UE y el Parlamento Europeo para someter el proyecto de reglamento a escrutinio y devolverlo a la Comisión para su revisión en caso de vetarlo. Aunque la división es evidente y bastante repartida entre los Estados miembros, parece que los detractores de incluir el gas en la taxonomía verde no conseguirán evitarlo.
¿Podría España convertirse en el 'hub' europeo?
Los disparados precios del gas, la tensión entre la OTAN y Rusia en Ucrania, y la capacidad de operaciones gasísticas de la península Ibérica, han abierto de nuevo el debate sobre la posibilidad de convertir a España en el hub del gas en Europa. Un plan que pasaría por recepcionar y regasificar el gas natural licuado (GNL) procedente de Estados Unidos —primer productor mundial y pieza clave en el suministro a Europa en los últimos meses—, Qatar y otros países, pero al que le falta una pieza fundamental: la interconexión con el resto de Europa a través de gasoductos. “Más allá de la cuestión geopolítica, esto sirve como reflexión sobre la contribución de España en la seguridad del suministro de gas en el continente”, destaca Joan Batalla.
Como apunta José María Yusta, un escenario así trasciende la hoja de ruta para la descarbonización y se incorporaría a unos planes de inversión europeos que tienen que ver más con Proyectos de Interés Estratégico (PIE). “Y no está claro que fueran del todo rentables por las cantidades de gas que se podrían transportar”, opina. Para Marina Gros, esto supondría “una reactivación del protagonismo del gas en España que nos haría retroceder”.