Memorización y capacidad de razonar, una combinación exitosa

La memoria es crucial en la enseñanza, pero la efectividad de aprender temarios al pie de la letra genera dudas entre docentes y estrés a los alumnos

Coneyl Jay (Getty Images)

Hay debates en la escuela que nunca pasan de moda. Ocurre con el denominado aprendizaje memorístico, que consiste en retener conocimientos a base de repetir una y otra vez, de forma machacona, la lectura de los contenidos. El problema es que, muchas veces, los alumnos memorizan esas materias desde la primera hasta la última letra sin ni siquiera comprender su significado. Y una vez hecho el examen, toda esa catarata de cifras, datos, fechas, definiciones, fórmulas y párrafos enciclopédicos se esfuman de la mente y desaparecen en cuestión de días (u horas).

La comunidad educativa es consciente de que este método de estudio tradicional, arraigado en el sistema desde hace décadas, está obsoleto y que deben abordarse fórmulas alternativas. De hecho, la actual ley de educación —la Lomloe, aprobada en 2020— apunta en esa misma dirección: menos cantidad de contenidos para memorizar y mayor adquisición de competencias clave, encaminadas a un aprendizaje permanente. La norma también fomenta la transversalidad entre asignaturas, para acotar de alguna manera los compartimentos estancos entre una y otra materia.

En cualquier caso, buscar nuevos enfoques no implica despreciar el valor que juega la memoria en la enseñanza. “La memoria es un tesoro, es un medio para aprender a vivir. Y el aprendizaje es una necesidad humana. Pero el aprendizaje memorístico mata la escuela que necesitamos”, advierte el pedagogo y profesor del Máster en Neuropedagogía en la Universidad de Córdoba, Fernando Alberca. Para que la memoria ejerza su función con eficacia, explica este especialista, deben darse tres condiciones: que lo que se intenta memorizar sea interesante, diferente y que no genere presión emocional ni estrés al alumno. “En la escuela se contradicen estas tres normas”, lamenta.

Entonces, ¿por qué se mantiene este método si está comprobado que su efectividad es más que cuestionable? “Porque asegura la demostración y justificación de calificaciones. Si examinamos mediante pruebas en las que el alumnado tenga que repetir de memoria un contenido y podemos demostrar sus respuestas, es más fácil argumentar que la calificación es indiscutible”, prosigue Alberca. Otra cosa muy distinta es que esta sea la mejor opción. Pese a todo, hay señales que indican que algo ha cambiado en los últimos años.

Otra forma de evaluar

Aunque todavía hay algún caso aislado, la realidad demuestra que los centros, los docentes y la propia educación han avanzado y se están adaptando a los nuevos tiempos y exigencias sociales y laborales. El investigador y creador del proyecto Escuela21, Alfredo Hernando, cree que la auténtica piedra angular del debate radica en cómo se evalúa en clase. Si se apuesta por una evaluación continua que abarque distintos formatos —cuadernos de aprendizaje, trabajos de reflexión del alumno, exámenes, pruebas, ejercicios diarios, entre otros— el aprendizaje es más ágil, cercano y competencial. “Estamos preparados para hacerlo y ahora hay un espacio de oportunidad muy interesante, porque tenemos unas plantillas de profesorado estables y menor natalidad”, reconoce Hernando. El problema es que, en demasiadas ocasiones, todo depende del voluntarismo y la buena conciencia de los maestros. “Y eso no puede ser. Si el claustro se ciñe a lo mínimo y no busca espacios de aprendizaje para hacer este cambio, por mucho que existan legislación, recursos y trabajo, no sirve de nada”, lamenta.

La solución pasa por combinar distintas metodologías de enseñanza que permitan no solo adquirir conocimientos meramente académicos. También habilidades sociales y creativas, pensamiento crítico… Porque cuanto más diversas sean las capacidades y las habilidades que se aprenden en los colegios e institutos, más sencillo será que los chicos y chicas se enfrenten, ya de adultos, a los retos cambiantes de la sociedad.

El factor tecnológico

“Las competencias que poseen los nuevos ciudadanos son multimodales. También les cuesta más hacer una lectura lineal de un documento, mantener los tiempos, la atención… En este punto, las nuevas tecnologías tienen mucho que ver, porque están modificando la forma de adquirir la información”, apunta la directora del departamento de Pedagogía de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Reyes Hernández.

Precisamente estas herramientas digitales deben desempeñar un rol fundamental en esta escuela del futuro y en el desarrollo de nuevos métodos de enseñanza. Ya sucede, porque facilitan la interactividad y enriquecen las materias con elementos visuales, juegos, concursos… “Ayudan a ofrecer contenido de formas muy atractivas y las clases son más participativas. Pero es un debate que hay que afinar porque influyen muchos otros elementos”, desliza Alfredo Hernando. Uno de estos riesgos es que aumente la brecha digital entre los alumnos, y que perjudique a aquellos que cuenten con menos recursos económicos.

No obstante, las posibilidades de la tecnología en el campo de la enseñanza son casi infinitas. “En pocos años a nadie se le ocurrirá enseñar para que aprendamos lo que cualquier máquina es capaz de darnos en menos de un segundo”, incide en este punto Fernando Alberca. La educación debe servir para otra cosa: ha de enseñar a aprender a pensar, a asociar, a crear y a aprovechar el potencial de las personas, que es mucho más que un mero almacén de memoria.

Aulas invertidas y trabajo en grupo

Existen distintos métodos de enseñanza, cada vez más arraigados en los centros escolares, que poco tienen que ver con el aprendizaje memorístico. Uno de ellos, afirma Elena Hernández, es la denominada aula invertida (flipped classroom, en inglés): los alumnos estudian y preparan los contenidos en sus casas y emplean el tiempo de clase para hacer los deberes, interactuar y realizar actividades más participativas —como analizar ideas, debates, trabajos en grupo— con el profesor. Otras fórmulas alternativas alejadas del estudio repetitivo son el aprendizaje basado en proyectos, donde se potencian especialmente la motivación de los alumnos y el denominado aprendizaje colaborativo, que distribuye a los estudiantes en pequeños grupos para poder llevar a cabo las tareas asignadas.

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