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Hierbas urbanas de la familia de la coliflor: invisibles para la mayoría, vitales para la ciudad

El cardo mariano y las brasicáceas son las reinas de los recovecos de las calles cuando llega el invierno. Como florecen incluso con temperaturas bajas, son una fuente de alimento para los insectos, gorriones y otras aves

Las lluvias regresan, las grietas urbanas reverdecen. En aquella unión de la acera con la pared de la panadería brotan un par de cotiledones —las primeras “hojitas” que emergen de la semilla— de un cardo mariano (Silybum marianum). Esta plántula de apenas un centímetro de altura es hija de un cardo enorme que creció en el pequeño descampado de enfrente, un minúsculo solar fruto de la demolición de una casita antigua de una sola planta, construida con ladrillos de fina arcilla. De hecho, todavía se pueden ver los restos de su tierra cocida, reducida a un polvo anaranjado oscuro, que regresa al suelo sobre los que se erguían para formar las paredes de un hogar.

Los cotiledones del cardo mariano se orientan perfectamente hacia la luz, como si de un panel solar se trataran, y procesan el agua y los pocos nutrientes que encuentran en la raja de cemento. El palpitar de las hierbas urbanas regresa puntual, como cada año, con las lluvias otoñales, sobre todo en aquellas regiones de veranos secos y cálidos. Aparte de este cardo, otras hierbas espontáneas germinan ahora, para aprovechar la bonanza del agua del cielo y de que todavía hay días lo suficientemente cálidos para ellas, en los que pueden realizar la fotosíntesis. Una de estas familias más habituales es la de las brasicáceas. Muchas de sus integrantes muestran una flor con cuatro pétalos, de ahí su anterior nombre de crucíferas.

En las mesas invernales, en sus platos de cocina, esta familia de plantas es una gran protagonista —o antagonista para muchas personas que no disfrutan de sus sabores—, porque son ampliamente devoradas por los humanos: coles, repollos, brócolis, colinabos, coliflores, grelos, coles de Bruselas… En los tiempos agrícolas que corren, esta estacionalidad ya no es tan marcada y se pueden encontrar en las fruterías muchas de estas verduras fuera de la temporada invernal, pero desde siempre el reino de estas especies brasicáceas es el del invierno.

Sin temor a las heladas, también las hierbas espontáneas tienen entre sus huestes varias especies frecuentes en el viario urbano: el mastuerzo menor (Cardamine hirsuta), la bolsa de pastor (Capsella bursa-pastoris), el matacandil (Sisymbrium irio)… Más adelante, cuando el invierno roza a la primavera, los descampados se cubrirán con las flores amarillas de los jaramagos, un nombre popular que designa a distintas especies de brasicáceas: Diplotaxis spp., Raphanus spp., Sinapis spp…. aparte del mencionado género Sisymbrium.

La importancia de estas hierbas urbanas es vital para la ciudad, ya que muchas de ellas ofrecen alimento a los animales cuando no hay tantos recursos por el frío. Como florecen incluso con temperaturas bajas, son una fuente de alimento para aquellos insectos que sobreviven al invierno, así como para los gorriones y otras aves, que encuentran en ellas un complemento a su dieta, gracias también a sus semillas. A su vez, estos animales lucharán contra las plagas que pueden dañar a los árboles y arbustos, por ejemplo.

Asimismo, estas hierbecillas menos aparentes mejoran los terrenos en los que crecen, enriqueciendo la fertilidad de la tierra y preparándola para que otras plantas vegeten mejor en los años venideros. Si estas brasicáceas nacen en un alcorque, ayudarán a que ese árbol que da sombra y oxígeno esté más feliz; y, si el árbol está contento, mayores beneficios regalará a los ciudadanos.

Hoy no hay grandes y vistosas flores en estas líneas, y llega una tarea que es bien sencilla: reconocer en casa alguna de estas brasicáceas a través de un libro o de alguna pantalla de ordenador o del móvil, lanzarse a la calle y buscar en algún resquicio de la acera una de estas campeonas de la discreción más absoluta, expertas en ser invisibles para casi todas las personas. Una bolsa de pastor o un mastuerzo se van a esforzar en los próximos meses por sobrevivir, y será bonito saludar a estas hierbas cuando se vaya a coger el metro. Al regreso a casa, ella seguirá allí, con alguna hojita que se habrá hecho un poquito más grande.

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