Cuidado y disfrute de la bergenia, la hortensia de invierno

Esta planta herbácea típica de una jardinería clásica tiene unas hojas de buen tamaño que cambian de color con la bajada de temperatura, cuando se visten de tonos rojizos, rosados y purpúreo. También puede aguantar los 40 grados y crecer bien con diferentes iluminaciones

El comienzo de la floración de las bergenias es un bello espectáculo.Katrin Ray Shumakov (Getty Images)

“Hojas grandes, lustrosas, sobrevive a las condiciones de cultivo más adversas, resiste el sol y la sombra, florece cuando otras plantas aún están dormidas”. Todo esto se lee en las primeras líneas de la carta de presentación de una antigua planta ornamental, todavía querida por los jardineros. La bergenia u hortensia de invierno (Bergenia crassifolia) es una habitante de muchos jardines añejos, en los cuales enraíza en vasijas, tinajas, jardineras y macetones que se alojan en lo alto de muros, a la entrada de las casas, en los patios, flanqueando escaleras de piedra o descolgando de un paredón o de una terraza, y también colonizando la parte baja de un seto o cubriendo la sombra que proyecta un árbol bajo su copa.

Pensar en una bergenia es irse a una jardinería clásica y bella, que recurría a esta especie para tener sus hojazas y una floración rosada que se puede disfrutar incluso en los días todavía fríos de febrero y de marzo, dependiendo de la zona. De ahí proviene su nombre popular de hortensia de invierno: por su lejano parecido con el de las hortensias (Hydrangea spp.), aunque tienen la misma semejanza que entre un huevo y una castaña. Al contrario que la floración veraniega de las verdaderas hortensias, las bergenias buscan el periodo comprendido entre enero y mayo, principalmente, para florecer.

Las bergenias son plantas herbáceas —de consistencia tierna, como una hierba— cuyos tallos rastreros adquieren cierta consistencia por el simple hecho de envejecer. Es un vegetal longevo, sobre todo para lo que se espera de una herbácea perenne como ella. Sus hojas de buen tamaño le han hecho ganar apelativos como el de “orejas de elefante”, como la llaman en inglés (elephant’s ears). Estas hojas, muy resistentes a las heladas, tienen la peculiaridad de cambiar de color con la bajada de temperatura, y se visten de tonos rojizos, rosados y purpúreos. Por ello, las bergenias añaden un contraste más al jardín, y se han creado y potenciado aquellos cultivares que se tiñen con más fuerza. Por ejemplo, dentro de estos últimos se encuentra una que se comercializa con el nombre de Bergenia cordifolia ‘Purpurea’, que incendia sus hojas de rojos intensos en el invierno, por lo que, aunque no esté en flor, hace girar la cabeza para mirarla bien cuando se pasea por el jardín.

La bergenia es perfecta para tapizar la base de los árboles y de los arbustos.Elizabeth Fernández (Getty Images)

La resistencia a casi todo es una de sus cualidades como planta de jardín o de balcón. Si se repasan sus puntos fuertes, aguanta desde suelos húmedos —pero muy bien drenados— hasta suelos relativamente secos. En estos últimos se puede defoliar, para después rebrotar cuando llegue el agua de nuevo. No pocas veces se la ve sobrevivir en macetas que han sido rellenadas con tierra de jardín, que al cabo de unos meses se convierte en un medio duro como una piedra, compactado. Pues, aún ahí, la bergenia vive, ajena a todo.

En cuanto a las temperaturas, habría que decir que proviene de la Asia más fría, con poblaciones en Mongolia, Siberia o regiones de China. Por ello puede resistir temperaturas de hasta 20 grados bajo cero sin congelarse. En cambio, se pensaría que el calor no es lo suyo… ¡Nada más lejos de la realidad! Resiste estoica 40 grados y más, entonces de preferencia en zonas más sombreadas. Porque, esa es otra de sus fortalezas, la de crecer bien con diferentes iluminaciones. Lo que más le conviene es un sol entreverado, bajo la copa de los árboles o en una orientación con sol solo una parte del día, con momentos de insolación ahora y con momentos de sombra después. Pero se cultiva tanto en sombras profundas como a pleno sol, donde se potencia su coloración rojiza invernal y su posterior floración. Pero es mejor evitar tanta insolación en las regiones más duras de España, en las que haya baja humedad ambiental y demasiados días de sol sin ni siquiera una nube de vez en cuando.

Unas longevas bergenias crecen en el patio del Palacio de los Córdova, en Granada. Eduardo Barba

En cuanto a sus necesidades nutritivas le beneficia un buen abonado orgánico todos los años, aunque se ven vegetar bergenias que no han visto el abono en años, y continúan incansables. Cierto es que, si se quiere una planta bella y feliz, el abonado ha de ser una tarea imprescindible, con al menos un par de aplicaciones anuales (una en primavera, otra al inicio de otoño). Con esta buena nutrición, la formación de hojas y de flores será más abundante. Sus inflorescencias son rosadas, en una amplia gama de tonalidades, desde el rosa más claro hasta el fucsia más intenso, e incluso hay cultivares con flores blanquecinas.

Hecha esta carta de presentación de la bergenia, ya solo queda adoptar una para alegrar aquella maceta vacía de un balcón sombrío.

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