La vida de las ‘neoRodríguez’: sin maridos, sin niños y sin complejo de culpa
Aunque la expresión “quedarse de rodríguez” haya hecho alusión, históricamente, al género masculino, ahora son las mujeres quienes más disfrutan de ese tiempo de asueto en la ciudad sin cargas familiares. Leer, ir al cine solas o fumar de tapadillo son algunas de las actividades inconfesables a las que se rinden en verano
El 12 de julio de 1965 se estrenaba en España El cálido verano del Sr. rodríguez, una película que, según rezaba la sinopsis, contaba la historia del “típico ciudadano medio español que se dispone a pasar el verano alejado de su mujer, que se va de veraneo”. Desde entonces la expresión “quedarse de rodríguez” se ha asociado al hombre, y solo al hombre casado, que recupera su libertad cuando la familia ...
El 12 de julio de 1965 se estrenaba en España El cálido verano del Sr. rodríguez, una película que, según rezaba la sinopsis, contaba la historia del “típico ciudadano medio español que se dispone a pasar el verano alejado de su mujer, que se va de veraneo”. Desde entonces la expresión “quedarse de rodríguez” se ha asociado al hombre, y solo al hombre casado, que recupera su libertad cuando la familia se va al pueblo o a la playa. En cualquier caso, él se queda con la ciudad y sus placeres a sus pies. La aceptación de la expresión fue tan masiva que en 1985, veinte años después del estreno, la RAE incluyó en su vigésima edición el término rodríguez, que seguía (y sigue) definiendo exclusivamente a la parte masculina de la pareja: “Hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de veraneo”.
Pero este verano, haciendo uso del método científico que consiste en scrollear varias horas en Instagram, las estadísticas indicaban que, al menos entre mis acólitos de esa red social, había más rodríguez mujeres que hombres. Eran ellas las que fardaban de planes y de haber recuperado su libertad. Anunciaban sus salidas sin niños y también sin complejos de culpa, y se disponían a sacarle partido al verano, a pesar de las olas de calor. A diferencia de los rodríguez clásicos, no parecían interesadas en ocultar su agenda y su alegría de vivir, una vez que habían conseguido que el resto de la familia pusiera rumbo a su sitio de vacaciones.
Según mis pesquisas, el cambio demográfico en los rodríguez no siempre es señal de empoderamiento femenino. En no pocos casos ellos seguían siendo profesionales mejor pagados y considerados que al llegar el buen tiempo podían elegir teletrabajar, mientras ellas tenían que seguir calentando la silla en la oficina. Como la sociología de Instagram no es una ciencia social solvente, fui a buscar alguna cifra más fiable, y encontré el informe de la web de encuentros extraconyugales, Gleeden, de julio de 2023, que afirma que, en sus más de 12.000 encuestas, el 87% consideró que en la actualidad hay tantos hombres como mujeres que se quedan de rodríguez. En las entrevistas, un 74% de los encuestados dijo quedarse algunos días solo(a) en la ciudad trabajando. La mitad se quedaba días sueltos y un 24% rodrigueaba una semana entera o incluso más.
“Me siento como si hubieran soltado a la fiera que llevo dentro”, me confesó Andrea B. bailando en las fiestas de San Cayetano en el centro de Madrid, un día después de “colocar” a los niños y al marido con la suegra. Las ordenanzas del Ayuntamiento frustraron su plan original: quedarse a bailar por las calles hasta las seis. Pero, dijo, “casi mejor no tener resaca que mañana quiero ir a nadar temprano”. Sin niños el tiempo se multiplica y Andrea pretende hacer todo lo que tiene que aparcar el resto del año. No se queja y está feliz de su familia, pero cuando se van, es capaz de disfrutar sin culpa y de gritar a quien la quiera escuchar: “¡Que estoy de rodríguez!”.
¿De dónde viene tanta felicidad? Las palabras mencionadas frecuentemente en positivo son libertad, independencia, identidad. En negativo, horarios, rutinas, obligaciones, expectativas, grupos de Whatsapp del colegio y extraescolares.
He preguntado a algunas rodríguez sus planes para este verano, y esto es lo que he sacado en claro:
- Darse baños larguísimos, sin interrupciones, prisas ni gritos. Recuperar la intimidad y la calma en el cuarto de baño es uno de los deseos más profundos de las madres de familia. Hacer de la ducha la catedral de la calma y del váter, el templo de la lectura. Encender una vela, poner la música que quieran, bajar la luz y dejar que pase el tiempo (Paloma S., 42; administrativa).
- Recuperar la identidad. Por unos días dejar de ser “la madre de”. Volver a grupos y lugares donde la llamen por su nombre y donde conozcan sus gustos, hablar con gente que comparta un pasado, aunque eso suponga tirar de agenda y empezar a buscar a otras y otros rodríguez que anden asilvestrados por la ciudad para brindar por los viejos tiempos (María R., 41; empresaria).
- Salir a cenar con madresdelcole que también están de rodríguez. La euforia compartida se multiplica. Los vínculos que han crecido entre reuniones del cole y el estrés de las extraescolares necesitan ser bautizados con una copa o dos. Por una vez tienen tiempo y determinación para sentarse a cenar tranquilamente y hablar de otras cosas. Porque en estas cenas de neorodríguez se suele vetar un solo tema de conversación: los niños (Andrea A., 38; periodista).
- Leer (o al menos, visitar una librería y llevarse cuatro libros, ya veremos si se leen este verano o el siguiente). Entrar en una librería de techos altos y olor a papel, sin nadie que llame al móvil con alguna urgencia, proporciona un placer casi olvidado. Fantasear con unas semanas de paz y concentración para leer al menos cuatro libros (ya serán menos). Escuchar recomendaciones, hojear varios ejemplares, leer tranquilamente los textos de contraportada, decidirse, sacar la tarjeta y pagar. Llevarse a casa un clásico de 900 páginas en agosto porque quizás en septiembre se pueda volver al Club de lectura (Pepa E., 41; ejecutiva de cuentas).
- Redecorar la casa sin testigos. Tirar cosas, organizar cajones, despejar espacios. Reconquistar el hogar. Tumbarse en el suelo los días de calor. Ir descalza. Poner el aire acondicionado. Comprar plantas. Disfrutar del silencio. Salir de casa con la tranquilidad de saber que a la vuelta todo seguirá donde ella lo ha dejado (Lourdes M., 37; arquitecta).
- Ir al gimnasio. Amortizar la matrícula y el sentimiento de culpa de todo el año. Hablar con la gente, y dejar de entrar y salir como alma que lleva el diablo. Bajar dos kilos mientras se beben cañas por las tardes. ¿Una utopía? Ya se verá (Mónica L., 43; odontóloga).
- Ir sola al cine. Escoger la película. Decidir el asiento: centrado en la fila 10. Pagar la entrada sin escuchar la letanía de que es mejor quedarse en casa con una serie de Netflix. Entrar al cine antes de que apaguen la luz, emocionarse con la música y dejarse llevar por la trama. Levantarse cuando hayan pasado todos los créditos. Salir y no tener que dar explicaciones si la película es mala. Repetir tres veces (Paloma S., 45; empresaria).
- Fumar. Ser una fumadora contenida y sensata es un papel que se interpreta muy bien durante todo el año. Es una persona entrenada para reprimir sus deseos de fumar delante de sus hijos. Este ser de luz cuando se queda solo no piensa en otra cosa. Encender un cigarrillo sigue siendo un gran placer. Intenta que no sean más de tres diarios porque luego será muy difícil volver a la contención de los vicios (Alicia B., 42; administrativa).
- Quedar con un ex. Tirar de agenda sigue siendo un deporte de alta demanda en verano. Solo por curiosidad (Berta S., 35; peluquera).
- Comprar zapatos. Y no necesariamente de rebajas. Disclaimer: es el único momento del año que no tiene que dejar las cajas escondidas en el maletero del coche. En verano puede subir a la vez todas las adquisiciones la casa (Luisa M., 40; diseñadora).