El sexo casual no tiene por qué ser de segunda: siete reglas para que sea seguro y satisfactorio
Usar siempre preservativo, practicar relaciones sexuales en un entorno conocido, aplicar la intuición y otras medidas de seguridad para que un encuentro esporádico se convierta en un buen recuerdo de unas vacaciones
Las vacaciones y los viajes propician los encuentros sexuales ocasionales. Pero este tipo de relaciones, tan respetables y gratificantes como las que más, han de tener unas reglas para que, en un futuro, se conviertan en bonitos recuerdos y no en amargas experiencias.
Si no queremos jugar a la ruleta rusa, mantener relaciones sin protección con personas cuyo historial sexual y estado de salud desconocemos es adquirir una gran cantidad de boletos para la rifa de ...
Las vacaciones y los viajes propician los encuentros sexuales ocasionales. Pero este tipo de relaciones, tan respetables y gratificantes como las que más, han de tener unas reglas para que, en un futuro, se conviertan en bonitos recuerdos y no en amargas experiencias.
1. El preservativo es innegociable
Si no queremos jugar a la ruleta rusa, mantener relaciones sin protección con personas cuyo historial sexual y estado de salud desconocemos es adquirir una gran cantidad de boletos para la rifa de infecciones de transmisión sexual. Es cierto que las relaciones sexuales siempre implican un riesgo y que la seguridad total no existe, como en ningún otro aspecto de la vida, pero el correcto uso del preservativo evita muchas enfermedades de trasmisión sexual, como el VIH, la gonorrea o la clamidia, que está aumentando en los últimos años.
Si se viaja y se prevé la posibilidad de encuentros sexuales, no está de más incluir preservativos en el equipaje. Es mejor llevarlos de casa, de una firma conocida y fiable, a comprarlos en el lugar de destino y arriesgarse con marcas extrañas, baratas, que se rompan a la primera de cambio o que produzcan picores o alergias. Hay que asegurarse también de utilizarlos no solo durante el coito, sino también para el sexo oral y anal, y no está de más comprobar, de vez en cuando, que sigue en su sitio al cambiar de postura. Algunos tienen la mala costumbre de quitarlo en un momento de descuido, a ver si cuela, una práctica que la ley del solo sí es sí reconoce como delito.
2. Sexo y rock&roll, pero las drogas para otro momento
Cuando viajamos nos encontramos en una posición más vulnerable porque estamos en un lugar que no conocemos, con costumbres que nos son ajenas y, en muchos casos, la gente habla un idioma desconocido o que chapurreamos con mayor o menor acierto. En este contexto, pasarse con el alcohol y/o probar las drogas, aunque no sean de las más duras, puede ponernos en una posición de desventaja. Nuestra rapidez de respuesta ante una emergencia disminuye, la intuición puede verse perturbada, nos volvemos más confiados, los sentidos se nublan. Sin llegar siquiera a imaginar una situación de peligro, estar bajo los efectos de determinadas sustancias nos hace más propensos a cometer determinados actos o prácticas de las que podríamos arrepentirnos el día después, o a prescindir del preservativo y de las precauciones más básicas.
Es entendible querer, en algún momento de nuestras vidas, experimentar la fusión de sexo y drogas; pero para eso es necesario acompañarse de personas en las que confiamos y moverse en espacios seguros. La suma del viaje geográfico más el viaje lisérgico nunca ha dado muy buenos frutos, como se puede ver en la serie La serpiente, sobre el asesino Charles Sobhraj, que robaba y mataba a jóvenes que iban a hacer la ruta hippy al sur de Asia en los años setenta.
3. En terreno seguro
¿En tu casa o en la mía? La respuesta a la típica pregunta, cuando dos personas deciden tener sexo casual, es, en este caso y sin lugar a dudas, en la mía; puesto que las situaciones de peligro se minimizan cuando estamos en escenarios conocidos. En nuestra habitación de hotel o en nuestro apartamento de alquiler las sorpresas son menores que si vamos a la casa del local, ya que jugamos en nuestro propio terreno.
Ir al campo contrario plantea muchas incógnitas, en principio, sin respuesta. ¿Vivirá solo o con más gente? ¿Cómo reaccionarán los otros al vernos? Si no se está convencido y se decide dar marcha atrás, ¿habrá medio de transporte para volver al hotel? ¿Será un barrio seguro o peligroso? Por otra parte, la mera insistencia del otro/a en llevarnos a su terreno debería ser ya objeto de sospechas. Nunca está de más, por seguridad, informar a los compañeros de viaje de que se tiene una cita y del lugar donde se va a estar.
Tampoco es el momento más adecuado para practicar sexo al aire libre, en playas, bosques o en plena naturaleza; ya que sería añadir más vulnerabilidad a la que se tiene por el simple hecho de estar en un país ajeno y desconocer sus leyes y costumbres.
4. Consentimiento y cultura del país que se visita
El sexo tiene mucho de instintivo y biológico, pero también de cultural, puesto que la cultura y el estilo de vida determinan nuestra manera de interpretar la sexualidad y las relaciones íntimas. Partiendo de este planteamiento es importante tener en cuenta el país donde estamos e informarnos un poco de su visión respecto a las relaciones sexuales. ¿Estamos, por ejemplo, en una nación machista, donde las mujeres tienen menos derechos y son ciudadanas de segunda categoría? ¿Existe la idea o la fantasía de que las extranjeras que viajan solas son fáciles de abordar y, en el fondo, van buscando compañía? ¿Entenderían las gentes de ese destino que, una vez en la cama, la pareja pueda echarse atrás y decidir no seguir con la relación; o tendrán por seguro que llegado a ese punto ya no hay vuelta atrás? Está claro que vivir en una determinada sociedad no nos hace partícipes de todas sus máximas; pero no está de más reflexionar sobre estos aspectos antes de acostarse con alguien de otra cultura totalmente distinta.
En cuanto al consentimiento, deberíamos hablar claro sobre nuestra postura, lo que estamos dispuestos a hacer y lo que no, nuestras intenciones y expectativas y dejar siempre abierta la posibilidad de cancelar la relación, si alguien así lo decide. En este punto deberíamos aprender de los practicantes de BDSM a la hora de establecer reglas claras, precisas e inquebrantables cuando practican sus juegos.
5. ¿Fotos comprometidas? No, gracias
La mayoría coincidirá en que el contexto de sexo casual, en medio de un viaje, no es el mejor momento para hacerse un Olvido Hormigos. Parece de sentido común, pero no está de más recordar que la solicitud de fotos o vídeos íntimos (”¡para recordarte, nada más!”) debe ser siempre denegada. La suma de material sensible más redes sociales la carga el diablo, con la incógnita añadida de no saber nunca dónde van a acabar esas imágenes, ni cómo.
Tampoco debería ser necesario puntualizar que es mejor no dar demasiadas pistas al amigo o amante sobre nuestra vida. Claro que podemos contar generalidades, pero la dirección, lugar de trabajo y demás datos concretos es mejor evitarlos. Para ampliar información siempre hay tiempo; borrarla, no siempre es posible.
6. Inteligencia emocional: distinguir entre el amor y un buen revolcón
En un decorado idílico (ya sea una playa con cocoteros o un fiordo noruego), sin obligaciones laborales ni horarios que cumplir, es más fácil ver la botella medio llena. Aquí pueden situarse los que tienden a romantizar las situaciones y a echar a volar la imaginación. En el bando contrario, y para no caer en el error anterior, algunas personas se comportan como robots sexuales, tratando de limitar la relación solo al plano físico y amordazando sus emociones; olvidando que estas siempre van a estar presentes, al menos hasta que el transhumanismo nos convierta en máquinas dóciles y obedientes.
Pero el sexo casual es tan válido, satisfactorio y digno de reconocimiento como cualquier otro, como revela un estudio hecho en el 2018 y publicado en la Cambridge University Press, donde se concluye que las personas que tienen sexo esporádico exhiben comportamientos similares a las que están en una relación.
Seguramente, la clave para que una noche se convierta en un buen recuerdo está en realizar esa elección por placer, sintiéndose seguro y no presionado. Un estudio de 2020, publicado en The Journal of Sex Research, reconoce que es más fácil acabar sintiéndose vacío, utilizado y deprimido si se ha tenido sexo casual bajo los efectos del alcohol, a que si se tiene una actitud menos permisiva o si la pareja era un completo desconocido con el que no se había interactuado antes.
7. Echar mano de la observación e intuición
Es probable que las numerosas interacciones no personales que tenemos con los demás (llamadas, correos, mensajes en las redes sociales) nos hayan ido alejando ya de esa capacidad intuitiva para saber si alguien es una buena o mala persona al poco de conocerlo. Sin embargo, si dejamos actuar a la observación y la intuición podremos ir vislumbrando si estamos ante alguien más bien fiable; a no ser que este sea un profesional del engaño con excelentes capacidades interpretativas. Generalmente, las buenas personas son detallistas, practican el buen trato (sobre todo con los que les sirven o están en una posición inferior a la suya), saben escuchar más que hablar de sí mismos, son amables, mantienen el contacto visual, sonríen a menudo y su relato es coherente y creíble.
No está de más recordar que el turismo sexual existe, aunque uno no lo practique. Al margen de consideraciones morales, es bueno saberlo. Como también es importante tener en cuenta que el dinero o la posición social no siempre nos ponen en una situación de ventaja cuando viajamos. Hay otras cualidades (inteligencia, ingenio) que pueden ser mucho más útiles en determinadas circunstancias.
Para terminar, aconsejo que el sexo casual no sea por pena o por mala conciencia, por estar en un país pobre y necesitado por dos simples razones. Primera, no saldrá bien. Segunda, no eres más que nadie, por mucho dinero que tengas.