La ceguera ante el genocidio
Los dirigentes del Partido Popular en Madrid, en su afán por minimizar la masacre y criminalizar la protesta, parecen no entender la dimensión histórica y moral de la actuación de Israel en Gaza
Niñas escapando entre las llamas. Gente agonizando bajo escombros. Bebés famélicos. Familias huyendo en masa de su hogar en ruinas. Mutilaciones pediátricas, crisis nerviosas, fosas comunes. Los horrores que presenciamos cada día en redes y medios parecen no ser suficiente.
Los dirigentes ...
Niñas escapando entre las llamas. Gente agonizando bajo escombros. Bebés famélicos. Familias huyendo en masa de su hogar en ruinas. Mutilaciones pediátricas, crisis nerviosas, fosas comunes. Los horrores que presenciamos cada día en redes y medios parecen no ser suficiente.
Los dirigentes del Partido Popular vinculado a Madrid parecen no entender lo que estamos presenciando en Gaza, su dimensión histórica, lo que nos dice de la organización del mundo, de lo que entendemos por justicia y, lo más importante, de nosotros mismos en cuanto especie humana. Los crímenes contra la humanidad se llaman así porque nos agreden a todos. Permitirlos también nos implica a todos.
José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, ha comparecido recientemente en la prensa presumiendo de paternidad responsable, cosa que le honra, de modo que la matanza de niños no le puede resultar ajena. “No me gusta lo que estoy viendo en Gaza”, dijo, aunque añadió que no comulga con lo de “genocidio” (a pesar del juicio experto) y que seguramente no estaría de acuerdo con sus adversarios políticos en el reparto de culpas.
En esa línea, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad, con su irreverente cinismo, absuelve a Israel de cualquier responsabilidad en la masacre (“es de la mano de Hamás, que es quien lo ha provocado”) y parece completamente insensible al sufrimiento de cientos de miles de personas: “¡Que se entreguen los terroristas!”. Creen que es una guerra al uso, y “todas las guerras tienen muertes de civiles que se pueden evitar”, dijo el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, Carlos Díaz-Pache.
El despiste de estos políticos, intencionado o no, radica en confundir la actual matanza indiscriminada con un conflicto longevo, activo muchos años antes del atentado del 7 de octubre de 2023: el frecuente intercambio de cohetes de Hamás por operaciones israelíes de nombre épico como Plomo Fundido (2008-2009), Pilar Defensivo (2012) o Margen Protector (2014). En un conflicto se pueden considerar dos bandos, aún muy desequilibrados; cuando comienza el genocidio ya estamos hablando de otra cosa.
Los ataques sistemáticos contra la población civil no entienden de bandos. No hay nada que provoque legítimamente o justifique estos crímenes, ni siquiera la brutalidad que mostraron los islamistas. El propio Netanyahu se ha ocupado de enterrar el atentado de Hamás bajo decenas de miles de cadáveres civiles, restándole entidad aritmética (aunque sea horroroso hacer aritmética con los muertos). En un genocidio solo hay un bando: el genocida, en este caso el estado de Israel. Quizás por eso a estos populares no les gusta la palabra genocidio: porque son partidarios del bando que lo practica.
También falaz es el cansino argumento de que las protestas no sirven de nada (“¿qué cambia para las víctimas palestinas?”) o que son cómplices con el terrorismo, porque Hamás las aplaude. ¿Cómo no las va a aplaudir? Que Hamás aplauda una causa justa por conveniencia no quiere decir que esa causa deje de ser justa. Y la defensa de los derechos humanos es una causa justa, aunque la aplaudiese, no sé, el conde Drácula.
Enfado ‘popular’ por la protesta popular
Cuando los manifestantes capitalinos cortaron las calles y evitaron el final de la Vuelta Ciclista a España el Partido Popular madrileño se lanzó en tromba, muy enfadado. Estuve allí: nunca había visto una protesta tan popular y transversal (solo una bandera, la bandera palestina), tan coordinada en su descoordinación, tan exitosa. Y tan emocionante: ¡se había ganado! Los ciudadanos solidarios derribaron las vallas y tomaron las calles. Hubo algún rifirrafe y unas pocas cargas policiales, en su habitual desbarajuste: la violencia que se produce cuando unos quieren cortar una calle y otros quieren impedirlo (y no pueden).
El Partido Popular se echó las manos a la cabeza, por la, a su juicio, inusitada violencia; Ayuso, siempre bombástica, calificó a Madrid de “Sarajevo”, y su segundo, Alfonso Serrano, un hombre que parece tener problemas para controlar su temperamento, llamó “gentuza” a la gente que cortó las calles, expertos en kale borroka y casi miembros de (otra vez) ETA.
El histórico bloqueo dio mala imagen de Madrid en el exterior, clamaron, y manchó la Marca España, que es lo que al final les importa. Claro, eso depende de qué imagen se pretende dar, y sabemos positivamente que los dirigentes madrileños apuestan por mostrar hacia fuera una Disneylandia para el turismo y la inversión que oculte una ciudad muerta por dentro. Y aquí Madrid demostró que todavía está muy viva: quizás sea eso lo que duele.
No se sabe si por lealtad ciega al sionismo o por simple tozudez contra Pedro Sánchez, pero estos dirigentes populares no parecen entender la magnitud de lo que está perpetrando Israel en Gaza. Han apostado por minimizarlo, cambiar el foco, tratar de instrumentalizarlo para hacer política cutre y criminalizar la protesta. Ni siquiera, por propio interés, saben leer el ánimo social, que mayoritariamente aboga por el fin de la barbarie. La del PP es una apuesta demasiado arriesgada y no les va a salir bien. Para la posteridad, habrán perdido su humanidad y serán considerados mezquinos colaboracionistas. Hay que saber mirar más alto.