La precariedad y el precio de la vivienda alejan a los treintañeros de la Comunidad de Madrid
La región es la que más sufre la huida de personas de entre los 25 y 34 años, muy por delante de Cataluña, según el INE
Alejandro De la Rosa, de 33 años, dejó Madrid hace seis meses. Tras 15 años viviendo en la capital, decidió regresar a la ciudad leonesa de Ponferrada, donde nació, en busca de una vida más tranquila y huyendo de la precariedad laboral y de los precios de la vivienda. “La vida avanza y las prioridades cambian”, asegura. Los datos confirman que la historia de De la Rosa no es un caso aislado: la Comunidad de Madrid fue en 2023, último dato disponible, la región de la que más personas de entre 25 a 34 años se marcharon,...
Alejandro De la Rosa, de 33 años, dejó Madrid hace seis meses. Tras 15 años viviendo en la capital, decidió regresar a la ciudad leonesa de Ponferrada, donde nació, en busca de una vida más tranquila y huyendo de la precariedad laboral y de los precios de la vivienda. “La vida avanza y las prioridades cambian”, asegura. Los datos confirman que la historia de De la Rosa no es un caso aislado: la Comunidad de Madrid fue en 2023, último dato disponible, la región de la que más personas de entre 25 a 34 años se marcharon, con 31.065, muy por delante de Cataluña, que lo cifró en 17.683, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Supone un aumento del 9,6% respecto a 2021. “Madrid se está convirtiendo en una ciudad impagable e invivible”, afirma De la Rosa, cuya vida ha cambiado radicalmente: ha pasado de ser escritor y creador de contenido gastronómico a librero en una pequeña tienda del casco histórico llamada El Libro Imposible.
La decisión de De la Rosa de volver a su ciudad natal tiene dos caras: la romántica, que guarda relación con volver a vivir cerca de los suyos, y la dura: el precio de la vivienda y la precariedad hacían cada vez más difícil vivir de su profesión. Solo el 15,2% de las personas en esta franja de edad vive por su cuenta, según el Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud, y el alquiler medio en Madrid ronda los 1.080 euros al mes, lo que obliga a muchos jóvenes a destinar en torno al 92% de su sueldo al pago del alquiler. Para el sociólogo Juan González, del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica, Madrid ya no es un destino lleno de oportunidades, sino que se trata de una ciudad que empeora en lo material y en lo social.
Además, la oferta habitacional suele ser de mala calidad y, frente a eso, las ciudades medianas o el extranjero se presentan como alternativas reales: “Málaga, Valladolid o Valencia ofrecen más oportunidades culturales y laborales, y fuera de España los salarios pueden ser hasta tres veces superiores, lo que explica que muchos no regresen”, afirma González.
Por otra parte, la capital acoge cada vez a más personas nacidas en el extranjero y a menos de origen español. En 2023, la ciudad registró una pérdida neta de 3.220 personas nacidas en España, ya que los que llegaron del extranjero no compensaron a quienes se marcharon a otros municipios. Por otro lado, el saldo migratorio, es decir, los que se marcharon de entre quienes nacieron fuera del país y más los que llegaron, fue positivo en 86.139 personas extranjeras. “La ciudad está siendo rediseñada para el turismo y no para los millones que la habitan a diario”, concluye De la Rosa.
En esto coincide Carlos Muñoz, óptico y audioprotesista de 32 años. Dejó Madrid hace dos meses para irse a vivir a Galicia. “Mi novia me propuso mudarnos y me pareció genial”, recuerda. En la capital pagaba 500 euros por una habitación en un piso compartido; ahora, tras comprar junto a su pareja un piso céntrico en su nueva ciudad, la hipoteca conjunta apenas llega a los 500 euros mensuales, la mitad de lo que él abonaba solo por una habitación.
Para ello, tuvo que cambiar de empleo. Pasó de una óptica del centro a otra de barrio, pero encontró trabajo con facilidad y ha ganado en calidad de vida. “Voy al trabajo en bicicleta sin jugarme la vida, ceno fuera más a menudo, puedo permitirme un café por 1,50 euros y duermo mejor en verano”, afirma Muñoz, que es rotundo: “La ciudad tendría que cambiar mucho para que yo decidiera volver”. Ese malestar se refleja también en las encuestas. Según el II Barómetro de la vivienda Planeta Propietario, elaborado por Grupo Mutua Propietarios a partir de 2.300 entrevistas, el 67% de los madrileños estaría dispuesto a mudarse a otra comunidad autónoma, un dato que contrasta con el 25% que asegura que no lo haría.
Luis Ayuso Sánchez, catedrático de Sociología de la Universidad de Málaga, advierte de que los jóvenes están empezando a valorar bienes antes despreciados como la cercanía al lugar de trabajo, la posibilidad de hacer comunidad en su lugar de residencia y la atención sanitaria personalizada. Esto, sumado a la revolución digital y a la deslocalización del trabajo, permite modelos híbridos que consisten en vivir parte del tiempo en la ciudad y parte en el pueblo. También hace viable replantearse la vida fuera de Madrid sin renunciar a buenas oportunidades profesionales.
El extrarradio gana capitalinos
Pero no todo es una elección cultural, recuerda este experto. La presión del mercado de la vivienda empuja a muchos hacia ciudades dormitorio y evidencia la carencia de políticas públicas de vivienda asequible. Así lo está viviendo Noelia Hernando Vieites, diseñadora gráfica e ilustradora de 34 años que dejó Madrid en 2023 para independizarse con su pareja y, sobre todo, para recuperar un margen económico que la ciudad le negaba. Tras años de compartir piso y de agotadoras jornadas entre transporte y oficina, hoy teletrabaja la mayor parte del tiempo. También paga menos de alquiler que muchos amigos que siguen en el centro. Su caso no es excepcional: el Ayuntamiento de Madrid registró en 2024 más de 114.000 traslados de residencia desde la capital a otros municipios, muchos a localidades del área metropolitana o a ciudades medianas.
Carlos Balado, profesor de OBS Business School y director de Eurocofín, ve en estos movimientos una oportunidad para el mundo rural, que puede aprovechar para ganar población entre los recién llegados. El analista también subraya el efecto demográfico: más jóvenes en ciudades medianas y pueblos podría aliviar la presión sobre los precios de las grandes ciudades y generar actividad económica donde ahora escasea.
Para Nerea de Pedro Baena, periodista de 25 años que ahora trabaja en comunicación y marketing, la decisión fue muy fácil. Dejó Madrid en julio tras siete años en la ciudad y se mudó a Pamplona para ahorrar e intentar independizarse con su pareja. No hubo un único motivo: la cercanía de su familia y amigos fue determinante, pero lo que terminó por inclinar la balanza fue lo económico. “Este último año dedicaba un 70% de mi sueldo al alquiler”, recuerda. En concreto, pagaba 835 euros sin incluir gastos, y sentía que trabajaba solo para pagar un piso, lo que le impedía mantener un ritmo de vida saludable.
Pudo conservar su empleo gracias al teletrabajo y pudo volver temporalmente a casa de sus padres para ahorrar y plantearse metas que antes parecían imposibles como aspirar a una hipoteca o sacarse el carné de conducir. Describe un día tipo en Madrid como una rutina de ansiedad, pisos de 40 metros, tuppers y transporte abarrotado. En Pamplona, en cambio, pasea tranquila, come en platos de verdad y tarda diez o quince minutos en ver a sus amigos: “Creo que aún no he asimilado del todo que ya no voy a volver”.