Una década de historia y dos generaciones de artistas que resumen en Madrid el arte contemporáneo español
La exposición ‘Un tiempo elástico’ hace una restrospectiva del Premio a la Producción Artística con el que la Fundación Banco Santander y Open Studio impulsaron la carrera de jóvenes artistas españoles
Los artistas jóvenes cada vez tienen menos oportunidades. De ello está convencida Beatriz Alonso, comisaria de la muestra Un tiempo elástico (2013-2023), abierta al público por estos días en el Centro de Arte Complutense de Madrid. Fueron 10 los artistas y 10 los años de historia en los que la Fundación Banco Santander, en colaboración con Open Studio, otorgó el Premio a la Producción Artística para dar sin fallos en la diana, en las carreras de artistas noveles asentados en España y conectarlos con el circuito artístico de su momento. La exposición se da la vuelta hacia la propia historia del premio y sus premiados, que bien representan la evolución del arte contemporáneo en la última década.
Desde la obra de la ganadora de la primera edición de 2013, Belén Rodríguez, de 44 años actualmente, hasta la ganadora de 2023, Andrea Aguilera, hoy de 28, la muestra cuenta con pintura, escultura, instalación y videoarte. Completan el conjunto los ocho ganadores entremedias: Elvira Amor, Pablo Capitán del Río, Olmo Cuña, Irati Inoriza, Jesús Madriñán, Mònica Planes, Javier Rodríguez Lozano y Mario Santamaría.
Los artistas tuvieron la oportunidad tanto de presentar obras de su más reciente producción como las obras creadas en el marco del premio. “Algunos artistas han realizado un auténtico trabajo de arqueología sobre su propia producción, especialmente los ganadores de las primeras ediciones, y ha sido muy significativo comprobar que algunos de los intereses y obsesiones que tenían en aquel momento se han seguido manteniendo a lo largo del tiempo, estando algunos muy presentes en sus obras más recientes, tal es el caso por ejemplo de Belén Rodríguez”, cuenta Alonso.
Al final, cada obra habla del tiempo en el que fue creada y del momento vital de la carrera de ese artista, mientras que el conjunto propone un diálogo intergeneracional transversal, porque en la muestra conviven dos generaciones marcadas, los seis primeros ganadores nacidos en la década de los ochenta y los últimos cuatro, de los noventa. “En los más jóvenes se ve que ya hay otra naturaleza, otra forma de relacionarse con los lenguajes digitales”, asegura la comisaria, quien acompañó a la ganadora de 2023 durante su residencia artística. “Los artistas nacidos en los ochenta han tenido más recursos, oportunidades y becas que aquellos de la generación de los noventa, y eso también es interesante explorarlo en términos de contexto”.
Sin embargo, reconoce que no es tan fácil como verlos separados por una barrera en el calendario. La obra de Olmo Cuña, ganador de 2014, es una película, COLOSAL No.8 (2025), que analiza las relaciones coloniales en el traslado de artefactos y reliquias históricas como meros objetos decorativos desde América Latina hacia Europa, mientras que la de Irati Inoriza, con Recolectar y amontonar (2025) que recibió el premio en 2022 explora la instalación de base escultórica que recontextualiza el vínculo de naturaleza y la mitología.
La obra de Javier Rodríguez Lozano, ganador de 2020, representa los patrones de las cortinas para proteger la madera de las puertas en pueblos de La Mancha en cuatro pinturas al óleo; y, por otro lado, Mario Santamaría, ganador el año anterior, con Latencia en Negro Esmeralda (2024) trabaja con la instalación y la intervención digital en una obra que cruza la realidad y lleva al público por una ruta imposible por el interior de un cable submarino para las telecomunicaciones en medio del Mediterráneo.
Alonso manifiesta que actualmente hay mucho interés en recuperar el trabajo con los materiales, en reconectar con los procesos tangibles. “El propio arte ha pasado por un proceso muy fuerte de desmaterialización iniciado en los años sesenta, y ahora parece estar rematerilizándose”. Es una vuelta a viejos métodos desde visiones modernas, como si el tiempo no fuera lineal, sino que salta hacia el pasado y hacia el futuro.
La idea del premio siempre fue la de impulsar la carrera de artistas de entre 18 y 36 años con una residencia de tres meses en un estudio de Madrid y una dotación económica para la producción de las obras y los gastos de alojamiento. A día de hoy, los artífices del premio se atreven a afirmar sin dudas que el reconocimiento marcó una inflexión en la trayectoria de esos jóvenes artistas. Según Borja Baselga, director de Fundación Banco Santander, “este formato buscaba no solo fomentar la creación artística, sino también propiciar el intercambio de ideas y el desarrollo de redes colaborativas dentro del sector, gracias a facilitar la movilidad geográfica y a las relaciones que se establecían durante los procesos de creación en los estudios”.