La utopía turística en un planeta triste

El turismo es una impostura: no solo vende lo que no es suyo, sino que lo que vende es una imagen idealizada para ayudarnos a escapar del apocalipsis cotidiano

El pabellón de Cartagena (Murcia), el 25 de enero, en la edición de Fitur de 2025.FERNANDO VILLAR (EFE)

El stand de Israel en Fitur decía “tierra de creación” (land of creation) en vez de “tierra de destrucción” y la gente estaba allí publicitando sus tours y hoteles, ajena a los miles de bombas y muertes amontonadas en los últimos meses, a las más de dos millones de vidas destrozadas. Por cierto, Israel se encontraba en el pabellón de Europa y no en el de Oriente Próximo. Es curioso que hubiera un ...

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El stand de Israel en Fitur decía “tierra de creación” (land of creation) en vez de “tierra de destrucción” y la gente estaba allí publicitando sus tours y hoteles, ajena a los miles de bombas y muertes amontonadas en los últimos meses, a las más de dos millones de vidas destrozadas. Por cierto, Israel se encontraba en el pabellón de Europa y no en el de Oriente Próximo. Es curioso que hubiera un stand de Palestina, como si nada malo hubiera ocurrido, pero es que la dependencia del turismo es alta, especialmente en zonas como Jerusalén y Belén, explicaron los responsables. Ay, el turismo: hasta Trump ha insinuado que sobre las cenizas de la Gaza devastada puede surgir un hermoso resort: “Es un lugar estupendo, está junto al mar”.

No se veía la desigualdad en el stand de Jamaica, ni al narco en el de México, ni la autocracia en el de Hungría. En la gran feria turística, que terminó hace un par de días en Madrid, los países, las regiones, las ciudades, no muestran lo que son sino lo que quieren ser. Todo es brilli brilli y colorín, luminoso como un Times Square sobre moqueta.

El stand de Andorra era desproporcionadamente grande para su pequeño tamaño geográfico. Porque en Fitur opera una geopolítica extraña: los países no están representados en consonancia a su peso en el panorama internacional, sino a su potencia turística. Es decir, solo Andalucía ocupa un pabellón entero. Y la guerra no existe, solo las sonrisas. Fitur ya era Instagram antes de Instagram. Ojalá el mundo fuera Fitur.

El 'stand' de Ceuta en Fitur 2025. FERNANDO VILLAR (EFE)

Pasé una mañana paseando por el mundo sin salir de Ifema. Las imágenes que allí se difunden son gloriosas: playas paradisíacas, pueblos de postal, cabañas perdidas en bosques nórdicos, suculentos bodegones gastronómicos, gente bella. Ante tanta maravilla uno se pregunta qué demonios hace paseando por Ifema, pero para eso la feria ofrece respuesta: en el muy notorio stand de Puerto Rico pude degustar un ron blanco con licor café, en el de mi Oviedo natal me escanciaron un culín de sidra que tomé acompañado de unos soldados romanos (al parecer venían del stand de Mérida). Hay comida, hay colas para obtenerla y hay mucha gente disfrazada en Fitur, y un poco de impostura: ve uno a una bailarina ataviada con el colorido vestido de un país tropical y resulta que tiene acento de Getafe (sea cual sea ese acento).

El turismo, en general, es una impostura, y no solo en esta feria. Cuenta Jorge Dioni, pensador del ramo, que fue Manuel Fraga, ministro franquista de Información y Turismo, quien se inventó España. Es decir, España como ese conglomerado de paella, playa, toreros y flamencas que cabe en un folleto (hay muchos folletos en Fitur). Esta industria no solo vende lo que no es suyo, como vemos es el destrozo que ejerce en las ciudades sacrificadas en su altar, sino que lo que vende no es realmente lo que vende, sino una imagen idealizada: desde las fotos con gran angular de las habitaciones de los hoteles hasta la exageración de las tradiciones o la creación de nuevas festividades con el fin de exprimir hasta la última gota de negocio.

Vive / disfruta / visita / descubre / experiencias sin fin son algunas de las frases aspiracionales que enloquecen al visitante. Fitur es una mezcla de expo universal, centro comercial y parque de atracciones, con unas gotas de coworking donde el turismo, como es lógico, esconde sus miserias. Ahí se muestra una utopía de aventura y bienestar en un mundo cada vez más triste. Tal vez por eso tenga éxito prometiéndonos escapar de la vida cotidiana en un entorno que cada vez se parece más al Fin del Mundo. ¡Hasta el Oriente Próximo sembrado de escombros y de muertos parece un lugar apetecible!

El turismo requiere grandes dosis de optimismo: que todo va a ir bien, que nos acompañará la salud, el dinero y el amor y que el mundo, tablero donde se desarrolla esta industria, no va a entrar en erupción. Muchas veces los lugares prometidos muestran una decadencia también apocalíptica, en la que solo alcanzamos a ver a otros turistas, igual de desesperados por vivir, deglutiendo las mismas tostas de aguacate en la misma cafetería que se encuentra por todo el planeta. Dice otra vez Dioni que “España es la materia prima de España”. En Fitur el mundo es la materia prima del mundo.

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