EL PAÍS

‘Big data’ para cazar a los carteristas en el Metro de Madrid

Un equipo de 300 agentes de la Policía Nacional recibe cada semana un informe con los puntos más golpeados del transporte público. La criminalidad ha caído coincidiendo con la introducción de esta fórmula

Los agentes de la Brigada Móvil de la Policía Nacional que recorren diariamente el metro, en una estación del suburbano el martes 9 de julio.
Los agentes de la Brigada Móvil de la Policía Nacional que recorren diariamente el metro, en una estación del suburbano el martes 9 de julio.Jaime Villanueva

El reloj apenas pasa unos minutos de las siete de la mañana de un martes de julio cuando dos policías se colocan en uno de los cruces más concurridos de toda la red de Metro de Madrid, en la parada de Pacífico. Llevan tantos años trabajando juntos, bajo tierra, que solo les basta mirarse para decirse muchas cosas. Son los agentes V. y J. miembros de la Brigada Móvil de la Policía Nacional. No es casualidad que se hayan apostado en ese punto y a esa hora. La experi...

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El reloj apenas pasa unos minutos de las siete de la mañana de un martes de julio cuando dos policías se colocan en uno de los cruces más concurridos de toda la red de Metro de Madrid, en la parada de Pacífico. Llevan tantos años trabajando juntos, bajo tierra, que solo les basta mirarse para decirse muchas cosas. Son los agentes V. y J. miembros de la Brigada Móvil de la Policía Nacional. No es casualidad que se hayan apostado en ese punto y a esa hora. La experiencia les indica dónde tienen que buscar a los ladrones, pero desde hace tres años, les ayuda el análisis de datos que hacen sus compañeros para saber en qué puntos de la red de transporte público actúan más los carteristas, en qué épocas y de qué manera. Así, con esta mezcla de trabajo estadístico y pateo sobre el terreno, las denuncias en el metro se han reducido hasta menos de 10.000 al año. En 2018 superaban las 14.600.

Fue el 15 de enero de 1996 cuando la Delegación del Gobierno anunció como una gran novedad la presencia de “agentes de paisano” entre los viajeros del suburbano. Ese mismo día un atracador había apuntado con una pistola a un niño de 10 años para llevarse la recaudación de una taquilla. Entonces, el subsuelo de Madrid era un lugar inseguro, en el que los sindicatos denunciaban ataques constantes a los trabajadores de la red y las agresiones de los cabezas rapadas eran una amenaza. Una época en la que los propios conductores de los convoys se tomaban la justicia por su mano y alertaban a los pasajeros a través de la megafonía de la presencia de supuestos ladrones. Hoy, los peligros son otros, pero casi 30 años después, los 300 compañeros de aquellos primeros agentes de paisano siguen confundiéndose entre los 2,3 millones de usuarios diarios del metro. El 85% de las denuncias corresponden a hurtos y el otro 15% se reparte entre delitos de lesiones, riñas tumultuarias, daños, delitos contra la salud pública y, en menor medida, contra la libertad sexual.

09-07-24. (DVD 1221). Una jornada con una pareja de Policia Nacional encargada de los delitos e incidentes que se producen a diario en el Metro de Madrid. Jaime Villanueva/El PaísJaime Villanueva

Pasan pocos minutos en ese cruce de líneas en Pacífico, cuando los policías piden a un chico que se identifique. Tras algunas comprobaciones, descubren que su móvil consta como robado. El chico les asegura que lo compró a un vendedor de una red social y que desconocía que no era legal, los agentes intervienen el teléfono y lo derivarán a sus compañeros que harán gestiones para encontrar a su dueño. Unos minutos después, los agentes piden a otro viajero su identificación y comprueban que sobre él pesa una orden de expulsión. Resignado, va con los policías hasta la superficie, donde les espera una patrulla que gestionará que se cumpla.

09-07-24. (DVD 1221). Una jornada con una pareja de Policia Nacional encargada de los delitos e incidentes que se producen a diario en el Metro de Madrid. Jaime Villanueva/El PaísJaime Villanueva

Cada semana, el grupo de análisis e inteligencia de la Brigada Móvil entrega un informe elaborado a partir de las denuncias y otros datos en el que reflejan las paradas y líneas más afectadas y de qué forma están actuando los carteristas. Esta operación se repite cada dos semanas en el caso de los trenes de cercanías. “Un policía tiene que saber por qué va a un sitio y no otro, cuál es su cometido, qué es lo que va a encontrar y qué perfil tienen los delincuentes”, señala el inspector jefe al frente de esta brigada, José Ángel Sánchez. “Antes, el objetivo eran las carteras, ahora que casi nadie lleva efectivo, el mejor botín es el teléfono. Al carterista no le interesa la violencia, no quiere ser visto”, recalca Sánchez.

En esta brigada son expertos en lo que ellos llaman “delincuentes itinerantes”. Aquellos cuya naturaleza es moverse de una línea a otra, camuflarse entre los pasajeros, aprovecharse de los desprevenidos, ocultarse del gran hermano que son las estaciones de transporte. Roban hasta en el autobús turístico. “Para ellos es carnaval todo el año”, señala J. en referencia a la multitud de pelucas y otros atrezzos que estos carteristas usan para ser irreconocibles. “Hubo una temporada en la que iban especialmente a por los turistas japoneses y algunos ladrones conseguían parecer parte del grupo de tanto que se mimetizaban y mezclaban con ellos”, añade.

Las líneas que prefieren los carteristas son las evidentes. La seis, por ser la circular y permitir llegar a muchos puntos con trasbordos en los que se mezcla la multitud; la uno, porque es la que pasa por el centro y la que transporta a más pasajeros a todas horas; y por último la ocho, la que une el aeropuerto con Nuevos Ministerios, plagada de viajeros llenos de maletas, probablemente cansados del viaje y más atentos a no perderse para llegar a su hotel que a vigilar sus bolsillos. En cuanto a la época de más robos, los agentes señalan un momento especialmente jugoso para los carteristas: el puente de diciembre, cuando miles de madrileños acuden al centro de Madrid para las compras navideñas.

Turista con mala suerte

Estación de Legazpi, una de las más concurridas. Los usuarios van de un lado a otro mientras un artista urbano toca su xilófono. Los agentes paran a unas chicas y les solicitan el carnet de identidad. A una de ellas le consta una orden de busca de un juzgado de Madrid. Su expediente está repleto de detenciones por delitos contra el patrimonio y algunas estafas. Es momento de regresar a la base para hacer gestiones y llevarla delante del juez. En la entrada, una turista asiática con cara compungida se encuentra denunciando el robo de sus pertenencias. Su mochila reposa en el suelo mientras ella se lamenta de haber llegado a Madrid con tan mala suerte.

09-07-24. (DVD 1221). Una jornada con una pareja de Policia Nacional encargada de los delitos e incidentes que se producen a diario en el Metro de Madrid. Jaime Villanueva/El PaísJaime Villanueva

El subsuelo, “el distrito más grande de todo Madrid”, como definen los agentes de esta brigada, también tiene su propio lenguaje. Los “chinaores” son los que sisan el móvil o la cartera a los que vuelven a casa en el primer tren de la mañana en un vagón medio vacío y con unas copas de más. La “muleta” es cualquier objeto con el que los cacos se cubren para robar, casi siempre un mapa del metro de Madrid.

Los policías que recorren cada día al menos 20 kilómetros en el subsuelo conocen estas arterias mejor que las de la superficie. No son pocas veces las que han recorrido sus túneles en busca de alguien que huye, como sucedió por ejemplo en diciembre de 2023, después de que un implicado en una reyerta de bandas en la Puerta del Sol escapara por la estación de Ópera y paralizara las líneas durante un buen rato. Ni son pocas las armas que sacan de las entrañas de la ciudad. “Cuando llegan algunos grupos de hooligans desde el aeropuerto, los esperamos y escoltamos. En el cacheo sale todo un arsenal de armas blancas que compran en el propio aeropuerto”, señala J. Otras veces, han requisado machetes ocultos en la pernera de los pandilleros. “Uno me dijo que era de su padre, que era jardinero”, comenta el agente con ironía.

El trabajo de esta brigada consiguió hace años un hito judicial, una orden de alejamiento del suburbano para el clan de las bosnias, un grupo de delincuentes que había hecho de robar a usuarios del metro su modo de vida. Hace unas semanas lograron que otro juez dictara la prohibición provisional contra dos grafiteros de acceder a cualquier instalación del metro por daños a varios vagones y poner en peligro la seguridad de los viajeros. Su trabajo también sirvió para condenar hace un mes a un hombre que agredía a mujeres de forma despiadada y que llegó a dejar a una trabajadora de la limpieza en coma. Sus tentáculos salen a veces también a la superficie, como cuando desmantelaron una red de estafas a partir de documentación robada en el metro que usaba a toxicómanos disfrazados para pedir créditos. Su ojo experto detectó también a un sicario en un autobús de Méndez Álvaro el pasado abril.

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